Además de su asombrosa belleza, estos animales han jugado un importante papel para prevenir la extensión del desierto que en su avance incesante anualmente convierte en inservibles vastas áreas de tierras destinadas a la agricultura y la ganadería. Las agraciadas especies de antílopes y gacelas del desierto han sido prominentes en la vida folclórica de […]
Además de su asombrosa belleza, estos animales han jugado un importante papel para prevenir la extensión del desierto que en su avance incesante anualmente convierte en inservibles vastas áreas de tierras destinadas a la agricultura y la ganadería.
Las agraciadas especies de antílopes y gacelas del desierto han sido prominentes en la vida folclórica de esa región durante miles de años. Su caza ha estado reservada para el privilegio de emperadores, personajes aristocráticos, y para turistas con el suficiente dinero para pagar sumas sustanciales a los pobladores locales.
Según afirman expertos en la conservación de la vida animal, los parques zoológicos de varios países pueden convertirse dentro de poco en los únicos lugares en que podrán observarse los antílopes y gacelas del desierto.
Señalan que desde hace unos 20 años, estos animales forman parte de las especies más amenazadas del mundo. Desde entonces, las guerras civiles en diversas naciones, las presiones de las poblaciones en crecimiento y la expansión de la pobreza, han tenido efectos desastrosos para la población y la fauna.
La extinción, sin embargo, no es nada nuevo. Hace ya un siglo la población de antílopes se convirtió en víctima del turismo de caza organizada.
Todavía hoy se siguen organizando safaris de caza -sobre todo para los nuevos ricos de la península Arábiga- donde se les dispara desde helicópteros y vehículos todo terreno.
Pero la caza en el desierto del Sahara, cuya extensión es de cuatro mil kilómetros, se está acabando, ya que quedan pocos animales que buscar. Ninguna otra región del mundo ha perdido tantos ejemplares como el Sahara, y las pérdidas incluyen especialmente a mamíferos y pájaros.
El dramático declive de la biodiversidad del norte de Africa es debido a una sobreexplotación humana de los pocos recursos que existen en ese limitado ambiente, dando un serio golpe al equilibrio ecológico del Sahara.
El excesivo uso de agua, posturas, esfuerzos agrícolas, la ampliación de los centros urbanos y la caza han causado una extensión del desierto y una disminución de los recursos disponibles.
Para las especies sobrevivientes, la situación es de extrema gravedad. La pérdida de recursos naturales y hábitat acelera las posibilidades de futura extinción de los mamíferos y de los pájaros del Sahara.
Especialistas en ecología manifiestan una especial preocupación. Los antílopes, sin embargo, tienen una genética que les permite sobrevivir en el seco ambiente del desierto: pueden estar meses sin beber agua.
Su capacidad para sobrevivir en grandes regiones secas e inhabitables ha sido durante mucho tiempo uno de los misterios favoritos de los biólogos. Las especies bien adaptadas a la zona sustituyen el agua dulce con pequeñas cantidades de agua que encuentran en plantas del desierto.
En la búsqueda de pastos a menudo escasos, atraviesan largas distancias en las que no existen vegetaciones de ningún tipo. También su propio papel en el ecosistema del Sahara es de una gran importancia.
En comparación con los animales domesticados del desierto -ganado, cabras, camellos- el pasto de los antílopes se concentra en ciertas plantas que no son esenciales para prevenir una progresiva extensión del Sahara.
El proceso de extinción es rápido y, aparentemente, imparable.
El antílope oryx -la especie más grande del desierto con impresionantes cuernos en forma de sable- ha desaparecido completamente y sólo puede ser visto en zoológicos. Un total de seis especies más de antílopes y gacelas están fuertemente amenazadas.
La Convención sobre Especies Migratorias (CEM), un departamento financiado por Naciones Unidas, está tomando medidas para prevenir ese triste final y salvar esas especies.
Egipto, Libia, Túnez, Argelia, Marruecos, Senegal, Mauritania, Burkina Faso, Mali, Níger, Nigeria, Chad, Sudán y Etiopía, trabajan con el CEM para proteger antílopes y gacelas. El plan es crear grandes parques nacionales y otras áreas protegidas para reforzar su crianza a fin de evitar su extinción.