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Dos caminos, dos orillas

Fuentes: Rebelión

El grueso de este texto fue publicado en marzo 2011. Anoche, revisando algunos documentos, encontré unas notas que por algunas situaciones coyunturales no era oportuno incluir. Luego las olvidé. Son unos datos que vale pena hacerlos conocer.

Durante tres ocasiones tuve extensos intercambios con un alto oficial de los servicios de seguridad de Estados Unidos. El se me había presentado durante un cóctel en la embajada de Ecuador en París. No entendí cómo había sido invitado, cuando el gobierno del presidente Rafael Correa no tenía buenas relaciones con Washington. Aquel alto y fornido hombre fue directo y concreto, diciéndome quién era, incluido su cargo en la embajada de Estados Unidos.

Es la seguridad de ser intocable, que da la prepotencia del poder.

Durante las tres charlas que tuvimos en el mismo bar de un elegante hotel de la Ciudad Luz, me contó algunos detalles que para él, seguramente, no tenían importancia. Para mí, mucho.

Me soltó frases como: ‘Tú y tus amigos deberían aprender del excomandante guerrillero Joaquín Villalobos.’

Para pasar a contarme que, junto a las tropas oficiales de El Salvador, asesores de su país habían combatido a las fuerzas de Villalobos, al norte del país. No dijo que en esa zona el ejército cometió las peores masacres contra la población, durante la guerra civil que vivió ese país en los años ochenta.

Recordemos que Villalobos era de los más radicales del movimiento guerrillero. Fue uno de los responsables del asesinato del poeta y militante Roque Dalton, en 1975, señalado como agente de la CIA y de los servicios de inteligencia cubanos. Acusaciones desmentidas cuando ya era bien tarde. Roque Dalton era un revolucionario que sabía reir de todo, lo que los puristas y futuros traidores no soportan.

Villalobos estuvo entre los fundadores del Farabundo Martí de Liberación Nacional, FMLN, que aglutinó a varios grupos guerrilleros.

Después de los acuerdos de paz en 1992, Villalobos se desplazó a Estados Unidos. Instituciones académicas y “laboratorios de ideas”, más conocidos como think tank, lo habían invitado. A su regreso, confrontó a los otros dirigentes del FMLN, ya convertido en un partido político, porque no tomaban el camino de la socialdemocracia. Su transmutación ideológica se radicalizó, plasmándola al viajar hasta México para servir de asesor a los militares en la represión al movimiento guerrillero Zapatista. 

En 1999, luego que el pueblo salvadoreño lo rechazara en las urnas, se marchó a estudiar en la Universidad de Oxford. Sacó tiempo para llegar hasta Colombia como consejero de los jefes narco-paramilitares, responsables de miles de crímenes de lesa humanidad, que se estaban “desmovilizando”.

Desde Londres se fue lanza en ristre contra los movimientos populares y de izquierda en Latinoamérica. Y la gran prensa mundial le cedió gustosa el espacio. Aunque sus dardos se centraron en la revolución cubana, y los procesos liderados por los presidentes Hugo Chávez y Evo Morales.

‘Es un buen socialdemócrata,’ me aseguró el estadounidense. ‘Si aprendieran de él, nosotros seríamos amigos de tus amigos, y tú podrías volver a nuestro país, pues te sacaríamos de la lista’. Refiriéndose a la «No Fly List», donde Washington incluye a las personas que considera un peligro para su seguridad nacional. (1) 

También me contó que había peleado contra “comunistas” en África, combatido contra los cubanos que luchaban en Angola para ayudar a su independencia. Que había capturado a algunos de ellos. Y con una sonrisa perversa me decía: ‘pero los tratamos bien’. Si uno no conociera los «buenos modales» que utilizan las tropas y servicios de seguridad estadounidenses, quizás le hubiera creído.

Yo, con paciencia de camello enrazado en yoga, lo escuchaba, mientras él vaciaba y vaciaba copas de buen vino.

Le noté un gran placer en sus ojos y palabras al decirme que sabía todo sobre mi vida privada. Su gente encendía mi computadora portable, que estaba en la habitación, sin que yo me diera cuenta pues ningún ruido o luz producía, y ellos veían todo lo que ahí pasaba cuando yo tenía la tapa de la compu abierta. O escuchaban si estaba cerrada. No puedo negar que me gustaron las frases morbosas que soltó sobre la intimidad que yo llevaba con mi compañera.

Yo me reía a carcajadas con sus ‘anécdotas’. Así soy, lo saben quienes me conocen.       

Le pregunté por qué ese «cariño» hacia mí, al dedicarme tanto tiempo. Su respuesta fue simple: eres amigo de nuestros enemigos. 

Con increíble seguridad me dijo que muchos de mis ‘compañeros, como ustedes se tratan, no trabajan para nosotros porque no los hemos llamado».

Jamás se me olvidará esa frase.

Recuerdo que luego de decirme esto me fui al sanitario a orinar. Ahí, en esos pocos minutos, reflexioné: sí, varias de aquellas personas que uno había creído como ‘compañeros’, ahora estaban atacando a los procesos por un mejor mundo. Muchos habían sido de los más radicales, hasta más allá de «Patria o muerte». O de «Liberación o muerte».

También, entre vino y vino, me puso como ejemplo, para que mi posible mutación no fuera a ‘crearme traumatismos’, al nicaragüense Sergio Ramírez. En ese momento era conocido en ciertos círculos de la izquierda y apenas un poquito más allá.

Que un alto oficial de la CIA, pues eso era oficialmente el bebedor de vino, me pusiera de ejemplo a Ramírez, no era buena cosa para Ramírez. Si Ramírez ya no me gustaba, ahora… 

El fornido gringo había tenido recientemente entre sus tareas el ‘atenderlo’. Que en su argot quiere decir darle instrucciones, pasarle algunos billetes y abrirle espacios sociales. Es que, además, el Departamento de Estado, según él,  había dado instrucciones para que siempre lo ‘atendieran’.

Lo cierto es que pocos años después Ramírez, como algunas ex comandantes guerrilleras ex sandinista, empezó a tener amplia entrada en los principales medios de ‘información’ de casi todo el mundo, siempre atacando al gobierno de Daniel Ortega. Páginas enteras. Y hasta en medios de la izquierda que repetían lo que decía la gran prensa, que ellos mismos criticaban. Ramírez fue convertido en gran intelectual y empezó a recibir muchos premios, incluyendo el Premio Cervantes 2017.

No. Ese no podía ser ejemplo para mí. Tampoco las excomandantes.

Creo que el gringo no tuvo en cuenta que yo había estado en Nicaragua haciendo un reportaje para un gran medio internacional, y pude charlar y compartir con ellas largamente. Fue en 2009. Y ya no era difícil presentir hacia donde iban ellas ideológicamente. Acompañadas de las que se creen las santísimas y neutrales Organizaciones No gubernamentales, ONG.

Entre copa y copa, aquel alto oficial de la CIA me contó la gran acción de su vida. Esa que lo llenaba de orgullo y lo había lanzado a las alturas de su carrera: capturó, con un pequeño grupo de oficiales peruanos, a la cúpula de Sendero Luminoso, incluida la joya de la corona: su jefe Abimael Guzmán. El New York Times le había hecho una extensa entrevista sobre ello, sin mencionar su nombre. Yo comprobé que era cierto.

Tuve que darle razón cuándo me dijo que en mi banco solo habían centavos. Lo que le permitió hacerme la gran propuesta: ‘muchos de tus amigos lo aceptan. ¿Dime cuánto quieres ganar? Solo debes escribir algún artículo de vez en cuando.’

Recuerdo que lo miré, me reí con ganas y le respondí: «Adoro ir a Cuba para caminar libre por sus calles. Pararme en una esquina a beber ron, y saber cuánto cuesta el tomate en el mercado, ¡que a veces es carísimo! Me encanta sentarme en el Malecón por las noches a verlas coquetas pasar…»

Paré mis palabras para decirle finalmente con toda la seguridad de mi convicción humana, la que me enseñaron mis humildes padres: «el día que ustedes quieran desear el mundo como lo deseo, y, además, produzcan buen ron, ese día no tienen que proponerme un pago para trabajarles: ¡yo voy solito y me ofrezco! Pero yo sé que eso no sucederá mientras yo viva. ¡Y vaya a saber cuándo!»

La última vez que soporté encontrarlo me lo contó, así está en los apuntes que hice apenas volví a casa:

Que una vez iba junto a una patrulla del ejército salvadoreño y mataron a un guerrillero que quería huir. O sea, en indefensión. La alegría les aumentó cuando encontraron en su mochila un casete. ¡Información!, exclamaron. Corrieron a escucharlo. Sólo encontraron algunas tonadas románticas y una ranchera. En su letra decía que era lindo saber leer, tener una casita, y un pedacito de tierra para sembrar maíz.

No olvido que aquel alto oficial de la CIA se quedó callado y me miró, esperando mi reacción.

Solo se me ocurrió preguntarle si por ese deseo el joven asesinado era comunista, que ha sido la obsesión y pretexto de los gobiernos estadounidenses:

‘No lo sé’, me respondió, ‘pero era comunista. Peleaban por eso.’ 

Lo miré a los ojos, sin rabia, pero muy seguro de que nuestras orillas seguirán bien apartadas.

Nota:

(1) El autor descubrió, el 18 de abril de 2009, que figuraba en esa lista,​ cuando el avión en el cual se encontraba recibió la prohibición de sobrevolar el espacio aéreo de Estados Unidos. Proveniente de Paris, la nave de Air France se dirigía a ciudad de México sin escala en Estados Unidos.

Blog del autor: https://blogs.mediapart.fr/hernando-calvo-ospina

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.