Las encuestas que se hicieron publicas este fin de semana vaticina un tiempo político tormentoso. Posiblemente la clave se encuentra en la lectura cuidadosa de un artículo publicado este domingo por el diario El País . Se trata del tercero de una serie escrita por el sociólogo J.M. Toharia, presidente de Metroscopia, que revela de […]
Las encuestas que se hicieron publicas este fin de semana vaticina un tiempo político tormentoso. Posiblemente la clave se encuentra en la lectura cuidadosa de un artículo publicado este domingo por el diario El País . Se trata del tercero de una serie escrita por el sociólogo J.M. Toharia, presidente de Metroscopia, que revela de manera rotunda y sin paliativos el rechazo masivo de los españoles contra la actual clase política.
La encuesta, producto de un largo trabajo que se transformará en libro, trasunta una realidad cada vez más evidente ; el actual régimen ha perdido legitimidad ante la ciudadanía. En palabras de Toharia «el nuevo tiempo político que se anhela debería suponer un giro radical en los modos y estilo de partidos y dirigentes«.
La cifras cantan por si solas:
– Más del 80 por ciento de los españoles piensan que los «partidos solo están centrados en mantener sus cuotas poder, no tienen programas a largo plazo y no eligen a las personas más competentes o mejor preparadas».
– Un 93 por ciento cree que los candidatos deben ser elegidos en primarias, en listas abiertas y no por las directivas de los partidos.
– Nada espera la ciudadanía de los actuales dirigentes. Por eso nueve de cada diez exige que sean «expulsados de la vida pública» los cargos que han sido imputados por al justicia.
– Un 87 por ciento cree que los dos partidos mayoritarios manipula la justicia.
– El 82 por ciento exige que cambie el sistema electoral y que los diputados voten directamente los deseos de sus electores.
– Un 82 por ciento cree necesario una Reforma de la Constitución lo que expresa un deseo mayoritario por un cambio político radical.
Toharia es consiente que la pesquisa sociológica anticipa un momento de transformación intenso y profundo. Por eso disimula, con alambicado lenguaje, la radicalidad de las exigencias populares, y propone una tímida segunda transición. Sin embargo, pese al tamiz ideologizado de su propuesta, el sociólogo se ve obligado en reconocer que la investigación deja claramente establecido que el cambio no podrá ser encabezada por las actuales cúpulas partidarias.
En el fondo, la encuesta de El País perfila, a grandes trazos, el sentir más urgente de la población. El análisis de los datos expresan inequívocamente que la gente quiere un cambio de fondo. Las opiniones son contundentes. Ya no se trata de cambiar al gobierno sino de cambiar el régimen. La gente quiere un sistema que le permita la participación directa en los asuntos que le conciernen.
En resumen, la crisis económica y la corrupción han producido un divorcio sin vuelta entre la ciudadanía y la clase política. Todo indica que el «no nos representan» del 15M llego para quedarse. La mayoría de la población quiere una democracia real, participativa y directa. En otras palabras una revolución democrática. Ese es el consenso popular.
Hasta el momento la respuesta de los políticos profesionales es de manual. Ha decidido seguir tratando de emborrachando la perdiz. Creen que una mentira más no se notará. Se equivocan. Las ostentosas declaraciones, tanto del PP y como del PSOE, apostando por una maloliente «regeneración democrática» ya no convence a nadie.
Lo que los políticos profesionales no quieren o no pueden aceptar es que la encuesta pone en evidencia que la mayoría absoluta de los ciudadanos ha perdido la confianza en su gestión de los asuntos públicos oscura y corrupta. Este nuevo sentido común es abrumadoramente mayoritario y va más allá de las diferencias partidarias tradicionales.
En esa misma línea están los datos de la reciente encuesta de El Mundo. La gran desilusión popular con los partidos de la constitución del 78 es la que explica el vertiginoso ascenso de Podemos. En pocos meses, esta nueva organización ciudadana embiste con éxito a todo el statu quo y llega, de hecho, a transformarse en la segunda fuerza política del país.
Ante el temporal que se viene encima resulta hasta lógico, que las cúpulas del bipartidismo monárquico se rebanen los sesos e inventen mil triquiñuelas para evitar el éxito de la ciudadanía auto-organizada.
Lo que no parece lógico es la reacción del dirigente máximo de Izquierda Unida que hace caso omiso de las encuestas y del sentir de sus militantes. En recientes declaraciones Cayo Lara repite que no es partidario de primarias en su organización y que prefiere que los lideres sean elegidos por consenso. En buen romance, que la cúpula elija y los militantes y simpatizantes se queden mirando la carnicería.
No se trata de hacer leña del árbol caído, pero la encuesta de El Mundo retrata una Izquierda Unida en caída libre. Mientras Podemos crece del 7.9 al 21,2 por ciento; Izquierda Unida cae a un 4,1 desde el 9.9 que obtuvo en las europeas.
Pero más allá de las cifras lo cierto es que, tal como lo hemos venido advirtiendo, Cayo Lara y su entorno no han querido entender los importantes cambios que se han producido en la conciencia popular desde el 15M.
La mochila que lleva Cayo Lara y los sectores más conservadores de IU pesa cada día más. La perdida de credibilidad entre sus votantes es la señal más importante. El daño hecho por la actual dirección partidaria a la organización, tiene por lo menos tres hitos que ciegan la razón por su insensatez; gobernar con el PSOE en Andalucía, cohonestar el gobierno del PP en Extremadura, haber apoyado en Madrid a un corrupto como Moral Santin, brazo derecho de Blesa.
Peor aún. Según fuentes periodísticas, es tal el arcaísmo político del líder de IU, que recientemente habría confesado que él sigue apostando por una alianza con el PSOE; el partido, sostén obligatorio de un régimen bicéfalo y viciado.
La gravedad del asunto exige un desmentido urgente. Y si no ocurre , habrá que dar por sentado que la postura del Coordinador Federal es firme y que su actitud seguirá carcomiendo las entrañas de sufrida militancia de Izquierda Unida.
Como acertadamente ha sentenciado Julio Anguita se trata de una «miopía culpable» . Tal como van las cosas esta «miopía» puede llevar a Izquierda Unida a una aguda crisis interna. Los militantes lo saben. Ya son muchos los que han perdido la paciencia. Están cansados de esperar una «refundación» que nunca llega.
Emilio Pizocaro, periodista.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.