Ahora que el Gobierno de Santos decidió retornar a la mesa de diálogos, se iniciará en Quito el quinto ciclo de conversaciones, que estaba pactado para comenzar el pasado 9 de enero, el mismo día que terminó el histórico cese al fuego bilateral de 101 días de duración. Como un «receso prolongado», llamaron los amigos […]
Ahora que el Gobierno de Santos decidió retornar a la mesa de diálogos, se iniciará en Quito el quinto ciclo de conversaciones, que estaba pactado para comenzar el pasado 9 de enero, el mismo día que terminó el histórico cese al fuego bilateral de 101 días de duración.
Como un «receso prolongado», llamaron los amigos del proceso de paz, a estos dos meses de interrupción de las conversaciones; cuando en realidad se trató de un retiro de la mesa por parte del Gobierno, para satisfacer a los sectores más extremos de la derecha colombiana.
La lógica de los sectores ultraderechistas es aplaudir que las tropas del régimen mantengan la ofensiva militar contra el Ejército de Liberación Nacional, así lo hagan durante el pasado cese bilateral, como efectivamente ocurrió. También aplauden el retiro de la delegación gubernamental de la mesa de conversaciones, sin que haya motivo; como sucedió en estos inicios de 2018. Además, celebran que haya guerrilleros colombianos muertos en combate, cuando ellos pertenecen al ELN; en cambio simulan dolor cuando soldados colombianos mueren en ataques guerrilleros.
Tales sectores siguen embriagados con los éxitos militares que llevaron a la desmovilización de las FARC, por ello presionan para que otros golpes arrinconen al ELN, pretendiendo empujarlo a su trampa de pacificación.
La extrema derecha violenta no está por una solución política del conflicto, no está dispuesta a cambiar, así sea un poco, para que las mayorías colombianas tengan más dignidad, como personas y como nación. Ella sigue aferrada en la consigna de Laureano Gómez, quien sostenía que «no iban a entregar en las urnas, lo que habían ganado en la guerra».
A esa ultraderecha colombiana es que el Gobierno le concedió el congelamiento de los diálogos con el ELN y en cambio retomó el lema de Isaac Rabin, de «hacer la guerra como si no hubiera diálogos y hacer los diálogos como si no hubiera guerra».
Nosotros acudimos al llamado del presidente Santos para reiniciar las conversaciones, con la convicción que es mejor hacer el diálogo en medio de un cese bilateral y que la agenda pactada hay que desarrollarla con rigor y celeridad. Este es un aporte para proseguir la construcción de unas mayorías por la solución política del conflicto y por unas transformaciones que hagan posible la paz.