Si Dios quiere, como diría Rajoy, y si dios no lo remedia, como digo yo, la derecha más retrógrada de Europa (PP), con el apoyo del sector más reaccionario de la Santa Madre Iglesia, será la que -con mayoría absoluta- mandará en este país a partir del próximo 20 de Noviembre. Esta situación se produce, […]
Si Dios quiere, como diría Rajoy, y si dios no lo remedia, como digo yo, la derecha más retrógrada de Europa (PP), con el apoyo del sector más reaccionario de la Santa Madre Iglesia, será la que -con mayoría absoluta- mandará en este país a partir del próximo 20 de Noviembre. Esta situación se produce, principalmente, por el desengaño del ciudadano ante las políticas reaccionarias de gobiernos que se autoproclamaban de izquierdas, para luego hacer políticas de derechas. Y es natural que esto ocurra, el ciudadano se cabrea al sentirse engañado, otra vez, por la mala utilización de su voto. El problema surge cuando, después de cambiar el voto a cualquiera de las otras opciones que consideras de izquierdas, pero con escasas posibilidades de gobernar, o simplemente no votas, te encuentras con el efecto boomerang: has conseguido echar a la derecha camuflada y te encuentras con la auténtica. La de verdad. Una derecha como Dios manda.
Es posible que esta rocambolesca situación se deba a la mala interpretación que el ciudadano hace del concepto izquierda-derecha, concepto que nace durante la Revolución Francesa (1789) como analizador de la posición política que cada uno defiende. Los jacobinos: defensores de la igualdad y la libertad, se sientan a la izquierda del presidente en la Asamblea Nacional. Los girondinos: que representan a la burguesía y el clero, ocupan los asientos de la derecha.
Estamos en el siglo XXI, y aunque básicamente los conceptos izquierda-derecha, pueden significar lo mismo, se han producido tantos y tan importantes cambios, sobre todo en el llamado primer mundo, que sería conveniente aclarar lo que realmente debería significar votar a derecha o izquierda en la actualidad en Europa y más concretamente en España, con la lacra de la triste historia que nos persigue, y que no hemos sido capaces borrar, de los últimos doscientos años.
El concepto «derecha» en la política, está asociado al liberalismo, un sistema filosófico utilizado en el siglo XVIII por la pequeña y mediana burguesía, para hacer frente al absolutismo y que, más tarde, dio paso a la democracia liberal del siglo XIX. En la actualidad, la derecha española es un potente aglomerado de ideologías, con una confusa y peligrosa mezcla de fascismo, liberalismo y populismo que yo resumo en una palabreja: «fascioneoliberalpopulismo».
En lo que, políticamente llamamos «izquierda», también nos encontramos con diferentes opciones: socialdemócratas, socialistas, comunistas, anarquistas y ecologistas. Pero en este caso, y como en tantas otras ocasiones (algunas con resultado dramático), no hay unanimidad de criterios a la hora de enfrentarnos, en las urnas, a un enemigo común, que ahora más que nunca nos esta demostrando la insaciable avaricia, con la que siempre se le ha identificado: el sistema capitalista (ahora lo llaman mercados), que es el verdadero culpable de la gravísima situación en la que nos encontramos y que se presenta, camuflado de demócrata y arropado por la Iglesia para, utilizando las privatizaciones y los recortes en los logros sociales que tanto ha costado conseguir, volver a tomar las riendas de un país, que, yo creo, la inmensa mayoría de sus ciudadanos, no se merecen.
Y ahora somos, esta inmensa mayoría de ciudadanos indignados los que deberíamos, con nuestro silencio en las urnas, hacernos oír por los políticos que dicen representarnos, para que después de cerrar los colegios electorales tengan que hablar más de una gran abstención en las urnas que del reparto de unos votos para conseguir unos escaños.
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rCR