Todos sois culpables menos yo (2007), una imponente escultura de más de dos metros de altura de un terrorista suicida, armado con un cinturón de explosivos y detonador en mano, ha recibido estos días al visitante de la Frankfurter Kultuververein. La obra pertenece al colectivo de artistas españoles Democracia y forma parte de la exposición […]
Todos sois culpables menos yo (2007), una imponente escultura de más de dos metros de altura de un terrorista suicida, armado con un cinturón de explosivos y detonador en mano, ha recibido estos días al visitante de la Frankfurter Kultuververein. La obra pertenece al colectivo de artistas españoles Democracia y forma parte de la exposición Ohnmacht als Situation: Democracia, Revolutie & Polizey (La impotencia como situación: Democracia, Revolutie & Polizey), que pudo visitarse hasta el 4 de agosto en Fráncfort del Meno y que también recogió algunas de las obras de los artistas rumanos Mona Vatamanu y Florin Tudor.
Los medios de comunicación en la era digital alteran nuestra percepción de los acontecimientos: conflictos sociales, guerras, atentados, accidentes, catástrofes naturales se suceden los unos a los otros en un flujo que no parece tener fin, abrumando al lector de prensa, al espectador de televisión y al usuario de las redes sociales. No hay tiempo para la reflexión. El torrente informativo arrastra al ciudadano. ¿Las consecuencias? Polarización social, resignación, una sensación de impotencia que puede alimentar el odio hacia el otro, la nostalgia de regímenes desaparecidos, el romanticismo revolucionario improductivo, las fantasías irracionales de poder. Esta exposición buscó explorar a través del arte este fenómeno poco fácil de explicar porque, entre otras cosas, se trata de un fenómeno en curso.
La principal obra de la exposición fue sin duda Ser y durar (2010-2012), una videoinstalación de Democracia para la galería ADN de Barcelona que había pasado ya antes por Berlín y que muestra a un grupo de ‘parkour’ -una subcultura de origen francés consistente en superar con agilidad los obstáculos urbanos- que, vistiendo sudaderas de un simbólico vivo color rojo, recorre el cementerio civil de La Almudena de Madrid y busca establecer un vínculo con el pasado. «No lloréis mi muerte. Proseguid la lucha. Adelante siempre. Por encima de las tumbas», reza la última lápida en aparecer en el vídeo.
En Order (2013), las fotografías de antidisturbios españoles se acompañan de lemas como » We protect you from yourselves » (Os protegemos de vosotros mismos) o » It’s either us or chaos » (O nosotros o el caos). Salvo una de las fotografías, en la que puede apreciarse con claridad el rótulo de «Policía» sobre el escudo, podría tratarse de las fuerzas de cualquier país en los que recientemente se han producido disturbios, que no son pocos. Memorial (2005), del colectivo El Perro -que más tarde se integraría en Democracia-, muestra a un soldado estadounidense se mantiene sobre su monopatín en un precario equilibrio sobre una pirámide humana de presos iraquíes desnudos y encapuchados como los que se hicieron tristemente famosos en el 2004 por las fotografías de Abu Ghraib. La escultura es algo más que un juego de palabras con la tortura aplicada en las cárceles estadounidenses ( skateboarding-waterboarding ): detrás de ella se expone Skating Iraq (2005), una fotografía que muestra a un soldado practicando skate en una base militar estadounidense en el país árabe. La invasión militar supuso, al fin y al cabo, la imposición de la hegemonía cultural estadounidense, y esta última no es, como sabemos, menos inocente que la primera, sobre todo a largo plazo. La última instalación de Democracia consiste un puesto con camisetas y bufandas con eslóganes revolucionarios como » Les Idoles n’existent pas » (Los ídolos no existen). Se trata de un proyecto común con los seguidores del Girondins de Burdeos , pero que también puede leerse como los riesgos que acarrea convertir la política en una mercancía de consumo. ¿Cómo no acordarse de la efigie del Ché Guevara en miles de camisetas?
Quizá menos directos y más sutiles que s us colegas españoles, los rumanos Mona Vatamanu y Florin Tudor participaron con obras centradas en Grecia y Rumanía. Del país heleno reproducen a escala el árbol de Navidad vandalizado y más tarde protegido por la policía durante las protestas de 2008 en la Plaza Sintagma de Atenas, acompañándolo de pinturas al óleo realizadas a partir de las fotografías de los choques entre los anarquistas y la policía en la capital griega. En Procesul (El proceso), se muestran imágenes banales de Rumanía mientras una voz en off lee íntegro el fallo del tribunal contra Nicolae Ceaușescu y su esposa, cuyo juicio sumarísimo y ejecución se retransmitieron por televisión. Dance of the Earth (2013), la instalación que cierra la exposición, hace entrar al visitante en una sala vacía en la que no hay dispuestas más que unas cuantas losas, hilo de bramante y un andén rodeado de impolutas sábanas blancas -símbolo por excelencia de la inocencia- junto a un vídeo significativamente titulado Manifestul (Manifiesto). ¿Se trata de la utopía que se ha comenzado a construir o la que se abandonó hace tiempo?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.