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Dos hechos libertarios fundacionales

Fuentes: Rebelión

Este pasado 15 de marzo marcó el aniversario 135 de la Protesta de Baraguá, acto supremo de patriotismo e hidalguía en la historia revolucionaria del pueblo cubano. Aquel 15 de marzo de 1878 el Mayor General Antonio Maceo junto con otros generales, jefes y soldados del cuerpo del Ejército Libertador bajo su mando en la […]

Este pasado 15 de marzo marcó el aniversario 135 de la Protesta de Baraguá, acto supremo de patriotismo e hidalguía en la historia revolucionaria del pueblo cubano. Aquel 15 de marzo de 1878 el Mayor General Antonio Maceo junto con otros generales, jefes y soldados del cuerpo del Ejército Libertador bajo su mando en la provincia de Oriente, dejaron saber al General en Jefe del ejército español, Arsenio Martínez Campos, que no aceptaban la bochornosa e inconsulta rendición conocida como el Pacto del Zanjón firmada un mes antes en el Camagüey por sectores derrotistas de la dirigencia política y militar del independentismo.

A petición del General Antonio Maceo, el General en Jefe español había aceptado participar en aquella reunión pactada a ocurrir en Mangos de Baraguá. Martínez Campos pensaba que el General Maceo le comunicaría que aceptaría lo pactado en el Camagüey un mes antes. Mas ese no era el propósito de los bravos generales, jefes y soldados cubanos. El propósito de esa reunión con el General en Jefe español era uno de carácter político que contrarrestara el grave y oprobioso daño causado por el Pacto del Zanjón a la causa libertaria de los revolucionarios cubanos, dejándole saber al general español, a su gobierno, al resto del pueblo cubano y al mundo la irrenunciable decisión del pueblo cubano revolucionario al logro pleno de su independencia y las de sus libertades fundamentales, especialmente en aquel momento, la del fin de la esclavitud, no importándole el precio, individual y colectivo, a tener que pagar por ellas.

Dijo en aquella memorable entrevista el General Maceo al General en Jefe español: «No estamos de acuerdo con lo pactado en el Zanjón. […] Deseo evitarle la molestia de que continúe con sus explicaciones porque aquí no se aceptan.» Anonadado por lo expresado por el General Maceo, habiendo esperado el general español recibir la rendición del ejército oriental de manos del Titán de Bronce, insistió en leerle el bochornoso documento del Zanjón, el General Maceo interrumpiéndolo le dijo: «Guarde usted ese documento, que no queremos saber de él.»

Aquella primera gloriosa guerra, la de los Diez Años, ya no pudo mantener las condiciones para poder continuar, y terminó, debido a las divisiones, el regionalismo, los prejuicios de clase y el racismo en la derrota. Pero aquella determinación hecha pública por los bravos soldados revolucionarios cubanos, con el General Antonio Maceo, como su máximo dirigente, en Mangos de Baraguá ante el General en Jefe español, marcó para siempre en nuestra historia la irrenunciable determinación de lucha del pueblo cubano para lograr plenamente su independencia y sus libertades fundamentales. Luchas que culminaron con el triunfo revolucionario de Enero de 1959; independencia y libertades que han sido triunfalmente defendidas durante los cincuenta y cuatro largos años de proceso revolucionario.

También este 15 de marzo se conmemoró otra fecha gloriosa en la historia libertaria del pueblo cubano. Pero esta otra es una tirada al olvido histórico debido al racismo, a la ignorancia y a los prejuicios de clase que han tenido un peso mayor en nuestra historiografía. Olvido, triste es decirlo, que ha perdurado aún durante largos años del proceso revolucionario.

Me refiero al formidable movimiento libertario precursor de principios del siglo 19 conocido como la Conspiración de Aponte. Hace 201 años, el 15 de marzo de 1812, estalla el alzamiento libertario en el ingenio Peñas Altas, en el territorio de Guanabo, que estuvo liderado por tres dirigentes de aquella conspiración. El alzamiento, a las puertas de La Habana, fue derrotado al intentar sus dirigentes extenderlo a otros ingenios cercanos.

Este extenso movimiento fue organizado y dirigido por negros y mulatos libres — o sea no esclavos–, así como por esclavos y blancos. Éste estuvo organizado en la mayoría de los barrios habaneros de entonces y se extendió por la mayoría del territorio insular: en Trinidad, Sancti Spíritus, Camagüey, Bayamo, Holguín y Santiago de Cuba. Hubo alzamientos, como parte de este esfuerzo libertario, en cuatro ingenios camagüeyanos y fueron ejecutados y condenados a largos años, decenas de patriotas en Puerto Príncipe, la capital camagüeyana, Holguín, Bayamo y La Habana.

José Antonio Aponte Ulabarra, habanero, negro libre, ebanista, carpintero y pintor, autodidacta, fue su dirigente principal. Su abuelo paterno Joaquín Aponte, fue Capitán del Batallón de Morenos Leales de La Habana quien se distinguió, entre otras acciones de guerra, en la defensa de La Habana cuando la toma de la ciudad por las fuerzas militares inglesas en 1762.

Sobre este movimiento precursor dirigido por José Antonio Aponte y sus principales colaboradores el distinguido profesor Elías Entralgo dejó saber: «…su movimiento se considera nacional no sólo porque logró completarlo a lo largo de toda la isla y hubo alzamientos en varias regiones, sino porque a él pertenecieron por igual cubanos negros, mestizos y blancos de distintos estamentos sociales, libres y esclavos». Sus objetivos fueron: la abolición de la esclavitud; la supresión del comercio de esclavos; y el derrocamiento del gobierno español.

El 9 de abril de 1812, como ejemplo para que sirviera de escarmiento a otros, las autoridades coloniales ahorcaron en la fortaleza de La Cabaña a José Antonio Aponte y a ocho de sus colaboradores más cercanos. Además a Aponte lo decapitaron. Por largos años su cabeza fue expuesta en una jaula de hierro a la entrada de La Habana por la entonces llamada Calzada de San Luis Gonzaga, lo que hoy conocemos como la intersección de la Calzada de Reina y la Calle Belascoaín, cerca de la casa donde viviera el héroe.

Como sabemos de nada sirvió esa odiosa condena. El 10 de octubre de 1868, en otro ingenio, Demajagua, éste en el territorio de Manzanillo, un blanco, dueño del ingenio, Carlos Manuel de Céspedes, declaró la independencia cubana de España. Y otro 15 de marzo, este de 1878, un mulato, el General Antonio Maceo, al frente de su tropa, reafirmó para todos los tiempos, también en el oriente cubano, la voluntad irrenunciable de todos los revolucionarios cubanos de ser plenamente libres o sucumbir en el intento

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