La revolución democrática que vive Catalunya, ha demostrado su vigor también en las urnas. Ese es el dato más relevante de todo lo que reflejan estas elecciones, por la sencilla razón de que las transformaciones sociales más profundas sólo pueden ser consecuencia de la participación consciente de un sector determinante de un pueblo. El PP […]
La revolución democrática que vive Catalunya, ha demostrado su vigor también en las urnas. Ese es el dato más relevante de todo lo que reflejan estas elecciones, por la sencilla razón de que las transformaciones sociales más profundas sólo pueden ser consecuencia de la participación consciente de un sector determinante de un pueblo. El PP ha sido derrotado, el independentismo ha revalidado su apoyo con creces, y la izquierda de ámbito español ha mostrado su incapacidad para dar alternativa a este conflicto político. La teoría de que En Comú Podem iba ser la «llave» de un cambio2 ha puesto de relieve una incomprensión de la naturaleza del conflicto y la falta de alternativas. Hace falta debate en serio en la izquierda y no medidas autoritarias.
Más de 2 millones de personas han votado a partidos independentistas, unas decenas de miles más que síes en el referéndum del 1 de octubre. Ya no se puede negar el carácter real y masivo de ese referéndum. Un 54% de los votantes ha dado su apoyo a partidos que defienden el derecho a decidir. Y si tuviéramos en cuenta que la mayoría de los votantes del PSC también son partidarios del derecho a decidir (y una parte significativa de quienes votan a Ciudadanos y al PP) vemos que la mayoría de la población en Catalunya quiere poder decidir cuál es su vinculación al Estado3. Negárselo es cerrar la puerta a una solución a este conflicto político, pues el pueblo de Catalunya ha demostrado que no está dispuesto a renunciar a ese derecho.
El PP ha fracasado
No cabe duda, la burguesía española, el PP, el Estado con todo su poder, no pueden doblegar por «métodos democráticos», las ansias de libertad del pueblo catalán. Y no es juego limpio el que se ha utilizado; no parece muy necesario argumentarlo, pero recordemos que el Estado ha usado la fuerza bruta, la represión legal, la propaganda por todos los medios, para intentar sacar ventaja de la aplicación del 155 y el ambiente de temor generado y con presos políticos y exiliados, incluidos los candidatos de los dos grandes partidos independentistas.
Los nacionalistas españoles, tenían esperanzas en ganar y han sido derrotados sin paliativos, pues no pueden incluirse en su bloque los votos de En Comú Podem, ni muchos de los votos del PSC. El independentismo ha obtenido una mayoría más que significativa, sobre todo si tenemos en cuenta la diferencia cualitativa que existe entre una movilización, sea una huelga general, manifestaciones, o una rebelión como la de los días 1 y 3 de octubre, y unas elecciones.
En las elecciones participa el conjunto de la sociedad, mientras que en la movilización solo lo hacen los sectores más concienciados, más comprometidos, que están dispuestos a arriesgar incluso su integridad física y su libertad, como ha sido el caso de Catalunya.
Los sectores más fácilmente manipulables por los grandes medios de comunicación, por el aparato del Estado, por el miedo a los cambios, han sido movilizados de forma especial en esta ocasión, y se refleja en el aumento de la participación que, indudablemente, favorece al españolismo. Y, con todo eso, se produce un triunfo incuestionable del independentismo.
Por supuesto, lo que se vota no es necesariamente en primer lugar, el deseo de independencia, sino la dignidad, la recuperación del orgullo, la necesidad de hacer morder el polvo a quienes han destituido dictatorialmente al gobierno y al parlamento de Catalunya. Es una expresión de la lucha de clases, de las reivindicaciones democráticas y sociales que saben que jamás se podrán alcanzar con un gobierno del PP o de Cs, con el bastón del PSOE.
Quien a estas alturas mantenga que se trata de «un enfrentamiento entre burguesías por repartirse el pastel», o tiene muy mala intención, o carece de capacidad de análisis de la realidad.
La gran burguesía de Catalunya está aliada, sin fisuras, con la burguesía española, el IBEX 35 reina en todo el reino de España «y parte del extranjero». Y no tienen ningún interés en la independencia, al contrario, todas las organizaciones empresariales lo han dejado claro, y los cientos de empresas que han cambiado la sede social, también.
Es un movimiento arraigado en el pueblo catalán, y si ha sobrevivido a esta guerra de exterminio, a la que la izquierda española en su mayoría se ha sumado, es sólo porque posee una vitalidad que se nutre del propio pueblo, no de la burguesía. Incluso un buen sector del nacionalismo catalán de derechas, que al principio de este proceso, hace años, podría ver una moneda de cambio en sus negociaciones con Madrid, fue desplazado y perdió el control del movimiento que se fue radicalizando por momentos.
Y ese es uno de los cambios más significativos que se ha producido: un reagrupamiento del voto hacia el espectro más a la derecha en el campo independentista, y también en el del nacionalismo sectario español, con el aplastamiento del PP y el crecimiento de Cs.
La CUP se podría decir que ha sido víctima de su propia política, al establecer una prioridad política que empujaba al voto útil, a ERC o al propio Puigdemont, pues no ha sido capaz de mantener una personalidad política lo suficientemente fuerte como para mantener la fidelidad de voto. Una parte de sus votantes han priorizado la derrota del españolismo.
No han sido unas elecciones «normales»
En el primer caso, el éxito de Puigdemont, tiene una lógica aplastante: no se trataba de unas elecciones «normales», donde se hace balance de la política del gobierno, y de las propuestas de la oposición en todos los terrenos ¡De ninguna manera!
Se trataba de recuperar la dignidad de un pueblo, de agrupar el voto para derrotar al gobierno del Reino de España, sabiendo que, además, se jugaba en desventaja. Sin duda el voto útil ha funcionado, y por eso a pesar de que ERC había aumentado su prestigio, y que la CUP agrupaba a los sectores más combativos, se ha producido lo que se ha dado en llamar «voto útil».
Y en esa vorágine donde la mayor parte de la población tiene conciencia, aunque sea difusa, de que está en juego su futuro como pueblo, pasearse por Catalunya bailando, o repitiendo «Ni DUI ni 155», produce una sensación de extraterrestres, o al menos de «extracatalanes», pues no cabe la equidistancia cuando la percepción social es que se juega el ser o no ser.
Cualquier programa social a defender no podía ser sino parte del programa democrático, decir «pongamos la cuestión social en el centro», y pensar que por repetirlo vas a influir en cambiar el proceso social es como pensar que puedes poner un barquito de papel en el centro de la riada. Simplemente, los equidistantes han sido ignorados por la corriente.
El programa social, mejor sería decir las reivindicaciones de clase, debían proclamarlo después de haber dejado claro que no es lo mismo ser carcelero que encarcelado, que no es lo mismo el pueblo catalán que la burguesía nacionalista española, que el 155 descalifica a quienes lo han respaldado, en lugar de ofrecer formar gobierno con ellos (con el PSC en particular). El discurso españolista de los dirigentes de Podemos, y también de IU, no ha contribuido precisamente a facilitar la tarea de nuestros compañeros en Catalunya. Declaraciones ultramontanas como la de Monedero4, defendiendo la aplicación del 155 porque «se habían vuelto locos», nos descalifica, con razón, ante cualquier persona demócrata. Pues si alguien se ha vuelto loco es el PP, Cs, y el PSC al haber desatado esta tormenta de represión sobre Catalunya.
La alternativa no era bailar con Iceta
En definitiva, el programa social debía ser un complemento del programa democrático que esta vez era el centro y pretender que fuese «en lugar del programa democrático», ha sido una insensatez que la izquierda ha pagado cara. Decir que pones el programa social en el centro y después ofrecer un gobierno común a Iceta, es una contradicción en los términos, no sólo sociales sino también democráticos, un disparate. La única opción de gobierno, en caso de considerar necesario hablar de esto, hubiese sido emplazar a ERC y la CUP, destacando varios puntos del programa social, además de aceptar los suyos de contenido democrático. Y, desde esa postura, sí hubiese sido viable un llamamiento a la base del PSC a rebelarse contra la política de Iceta. Esa hubiese sido una manera de empujar hacia la izquierda. Pero proponer bailar con Iceta, supone aceptar su música, de rancio españolismo, represión y defensa de los intereses de las élites económicas y políticas.
La descomposición del PP es una de las mejores noticias de esta campaña electoral y, seguramente, tendrá influencia en los procesos en el conjunto del Estado español, acelerando este vaivén de la reorganización electoral de las élites económicas, políticas y del aparato del Estado que dudaban en centrar su apuesta en uno u otro partido.
Sin duda la burguesía española ha mostrado su debilidad en la crisis catalana, primero porque solo se recurre a la represión pura y dura cuando no eres capaz de controlar la situación, sobre todo con leyes y procedimientos que no son siquiera homologables con Europa, como ha demostrado el ridículo espantoso de la justicia española al tener que retirar la euro orden contra Puigdemont.
Pero lo que mejor prueba esa debilidad es que el PP, por sí solo o con el apoyo de Cs, no podría haber emprendido la vía del 155, o lo que es lo mismo la vía de estimular el nacionalismo español para atacar las libertades democráticas en general, y las del pueblo catalán en particular. Para hacerlo ha tenido que apoyarse en la dirección del PSOE, sin ese apoyo la burguesía española estaba destrozada en esta batalla, el régimen del 78 hacía aguas por todas partes y el PSOE se ha inmolado por un bien superior: dar oxígeno al sistema político y económico de la oligarquía española.
En estas condiciones decir que la lucha democrática del pueblo catalán ha despertado al fascismo es el reflejo de dos cosas a la cual más preocupante: una asimilación de las ideas del sistema, y una incomprensión absoluta de los procesos sociales. Sería como decir que la defensa de los derechos de las mujeres estimula los crímenes machistas, algo que torturando los datos se puede «demostrar». Es la prueba de los efectos nefastos de sustituir el análisis marxista por el empirismo pre marxista.
La izquierda debe preguntarse cómo Ciudadanos se ha podido convertir en el partido más votado en el viejo cinturón rojo de Barcelona. Y la respuesta no está sólo en los errores en el terreno de la cuestión nacional, sino también en los fracasos en el terreno «social». No deberíamos olvidar que el Tripartito no fue capaz de dar una alternativa de facto, y en él estaba comprometido todo el arco de la izquierda, causando una enorme decepción y abriendo la puerta al crecimiento del independentismo, apoyándose en las aspiraciones democráticas de gran parte de la población, como una forma de tratar de huir de las consecuencias de la crisis del sistema y del fracaso del régimen del 78. La incapacidad para derrotar el PP en las elecciones generales últimas, también estimuló el independentismo.
Se abre un situación muy complicada, porque a pesar de la derrota de su táctica, el Estado no parece dispuesto a retroceder, con lo que el conflicto entrará en una nueva fase de agudización y, aunque hasta ahora no se ha producido, siempre existe el riesgo de una sectarización del conflicto, y esa deriva solo la puede frenar la izquierda del conjunto del Estado español, poniéndose a la cabeza de la lucha para intentar reconducirla con métodos y espíritu de clase. Hay que dejar de enfrentar los derechos democráticos y los derechos sociales, sumándolos. Si la izquierda fuera capaz de unirlos en Catalunya, y en el resto del Estado, sería una enorme fuerza.
Notas:
2 http://www.youtube.com/watch?v=aEHN8A438n8
3 http://www.publico.es/politica/encuesta-catalunya-82-catalanes-creen-solucion-referendum-independencia-pactado.html
4 http://www.eldiario.es/catalunya/Monedero-seguramente-aplicarlo-problema-aplicas_0_720578114.html
Alberto Arregui es miembro de la Coordinadora Federal de IU y Jordi Escuer de la Coordinadora de IU Madrid.
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