Con motivo del Día de la Mujer el 8 de marzo, los medios y colectivos comienzan a difundir las habituales cifras que confirman la discriminación. Así, nos recuerdan que, aunque en España la mitad de las ministras del gobierno son mujeres, sólo lo son dos de los directivos de las 35 empresas privadas más importantes. […]
Con motivo del Día de la Mujer el 8 de marzo, los medios y colectivos comienzan a difundir las habituales cifras que confirman la discriminación. Así, nos recuerdan que, aunque en España la mitad de las ministras del gobierno son mujeres, sólo lo son dos de los directivos de las 35 empresas privadas más importantes.
También se repite la noticia de esa tradicional injusticia de que las mujeres cobran un 30 % menos que los hombres. Se entiende que en el sector privado porque el sector público no plantea diferencias de sexo en los salarios.
Otro dato es que cuatro de cada cinco empleos temporales son ocupados por mujeres. De nuevo este porcentaje de temporalidad en función del sexo corresponde al sector privado donde existen puestos de trabajo planteados para mujeres que, en su mayoría, no son estables.
Hasta aquí los datos que todos los sectores y grupos políticos dicen sentirse indignados al reconocerlos.
Por tanto, una de las conclusiones a la que podemos llegar es que la desigualdad y la discriminación laboral de la mujer es algo intrínseco de la economía privada. No quiero decir que no la pueda haber en el sector público, pero es en el privado donde se instala de una forma endémica y donde la incapacidad de los poderes públicos para resolverla es más evidente.
Todo ello lleva a una reflexión que ya no parece que nadie plantee con facilidad. No bastan pronunciamientos ni declaraciones para lograr la igualdad laboral de la mujer. Sólo la apuesta por una economía pública puede atajar el problema. Podremos tener a golpe de decreto muchas mujeres ministras y mucha igualdad laboral en los funcionarios de cualquier sexo, pero la economía privada seguirá aplicando sus criterios de abuso con el más débil. Y esta conclusión es a la que no se atreven a llegar quienes tanto critican esa desigualdad laboral, porque una cosa es pregonar igualdad de sexos y otra es criticar la economía privada.
Nota: El antetítulo «En dos mil carácteres» hace referencia al número aproximado de caracteres del texto y será un término habitual utilizado por el autor para una sección de artículos de opinión de este autor.