Décimo de los diecisiete largometrajes que se disputan el Leopardo de Oro a ser proyectado – y último de los tres filmes latinoamericanos en esta selección- , Dos disparos significa la continuidad misma de Martín Rejtman, uno de los padres fundadores del Nuevo Cine Argentino en los años 90. Es su cuarta presencia desde 1992 […]
Décimo de los diecisiete largometrajes que se disputan el Leopardo de Oro a ser proyectado – y último de los tres filmes latinoamericanos en esta selección- , Dos disparos significa la continuidad misma de Martín Rejtman, uno de los padres fundadores del Nuevo Cine Argentino en los años 90. Es su cuarta presencia desde 1992 en este festival. Sus largometrajes anteriores Rapado (1992); Silvia Prieto (1999) y Los Guantes Mágicos (2003) compitieron en tres distintas ediciones por la presea mayor. En 2007, llegó de a mano de su documental Copacabana.
Del drama a la comedia
El director y literato argentino reivindica con cierta emoción esa relación histórica de más de veinte años que lo unen a este festival.
Una fidelidad que se expresa en que la primera presentación mundial de su último largometraje sea justamente en Locarno. Exhibición que abre la carrera de un film que en tanto co-producción argentina, chilena, alemana y holandesa tiene asegurada ya una amplia distribución en los próximos meses. En salas comerciales de varios países europeos así como en diversos festivales internacionales. Y en Argentina misma, donde su estreno está previsto para el próximo 9 de octubre.
¿Una comedia con un componente dramático o un drama con condimentos humorísticos? Dos disparos en un poco todo eso, según lo explica el realizador en entrevista con este corresponsal. «Comencé con lo dramático para avanzar en lo humorístico. No pienso mucho en el género de lo que escribo ni de mis guiones. Tanto en el cine como en la literatura hago lo que me place», explica Rejtman. Privarse de ese gusto sería privarse de la esencia misma de su trabajo, subraya.
Para el realizador argentino, el intento fallido de matarse del joven Mariano, de apenas 16 años, implica un «arranque crudo, que corresponde a una historia real», de un guión que luego se abre – tal como un árbol que crea cada día ramas nuevas-, en variadas escenas paralelas de la vida de sus familiares y sus mundos extendidos. Mariano no muere. Pero está convencido que una de las dos balas permanece en su cuerpo, provocando una particular secuela: producirle una falsa doble nota cuando toca la flauta en su cuarteto de viento.
Una película donde no aparecen significativas expresiones de amor. «Aunque tampoco aparece la muerte» replica Rejtman, reivindicando ese ir y venir entre drama y humor que marcan el ritmo de su más reciente producción.
La cortesía, «aburre y hace perder tiempo»
Rompiendo con la fama de un pueblo comunicativo, abierto, Dos Disparos presenta constantes diálogos un tanto cortantes, por momentos ásperos, y sin cortesía adicional. ¿El intento de mostrar la ruptura de un paradigma simpático de sociedad?, preguntamos.
«No busqué mostrar frialdad ni incomunicación. Tampoco me propuse hacer un retrato de mi país, la Argentina. La ausencia de los saludos habituales entre los protagonistas se debe simplemente a una economía de tiempo», subraya. «Me aburren los saludos» y evitarlos permitió ganar en ritmo, insiste. Y es justamente el ritmo, y el sonido de las palabras – con la música de fondo limitada al cuarteto donde toca el protagonista-, un elemento esencial de esta ficción. Tal como lo subraya Susana Pampín, una de las actrices estelares del elenco – en el papel de madre de Mariano. «Es un guión con una gran rigurosidad de texto. Las palabras tienen música. Y el gran desafío para mí y para todos los que actuamos en este film es tratar de entender esa musicalidad y expresarla». Pampín, que ya participó en otras dos películas de Rejtman, expresa su intenso agrado por lo que su director escribe; sus personajes neuróticos; el humor elegante. «A pesar de mi origen como actriz de teatro, cuando actúo con Martín debo ser menos expansiva, adecuarme a la sonoridad de las palabras y la musicalidad de los diálogos, lo que constituye un desafío fascinante», concluye.
El otrora Nuevo Cine Argentino Martin Rejtman fue uno de los precursores de esa corriente o movimiento que nació a inicios de los años noventa a la que se denominó Nuevo Cine Argentino.
Se trató de jóvenes realizadores independientes, entre los que estaban Pablo Trapero, Lucrecia Martel, Lisandro Alonso, Bruno Stagnaro, entre otros. Sus obras explotaron en festivales internacionales renovando la cinematografía comprometida de los primeros años posteriores a la dictadura, promovida por reconocidos realizadores como Pino Solanas, Luis Puenzo, Adolfo Aristarain, María Luisa Bemberg, entre otros.
¿Cine despolitizado como contraposición al arte comprometido en Argentina de los ochenta? En esa época de los años 80 había dos visiones, señala Rejtman. Los que entendían que la película debía vehicular una visión política. Y aquellos que acentuaban más el concepto del cine como arte.
«Pienso que el Nuevo Cine Argentino liberó ese camino previo con otro concepto de libertad. Más libertad de creación, lo que para mí implica también una forma de más libertad para concebir la política». Rejtman no acepta que aquella corriente del Nuevo Cine, haya muerto, como lo sentencian diversos críticos y medios. «Todos los realizadores de entonces seguimos produciendo; estamos vivos» y vienen detrás otros tantos jóvenes que producen obras importantes, sentencia. *Sergio Ferrari, en colaboración con swissinfo.ch