Recomiendo:
0

Una modesta aplicación del libro: Comprender Venezuela, pensar la democracia. El colapso moral de los intelectuales occidentales

Democracia secuestrada

Fuentes: Rebelión

6l gran día de la democracia, el 27M, ya ha pasado. Todos hemos podido decir sí o no a las listas que nos han presentado para que todo siga igual y nada cambie. Previamente nos abrumaron con la campaña publicitaria, gobierno y oposición, con lo bien que iba todo y lo mejor que vamos a […]

6l gran día de la democracia, el 27M, ya ha pasado. Todos hemos podido decir sí o no a las listas que nos han presentado para que todo siga igual y nada cambie. Previamente nos abrumaron con la campaña publicitaria, gobierno y oposición, con lo bien que iba todo y lo mejor que vamos a ir o lo mal que lo han hecho los otros. Nada nuevo.

El viernes por la tarde decía radio nacional con mucho énfasis que quedaban 37 horas para que hablaran las urnas, pero, no decía que quedaban 49 para que callaran y se cerraran a cal y canto durante cuatro años. El día de las elecciones, el domingo, también por la radio, la alcaldesa de Gijón, ahora reelegida, incitaba a la población a votar diciendo: hoy toca hablar a los ciudadanos y a los políticos escuchar (Aunque éstos no pararon de hablar ni siquiera el día de las elecciones). Como en el primer mensaje: un día para ti y exactamente mil cuatrocientos sesenta para mí. La democracia, claro, no es perfecta, nos dicen.

En ese solemne día elegimos a los que han de gobernarnos y, además, decidan qué es lo que necesitamos, quién nos administra y cómo repartir los bienes y recursos disponibles. La élite de los partidos confecciona las listas cerradas y el poder económico financia el marketing para vender siglas y candidatos en el mercado de la campaña electoral. Las elecciones son y se hacen desde arriba; esto es esta democracia y así entienden la participación popular.

El partido más votado es la abstención junto con el voto en blanco y nulo que, sin duda, cabe interpretar como rechazo implícito o explícito a las listas o a los partidos. Así las cosas, quien gobierne lo hace con sólo el 25 o 30% del censo dado el escaso 60% de votos a los que aún habría que restar el de los pequeños partidos y coaliciones locales excluidos, de hecho, por la ley electoral diseñada para el bipartidismo. Estas son las cuentas de la «democracia representativa»: una papeleta con nombres y apellidos ya escritos y decididos, aparte del edulcorante de volver a los cuatro años para repetir el mismo ritual, aunque tampoco les importa mucho ni el voto ni la urna, pues gobernarán y administrarán vidas y haciendas con tu voto o sin él, contigo o sin ti. Quienes han de gobernar y administrar ya han sido elegidos de antemano; en las elecciones sólo toca elegir el color del administrador, porque el poder económico -el real- continuará siendo el mismo. Esto es la «democracia representativa»: una democracia secuestrada.

En cambio, otra alternativa posible y cada vez más necesaria, es la que se acerca a la «democracia participativa» en la que además de votar -de echar la papeleta y ¡vuelva usted dentro de cuatro años!- se requiere la participación continuada en la gestión de lo propio y de lo que a cada uno le conviene pero que ahora se delega -qué remedio- en una papeleta impresa (e impuesta) desde tan arriba que ni siquiera se sabe cuándo ni quién la ha confeccionado y, mucho menos, quién la financia ¿Es que alguien sabe cómo se financian los partidos? Con cuatro afiliados «autofinacian» campañas y mantienen una burocracia propia de multinacionales millonarias que, en realidad, es lo que son, quedando a su servicio y al de las sacrosantas urnas y sus listas precocinadas. Este es su juego, no el de la mayoría a la que dicen representar, pero que olvidan y ningunean a lo largo de toda la legislatura.

Hay demasiados problemas y conflictos en el país y en el el mundo y su solución está cada vez más lejos de este modelo impuesto de «democracia representativa» en la que todo se resuelve delegando, precisamente, en unos representantes que lo son del poder económico. Los recursos, materias primas, energía y medio ambiente son limitados y presentan problemas de saturación o agotamiento. El modelo neoliberal cada vez se hace más agresivo (represivo) siendo los «elegidos» de la democracia representativa, quienes más lo atizan por lo que no pueden ser ellos, precisamente, quienes lo resuelvan. La democracia secuestrada por los propietarios del modelo «representativo» que rechaza toda participación y niegan cualquier «democracia participativa» a la que descalifican despectivamente como populista. Y, lo que es más grave, la propia izquierda lidera y antepone la representación a la participación.

Para comprender mejor el significado, desarrollo y puesta en práctica de la democracia participativa y la libertad de expresión no estaría demás recordar (y leer) el libro subtitulado «El colapso moral de los intelectuales occidentales» de Fernández Liria y Alegre Zahonero de la Complutense de Madrid, mucho nos va en ello y nadie mejor para explicarlo.