A pesar de que la manifestación del 15 septiembre ha sido posteriormente eclipsada por la del 25S y las siguientes movilizaciones relacionadas con ella, no quita que las dos fechas compartan haber dejado claro que hay mucha gente muy descontenta y con la voluntad de luchar. El 15S, por su magnitud, fue una enorme muestra […]
A pesar de que la manifestación del 15 septiembre ha sido posteriormente eclipsada por la del 25S y las siguientes movilizaciones relacionadas con ella, no quita que las dos fechas compartan haber dejado claro que hay mucha gente muy descontenta y con la voluntad de luchar.
El 15S, por su magnitud, fue una enorme muestra del gran enfado que existe. Sin embargo, predominó un ambiente más bien festivo que de rabia. Además, la falta total de continuidad concede credibilidad a la teoría de que la manifestación sirvió a CCOO y UGT como válvula de escape para evitar tener que convocar otra huelga general.
La manifestación del 25S, aunque mucho más pequeña, ha tenido bastante más impacto. Sin lugar a duda, la conducta vergonzosa de la policía tuvo su papel en la repercusión mediática del 25S, con imágenes de infiltrados y pelotazos que recorrieron el mundo. Pero el planteamiento de la movilización también representó un avance importante al romper con una idea bastante generalizada de que las y los políticos son irrelevantes, y que en general nuestras movilizaciones no deberían organizarse en torno a lo que hacen. Por un lado es verdad que las instituciones «democráticas» son sólo representantes de los verdaderos poderes económicos – los bancos, inversores y grandes empresas. Pero no dejan de ser las instituciones desde donde se imponen las medidas neoliberales de estos poderes económicos.
La protesta del 25S se basaba en la ilegitimidad de estas instituciones y, por tanto, los intereses que representan. Además planteaba una seria de medidas, los detalles de los cuales se podrían discutir, pero que en su esencia representan otro tipo de democracia por completo. De ahí lo radical de la convocatoria y, por consiguiente, la sensibilidad policial frente a lo que era un desafío directo a la democracia burguesa.
Sin embargo, a pesar de sus muchas diferencias con la convocatoria del 15S, la del 25S también presenta cuestiones sobre hacia dónde vamos. A pesar de su valentía y que una protesta de este tipo sirve para mucho en sí, el 25S no deja de carecer de una estrategia de continuidad. Esta estrategia tiene que ir más allá de manifestaciones puntuales, aunque sean grandes. El proceso revolucionario egipcio muestra precisamente eso, la caída de Mubarak fue provocada finalmente cuando la presencia de las masas en las calles se vio reforzada decisivamente por una oleada de huelgas.
Esta combinación de movilización masiva en las calles y la fuerza que tiene la clase trabajadora organizada para parar la economía será clave para conseguir cambios políticos. Unir movilizaciones como las del 15S y el 25S con huelgas como las del transporte público de Madrid y Barcelona o la huelga general de Euskal Herria será un paso importante en esta dirección. Al mismo tiempo, un plan de luchas que dé continuidad y masividad a las movilizaciones podría hacer tambalear los gobiernos de los recortes.