El Memorial Democràtic edita las agendas del teniente Blasi, que dirigió la evacuación del patrimonio de la II República y la Generalitat al final de la Guerra Civil.
«La carretera estaba ocupada por los facciosos y cogieron el anterior camión. Del nuestro pudimos salvar su contenido pasándolo por la montaña». Principios de febrero de 1939 en la frontera hispano-francesa. Con el ejército de Franco pisándole los talones, Alexandre Blasi, teniente de carabineros, comanda la operación para salvar los tesoros artísticos de la República y de la Generalitat.
La misión, de la que han corrido versiones y bulos varios a lo largo de los años, fue narrada al detalle por el propio teniente Blasi en seis pequeños cuadernos que habían permanecido inéditos más de 70 años hasta que los hijos del carabinero los encontraron en una casa familiar del Empordà y se los entregaron al Museo Memorial del Exilio de La Jonquera. El resultado es el libro ‘Les agendes del tinent Blasi (1939-1942)’, editado por el Memorial Democràtic.
«Blasi no es un gran nombre de la historia, pero su testimonio es clave para componer la historia», resume la investigadora y doctora en historia del arte Gemma Domènech, editora de los diarios junto a los historiadores Joaquim Nadal y Miquel Serrano. Los diarios permiten sacar a Blasi del anonimato y lo convierten en uno de los personajes destacados en la salvaguarda del patrimonio artístico al final de la Guerra Civil. Las obras lograron llegar a Ginebra tras permanecer protegidas en la masía Perxers de Agullana y en la Descals de Darnius, en el Alt Empordà, cerca de la frontera francesa; en la mina Canta de La Vajol y en Figueres, última parada de los dirigentes republicanos antes del exilio.
Las agendas de Blasi dan cuenta de que la operación estuvo en peligro en algunos momentos ante el miedo por el avance de las tropas franquistas y sus bombardeos. «Algunos chóferes de los camiones se negaron a venir ya que el peligro era mayor en cada momento», escribe el teniente el 7 de febrero, que tuvo que pedir a su superior «gente para cargar» las obras. Uno de los últimos dos camiones fue capturado por los franquistas a pocos metros de La Jonquera y las obras que iban en el otro fueron finalmente transportadas hasta el primer pueblo francés, Les Illes, a pie por la montaña, tras una avería del vehículo.
«Estuve en el mas Cros [donde se hospedaba], y pese a que no me despedí, sabía perfectamente que era mi última visita. La emoción me dominaba pero pude dominarme», escribe Blasi tras su último transporte. Blasi no detalla qué obras transportó, pero investigaciones posteriores como las realizadas por el catedrático de la Universidad Complutense de Madrid Arturo Colorado han detallado que el día 5 de febrero de 1939 fueron 22 convoyes los que salieron desde la Vajol y Peralada y pasaron a través de la Jonquera hasta el Chateau Bardou, en la localidad francesa de Céret. En total, esos días se enviaron 71 camiones con cargamento artístico desde los refugios del Empordà. De ese movimiento dejaron constancia en sus informes los miembros del Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles, que firmó el Acuerdo de Figueres que hizo posible el traslado de las obras hasta Ginebra una vez cruzada la frontera.
El relato de Blasi permite conocer el proceso de salvaguarda de los tesoros artísticos, además de suponer un testimonio de primera mano de la desazón republicana en los últimos días de la guerra y los primeros del exilio. «Los facciosos habían entrado en Barcelona en formaciones correctas y sin disparar un tiro. No hace falta decir el efecto que me causó. Penaba de qué habían servido dos años y medio de tragedia», lamenta el teniente tras conocer que las tropas franquistas no habían encontrado resistencia en la capital catalana y que se dirigían imparables hacia la frontera.
Una vez en el exilio, las preocupaciones del teniente versan sobre el devenir de su familia y su querida Pepeta, así como el de sus hombres que, al contrario que él, quedaron recluidos en los campos del sur de Francia. En paralelo, las gestiones para tener los papeles en regla, y las explicaciones que tuvo que dar a Timoteo Pérez Rubio, pintor y responsable del traslado a Ginebra del tesoro artístico. Más tarde, el dilema de volver a Barcelona, donde finalmente regresó en abril de 1942 pasando por el mismo camino de montaña por donde se había exiliado tres años antes.
Los dietarios sin embargo no volvieron a Barcelona, cuenta Domènech, sino que permanecieron durante décadas en una casa familiar del Empordà. Blasi tampoco se los enseñó a su familia. «A lo mejor fue para protegerse, o por miedo», valora la investigadora. Es algo habitual entre la generación republicana que vivió la Guerra: el silencio posterior a la derrota roto por sus hijos y nietos, que tienen interés en saber y no olvidar.
Las agendas del teniente Blasi tienen otro elemento de interés, más allá de la propia narración sobre el traslado de la obras y la vida en el exilio. Permiten enterrar de una vez por todas las teorías y bulos, creados por el franquismo pero divulgadas también ya en democracia, sobre una supuesta complicidad del gobierno republicano y de la Generalitat en la destrucción del patrimonio artístico. «La destrucción de patrimonio se llegó a equiparar con la quema de conventos cuando ocurrió lo contrario: la Generalitat creó grandes depósitos para salvaguardar el patrimonio, tanto el que estaba en las iglesias como el de familias que le cedieron sus obras de arte para salvarlas», asevera Domènech.
La concentración de las obras, destaca la investigadora, se efectuó para salvaguardarlo de los efectos de la guerra, pero también para dotarle de la categoría de patrimonio. Para ejemplo, el caso de Girona, que Domènech conoce bien: «La comisión de protección de patrimonio encargó un cartel en el que ponía ‘museo del pueblo’ para la entrada de la catedral, donde estaban concentradas las obras. Hay muchos documentos, incluso anuncios de prensa, en que la Generalitat muestra su intención de que los depósitos, también los de obras religiosas, sirvan para crear museos, porque son el trabajo hecho por obreros de otras épocas». Además de la salvaguarda del patrimonio republicano, otra de las líneas de investigación que mantiene abierta el equipo de Domènech es qué hizo el régimen de Franco con las obras que los hombres del teniente Blasi no pudieron salvar.