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Desigualdades y urgencias para un nuevo año

Fuentes: Rebelión

Sin lugar a dudas hemos vivido el Fin de Año con la mayor desigualdad en Cuba en más de seis décadas.

Una realidad en la que una minoría se hace cada vez más rica, -la que menos aporta socialmente-, mientras que la mayoría, incluyendo la parte de la población que mayor aporte social produce, se empobrece cada vez más. La nueva burguesía construye desde cero sus residencias e importa automóviles cada vez más lujosos mientras otros tienen apenas qué comer.

Es comprensible que se llegó a esta situación actual no por voluntad del gobierno, sino por la crisis de liquidez en divisas en la que se vio tras la pandemia. Ante esta, no falta quienes sugieren que se “eliminen subsidios”, lo que un gobierno presionado finalmente se vería empujado a hacer, dejando caer más aun el peso de la vida sobre una población cada vez más empobrecida. Ya han desaparecido completamente programas de asistencia social, como la venta por la Libreta de leche para los enfermos, por poner un ejemplo concreto.

Una diferencia principal entre la actualidad y el Período Especial, es que, en aquel momento, aun cuando se había derrumbado el socialismo en Europa, el gobierno cubano no cayó en una crisis de desorientación ideológica. En cambio, ahora pareciera haberse perdido el sentido principal de un Estado socialista. Es cierto que no se pueden multiplicar los panes y los peces, como tampoco podía hacerse en el Período Especial. Pero sí se puede distribuir mejor lo que se tiene.

Al interior de la crisis en la que se ha visto el socialismo y a la inexistencia cada vez mayor del precepto “De cada cual según sus capacidades, a cada cual según su aporte”, -en tiempos de médicos que para subsistir se han visto obligados a convertirse masivamente en camareros-, debería introducirse una dosis del precepto comunista “De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”.

Es urgente cambiar la situación actual, en la cual los nuevos ricos tienen una Libreta y reciben los “mandados” cada mes, mientras en el otro extremo la parte más pobre de la población no tiene qué comer o busca en la basura. En el medio, una gran masa de población, tanto la que trabaja para el sector estatal, como muchos sencillos trabajadores por cuenta propia, no pueden prescindir de la Libreta.

Los mecanismos para saber quiénes no necesitan recibir esos productos existe. Basta fijarse en la ONAT, en las declaraciones de impuestos, para comprobar cuantas personas han declarado ingresos que dejan ver que ni ellos ni su “núcleo familiar” necesitan ayuda alimentaria del Estado. Es el mejor indicador que se tiene para saber a quién quitarle la Libreta. Debe crearse también la forma en que esas personas pueden solicitar ayuda en caso de que la necesiten de nuevo.

Sin embargo, todas las viviendas en Cuba tienen una Libreta asignada. El mayor absurdo no es que se subsidian productos, sino que se subsidien direcciones legales. Cada dirección (número de vivienda tal, calle tal, etc) tiene una libreta y se le considera un “núcleo”. Desde los hogares que realizaron una cena fastuosa por fin de año, hasta aquellas en las que apenas hay arroz y comprar un boniato es un lujo.

Algo importante que se debe atajar es que en las mentes de la tecnocracia que hemos sufrido en los últimos años, esos “mandados de la bodega” que se podrían dejar de dar, se pueden convertir en ahorro para el Estado. Usar ese dinero en otra cosa. No es de dudar que haya en el gobierno quien piense así. Otros pueden pretender utilizar los mandados de la bodega, -jugando con los precios, y eliminándole el margen de subsidio a los productos, despojándolo así de su carácter de asistencia social-, para usarlo como un mecanismo recaudatorio mayor para captar el dinero que se emite hacia la calle en forma de salarios, una vez que se ha privatizado el comercio minorista estatal que hacía esa función. Darle una misión contraria a aquella para lo que se creó la Libreta, que debe estar claro que es un mecanismo de distribución justa y asistencia social, y no una forma de recaudación monetaria. Es por eso que el pensamiento tecnocrático, que consiste en la gerencia de los recursos sin conciencia social, es tan nocivo para el socialismo.

Con frecuencia se le echa en cara al pueblo, con el mismo tono soberbio del “murillismo” con el que Fidel nunca habló, que el Estado se gasta miles de millones de dólares cada año en importar esos mandados. Ya resulta insultante que nos lo repitan una y otra vez mientras no se ha hecho nada para redistribuir con justicia social ese volumen de importación.

No es mucho, pero las libras de arroz, los huevos, el aceite, los frijoles, el café, el azúcar, la sal, la leche, el pollo, el picadillo, el pan y alguna cosa más que se entrega a personas que en la ONAT declaran, por solo mencionar una cifra, 100 mil pesos de ingresos mensuales o más, -lo que evidencia que en su hogar no es necesaria la Libreta-, puede entregarse a los que menos ingresos tengan, con su libreta identificada como caso de mayor necesidad. Puede que sea difícil determinar quién debe recibirlos, pero hay muchos que se tendrán ya identificados, y contando con los recursos pueden identificarse más ya con la intención de entregárselos. De esa forma se pudiera quizás llegar a cifras como quitarle al millón de cubanos que menos lo necesita, para darle más al millón que vive en la mayor pobreza. Esa sería la Revolución.

En todo caso, necesidades de consumo social no faltan. No tiene tampoco sentido que la capa más rica de la población reciba esos alimentos, mientras en las escuelas, círculos infantiles y los locales del Sistema de Atención a la Familia (SAF) –que todos los días da de comer a los más necesitados y no solo en fin de año como un acto de caridad publicitaria de algún restaurante privado- haya apenas comida para servir.

Pero, por el contrario, en estos días ha sido chocante escuchar decir ante la Asamblea Nacional que se ha sido “extremadamente morosos”, -sin rendir cuenta alguna de por qué- o sea, que no se ha trabajado en esa mejor distribución en la misma proporción, o más, de lo que se ha trabajado para propiciar la condiciones para el enriquecimiento de una minoría empresarial privada.

Indudablemente la dirección del Estado se ha desvelado también en estos últimos años por muchas otras cosas, bajo la presión del bloqueo, como la lucha contra la COVID, desastres naturales, terribles accidentes, y la supervivencia en general del país. Pero en medio de todo eso… ¿Cuántas reuniones gubernamentales y ministeriales han consumido el tema de las Mipymes? Incontables.

En su sabiduría, el pueblo es capaz de notar que pareciera existir un mayor interés personal y familiar de una parte de los funcionarios en dedicar el tiempo y esfuerzo en impulsar más unos temas que otros. Gestión gubernamental no ha faltado, por ejemplo, para que se puedan importar legalmente no uno, sino varios automóviles. Ha sido entonces una morosidad selectiva. Es por eso que hay que exigir que los esfuerzos del gobierno se concentren en dar prioridad a los “cambios” que son más necesarios para el pueblo y no en los que benefician a una élite social.

Habría que ver cuántas agencias extranjeras han ofrecido su asesoría técnica para que la Libreta funcione mejor como mecanismo de asistencia social, con la misma generosidad con que la ofrecen para asesorar a los nuevos actores económicos privados.

Una redistribución más justa no depende de inventarse sistemas informatizados, ni estructuras supercomplejas, y mucho menos sustituir el sencillo pero práctico cartón y papel de la Libreta por alta tecnología. Basta con dejar de emitir varias decenas de miles de ellas (hasta se ahorra papel) y entregar el doble de productos a las libretas de los que peor están.

Ese es el uso con sentido de justicia social que se le debe dar a esos miles de millones de dólares de importación. Que se seguirían usado cada año en la misma cuantía para importar barcos de arroz, de aceite, de leche, pero para que lleguen a quienes de verdad lo necesitan y dentro de estos, a los que lo necesitan más.

Los dólares que cuesta importar la “canasta básica” no salen de la nada, ni de los impuestos a las Mypimes, salen del trabajo colectivo de ese mismo pueblo -organizado en el sector estatal- que tan mal los recibe. El pueblo que en su forma más productiva –la verdaderamente productiva- y a la vez peor remunerada, aporta la economía principal de este país. Salen de lo que produce ahora lo que los jubilados trabajaron en su juventud por construir.

Cuando los que repiten una y otra vez que hay que eliminar subsidios, hayan dejado de ser ¨morosos¨ en su responsabilidad de acabar de redistribuir esos miles de millones de dólares en alimentos importados de la Libreta, esperemos que no tengamos que escuchar más en la televisión que se le diga al mismo pueblo que trabajó tantos años para construir el socialismo, que le cuesta mucho dinero al Estado alimentarlo. Hacerle sentir al pueblo que no es el dueño de los recursos del Estado, sino una carga para estos.

Esta es una crítica dura, pero la cosa no está para paño tibio. Habrá a quien no le guste, pero lo importante es que haga reflexionar.

Para recordar que esta no es la Revolución de las “mypimes”, los “nuevos actores económicos”, los “emprendores”, sino la “de los humildes, por los humildes, y para los humildes”. Quizás haya quienes necesiten una sacudida que se los recuerde, para, si no como Fidel, por lo menos que se actúe como Robin Hood.

Glosario:

Período Especial: En Cuba se le llamó así a la profunda crisis económica en la que cayó el país durante los años 90 al disolverse la Unión Soviética, su principal aliado económico hasta entonces.

Libreta: Pequeño bloc de papel que en Cuba es asignado a cada hogar desde 1962, en ella se refleja el número de personas que la integran y se anota la entrega de productos que el Estado vende mensualmente a las familias a precios subsidiados.

Mandados: Forma coloquial en que los cubanos llaman a los productos que se venden través de la Libreta. “Coger los mandados” significa hacer la compra mensual de estos productos.

Bodega: En la mayor parte del país se le llama así al local en el que se venden los productos subsidiados.

Murillismo: Se refiere a Marino Murillo, Primer Ministro y Ministro de Economía de Cuba entre 2009 y 2016.

ONAT: Oficina Nacional de la Administración Tributaria. En Cuba es la entidad encargada del cobro de los impuestos.

Círculos infantiles: Guarderías estatales para madres trabajadoras en el sector público. Son gratuitas y solo se cobra una módica cuota según el salario de la madre por el concepto del almuerzo que se sirve a los niños. El valor de la cifra es simbólico y mayormente el costo es asumido por el Estado.

Sistema de Atención a la Familia (SAF): Red de comedores sociales donde se sirven comidas a precios muy bajos a personas en situación de indigencia o con muy pocos ingresos, principalmente ancianos.

Asamblea Nacional: La Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) es el Parlamento cubano.

Mypimes: Siglas de “medianas y pequeñas empresas”. En Cuba el término además se refiriere principalmente a las empresas de propiedad privada, permitidas en 2021.

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