En condiciones normales -aunque ya no sé muy bien que cabría llamar «condiciones normales» en mi caso-, ayer habría cambiado la columna que había enviado a Público a primerísima hora de la mañana para comentar el atentado cometido por ETA en el barrio de La Peña, en Bilbao, en el que Gabriel Ginés, escolta de […]
En condiciones normales -aunque ya no sé muy bien que cabría llamar «condiciones normales» en mi caso-, ayer habría cambiado la columna que había enviado a Público a primerísima hora de la mañana para comentar el atentado cometido por ETA en el barrio de La Peña, en Bilbao, en el que Gabriel Ginés, escolta de un concejal del PSE, resultó herido de cierta consideración. No me fue posible porque me encontraba en Bilbao, en donde poco después participé en un programa casi monográfico de ETB-2. Salí de la televisión, fui al aeropuerto de Loiu, cogí el siguiente vuelo para Madrid y llegué a casa… cuando ya no eran horas.
De haber escrito sobre lo sucedido, habría desarrollado -lo haré mañana, muy posiblemente- dos ideas, que aquí me limito a esbozar.
Primera: el de ayer ha sido el primer atentado de ETA de los últimos años que ha tenido como fin expreso causar la muerte de alguien. En la T-4 mató, pero no lo pretendía. Por supuesto que no tomó las medidas necesarias para impedirlo (la mejor manera de impedir que una bomba mate es, sin duda, no ponerla), pero no lo buscaba deliberadamente. En cambio, la de ayer era muy fácil que matara. Al escolta, para empezar. Porque una bomba-lapa, a no ser que falle o semi falle, puede causar estragos directos, y no digamos si hace estallar el depósito de gasolina. Dada la hora, tampoco hubiera tenido nada de extraño que se hubiera llevado por delante a algunos viandantes, o a ocupantes de coches contiguos. Estamos, en consecuencia, ante un giro muy importante en la estrategia de ETA. Quiere volver a poner cadáveres sobre la mesa.
Segunda: con este atentado, ETA deja en la peor de las posiciones a los 20 encarcelados de Batasuna (los últimos 17, más los dos de hace escasas fechas, más Otegi). Dado el estado de ánimo que este atentado va a suscitar en la inmensísima mayoría de la opinión pública del Ebro para abajo, hablar de las irregularidades jurídicas que han servido para provocar su encarcelamiento y de la inconveniencia política de dejar a la izquierda abertzale sin una salida política, no violenta, se va a convertir en una empresa tan ingrata como difícil. Los que defendemos esas posiciones vamos a necesitar también protección en más de algún foro.