Recomiendo:
0

¿Dónde estaban los «patriotas» cuando sus elegidos saqueaban España?

Fuentes: Rebelión

En el Teatro de la Vida el personaje más miserable siempre representa voluntariamente el papel de esclavo. No debería sorprendernos la eclosión de «Franquismo Sociológico» que en las últimas semanas ha preñado de banderas monárquicas los balcones hispanos. Como el dinosaurio del cuento «siempre estuvo allí», emboscado en la «placidez, normalidad y naturalidad» (Mayor Oreja […]

En el Teatro de la Vida el personaje más miserable

siempre representa voluntariamente el papel de esclavo.

No debería sorprendernos la eclosión de «Franquismo Sociológico» que en las últimas semanas ha preñado de banderas monárquicas los balcones hispanos. Como el dinosaurio del cuento «siempre estuvo allí», emboscado en la «placidez, normalidad y naturalidad» (Mayor Oreja dixit) con la que lo vivieron los sectores beneficiados por el Régimen y las orejeras que reducen la visión de España al erial mental donde lo ha situado siempre el Conservadurismo.

La diferencia es que hoy no ocultan la identidad y desfilan por la pasarela «Una, grande y libre»con todos los abolorios a juego sean estos tirantes, bolsos, banderas al cuello o pulseritas. El único complemento del «prêt à porter Todo por la Patria» que aún no se atreven a lucir es el aguilucho fácilmente reconocible pese a taparlo el mantra «No somos fachas -excusatio non petita- somos españoles».

Lo que si debería ponernos a cavilar es el triunfo en la actual realidad política del enanismo intelectual representado por esa reducción al absurdo que deforma interesadamente la imagen de España/Cataluña para espolear el sentido de pertenencia tribal («A por ellos, oe, a por ellos oe/ Espanya ens roba…») vendido como única seña de identidad colectiva. Porque al relato político sin matices del blanco y bueno (mis posturas) / negro y malo (las tuyas) se están apuntando sectores populares que, a diferencia del dinosaurio antes citado, «no deberían estar allí».

Y esa miopía que tensa a la Sociedad puede ser terrible pues si echa a rodar la bola de nieve y agranda hasta convertirse en alud, no podemos garantizar con certeza hasta donde llegarán los daños. Como dice el refrán » No hay peor sordo que el que no quiere oír » y para nuestra desgracia el griterío propio viene acompañado de hipoacusia ante los argumentos contrarios.

La actual situación tiene mucho de esperpento político. Si definiésemos el término siguiendo el ejemplo DRAE podría valer:

«Género político alentado al alimón por Puigdemont y Rajoy [la Derecha española -el Procés/ centralistas- independentistas… da igual] que al deformar sistemáticamente la realidad, recargando los rasgos grotescos y absurdos del rival, mientras tapa los propios, consigue gracias a argumentos en gran medida falsos y a la desmedida utilización de lugares comunes y cinismo, sacar a la luz lo peor de cada casa, a la vez que desecha por traidoras y débiles las apelaciones al diálogo y a buscar puntos de encuentro. Consumido en altas dosis -24 horas de administración sin descanso en TVE o TV3- provoca el olvido de los desmanes, corrupción y saqueo auspiciado en las últimas décadas por los gobernantes centrales y autonómicos».

Sólo en clave de sainete pueden aparecer abrazados a la Constitución del 78 quienes la rechazaron en su momento. Sin ruborizarse se limpian el trasero con los artículos de contenido social mientras anulan las libertades teóricamente recogidas en ella con leyes Mordaza y Represivas.

O ver ahora disfrazados de vestales sin mácula dispuestos a ofrendar «la virtut»en aras de la «Independència de Catalunya» a quienes sostuvieron los gobiernos de González, Aznar, Zapatero, Rajoy para aplicar, totalmente de acuerdo, sin disenso ni banderas, las mismas medidas antisociales o los mismos recortes/»retallades». Intercambiables, unos al son del «Cheron, cheron,tacheron», otros al del «Bon colp de falc».

Las cortinas de humo españolistas/independentistas han tapado el nítido horizonte de corrupción hasta ayer visible. Pujol puede pasear tranquilo, sin abucheos, por la Ronda del General Mitre y hasta pedirle si hace falta el martillo a quien rompió los ordenadores de la sede del PP. Esa cuya reforma pagada en dinero negro tapa hoy una inmensa bandera.

La apelación al «Somos los mejores» triunfa cuando lleva siglos sostenida por la fe del carbonero, esa que hace sentir como propios los privilegios de la clase dirigente que nunca se tendrán . El mismo sistema de creencias que considera inmutable la estructura social aunque sus pilares se asienten sobre la Injusticia y recupera periódicamente el «Vivan las cadenas». Da igual que el objeto de adoración sea una bandera rojigualda, cuatribarrada estelada. Tampoco lo redimiría poner una vela a la tricolor si a cambio se anula el análisis crítico.

Como no veo TV3 aunque me llegan pinceladas del programa Polonia, ignoro si existe un personaje de ficción que encarne tópicamente al «patriota catalán». Si vislumbro al «patriota español» en el personaje Antonio Recio de la serie «La que se avecina». No se le cae de la boca el «Viva España, viva el rey, viva el orden y la ley» aunque esté dispuesto a saltarse todos los frenos legales si así se sale con la suya.

En este instante en el que los fogones de Barcelona y Madrid hornean patriotas (aún a riesgo de que algunos se chamusquen por las altas temperaturas), habría que preguntarles antes de que se endurezcan más: «¿Dónde estaban vuestras banderas cuando los Gobiernos que aupasteis saqueaban el país? ¿Cuántas ondeasteis para protestar por los desahucios, contra la reforma laboral salvaje que os dejó sin derechos o la ley de «seguridad» que os vacía las libertades?».

La adscripción sentimental a una bandera es muy respetable siempre que la sostenga el mástil de una sociedad justa y que al trasluz deje ver el respeto por los derechos y libertades. Cuando es compatible lucirla con orgullo y mantener con impunidad la residencia fiscal en Miami, los bienes ocultos en un paraíso fiscal o que nos la agiten como arma quienes aferrados a ella se opusieron a los avances legales colectivos (divorcio, matrimonio gay, separación nominal -para nuestra desgracia nula en la práctica- Iglesia/Estado p.e.), no hay respetabilidad en su ostentación.

En el momento que florecen energúmenos dispuestos a darnos carnet de «españolidad» o «catalanidad» con la pretensión de excluir a quienes no comparten su argumentario, no sobraría tomar como norma de comportamiento la Dignidad, esa que te hace remar a contracorriente y oponerte a los designios de los capitanes porque intuyes que el barco, los barcos, están siendo llevados a una costa rocosa donde lo más fácil es encallar.

Y como sociedad siempre es preferible amotinarse con el voto y las movilizaciones antes que naufragar.

Juan Rivera. Colectivo Prometeo/FCSM

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.