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Dos momentos, dos procesos: Gaitán y Petro

Fuentes: Rebelión

El próximo 9 de abril se cumple el 73° aniversario del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Desde 1936 los terratenientes habían desatado una violencia sistemática contra los campesinos colombianos con ocasión de la ley 200 que fue una tímida reforma agraria aprobada por el gobierno de Alfonso López Pumarejo. Allí tenemos los orígenes de la violencia que aún hoy sufrimos.

A partir de ese contexto realizamos una reflexión histórico-política que relaciona dicho momento con la situación actual que vive Colombia en 2021. Revisamos esa historia para identificar semejanzas y diferencias pero, principalmente, para aprender de los acciones de los actores sociales, colectivos e individuales, que protagonizaron tales hechos.

Sabemos que es una apuesta arriesgada por todo lo trágico y dramático que hay detrás de esa historia, y porque de inmediato surge el riesgo de la repetición histórica, el miedo a que el ciclo se repita y el pueblo colombiano tropiece con la misma piedra. ¡Nos arriesgamos!

Los momentos electorales: Gaitán y Petro

Hemos afirmado que Colombia vive un “nuevo momento político” de cara a las elecciones de 2022. El político progresista Gustavo Petro hoy es un candidato viable y fuerte para la Presidencia después de realizar un ejercicio importante en 2018, en donde la casta dominante ayudada por el llamado “centro” no solo trampeó esa elección mediante el fraude y la compra de votos sino que usó la fábula del “castro-chavismo” para meterle miedo a la población.

De igual manera, después de 1946 Jorge Eliécer Gaitán se proyectaba como futuro presidente de Colombia al frente ya no sólo del partido liberal sino de un movimiento antioligárquico. Ese hecho ocurría después de que la oligarquía utilizó al político de origen libanés Gabriel Turbay, con un historial importante dentro del partido liberal y en la gestión gubernamental de la época, para dividir a las fuerzas liberales y facilitarle la elección al partido conservador.

En ambos casos los dos líderes populares (Gaitán y Petro) logran construir un electorado propio y se convierten en el objetivo a derrotar. Gaitán no sólo se había “apropiado” del partido liberal sino que contaba con seguidores dentro de los conservadores. Y ahora, Petro con su propuesta de Pacto Histórico ha empezado a construir una coalición de amplio espectro social y político que atrae a dirigentes y electores de diversos sectores y se convierte en una alternativa cierta de poder.

Los personajes y sus luchas: Petro y Gaitán

En ambos casos, tanto Gaitán como Petro, construyeron un liderazgo nacional durante un largo período de luchas políticas y sociales con base en una permanente acción proselitista y en una preparación teórica y conocimiento de la realidad. El primero se destacó desde cuando en el Congreso de la República denunció con valentía y brillantez la “masacre de las Bananeras” (1928), y el segundo, cuando enfrentó a los políticos vinculados, perpetradores y promotores de los grupos paramilitares durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez (2006-7).

En forma similar, Gaitán y Petro, son políticos con características particulares que los distancian de las fuerzas tradicionales, tanto de derecha como de izquierda. Gaitán tenía ideas socialistas, se identificaba con los trabajadores, campesinos y sectores oprimidos, pero no compartía la deriva autoritaria que había hecho carrera en la Unión Soviética. Esa posición y su forma de liderar, que era calificada de caudillista, hizo que los comunistas de la época no solo lo vieran como un rival sino que lo convirtieron en un verdadero enemigo.

Así mismo, Petro en la actualidad propone desarrollar el capitalismo para sacar al país de la premodernidad pero, a la vez, impulsa la democratización de la propiedad de la tierra y la industrialización del proceso productivo. En ello, se plantea superar la economía extractivista y enfrentar el cambio climático. No pretende instaurar el socialismo y llama a construir una efectiva e incluyente democracia. También muestra un liderazgo arrollador, algo personalista, se ha mostrado hasta ahora incapaz de generar una organización fuerte y estable, y se ha enfrentado en diversos momentos con las fuerzas tradicionales de izquierda, que le piden ser más vertical frente al gobierno de los EE.UU. y le cuestionan, como hicieron los comunistas con Gaitán, ciertas veleidades y acercamientos a políticos tradicionales (Santos).

Las dos coyunturas históricas: 1930 y 1991

Lo más interesante de este ejercicio tiene que ver con la coyuntura histórica que vivió Gaitán y la que hoy protagoniza Petro. Es importante anotar antes de avanzar que si el análisis se centra únicamente en el comportamiento de los partidos y/o movimientos o en las acciones, cualidades y defectos de los dirigentes, las conclusiones siempre serán una distorsión de la realidad. Es decir, si no se ubican los actores individuales en el contexto de la lucha de clases y en el marco de la dinámica de los movimientos sociales, ello no servirá para orientar la acción actual.

Veamos entonces algunas coincidencias y similitudes de esas coyunturas de los años 30-40s del siglo XX y en la de los años 90s e inicios del XXI. También trataremos de precisar las diferencias. La primera gran coincidencia consiste en que tanto Gaitán como Petro son fruto de procesos sociales y políticos en donde una hegemonía política es derrotada. En 1930 se oficializa la caída de la hegemonía conservadora ante el empuje principalmente de las masas obreras y la rebelión de sectores indígenas y campesinos en su lucha por la tierra y sus derechos.

Igual ocurre en 1991, en donde la hegemonía de los partidos tradicionales del Frente Nacional entra en crisis y esas agrupaciones políticas se ven empujadas a promover algunos cambios presionados por los numerosos paros cívicos, movilizaciones sociales y el actuar de la insurgencia, que por entonces todavía no se había degradado políticamente en medio de un conflicto que posteriormente fue permeado por el narcotráfico y por los intereses de las empresas transnacionales que poco a poco instrumentalizaron la guerra en su beneficio.

En 1930 el partido liberal representaba -en cierto grado- a una débil y vacilante burguesía que intentó tímidamente enfrentar a los grandes terratenientes y liderar a los sectores populares para modernizar el Estado. No obstante, los capitalistas de entonces no tenían la fuerza social y política para liderar una verdadera “revolución en marcha” (dixit López Pumarejo), y lo que intentaban en verdad era impedir que los trabajadores y campesinos (indígenas, negros y mestizos) pudieran desarrollar un proyecto político propio.

Un buen instrumento para cumplir esa tarea fue el partido comunista que orientado desde Moscú aplicaba la política de los “frentes populares”, o sea, de alianza entre los trabajadores y las burguesías “antifascistas”. Gaitán se deslinda de esa política. Él había observado cómo los principales dirigentes del Partido Socialista Revolucionario PSR (Tomás Uribe Márquez y otros) habían sido relegados y estigmatizados como “anarquistas” por negarse a ir a la cola de la burguesía y por ello intenta crear su propio partido UNIR. No logra ese propósito debido a que el grueso de la población rural se mantenía bajo el control de los partidos tradicionales, especialmente en las áreas de mayor desarrollo económico en donde los terratenientes y comerciantes habían construido formas de control corporativo en alianza con la iglesia y los gremios productivos (ejemplo, la Federación Nacional de Cafeteros fundada en 1927).

En cambio, y allí está la gran diferencia con la época actual, en estos tiempos el control social y político de la oligarquía está resquebrajado y sólo se sostiene con la política de miedo que encabeza Uribe apoyándose en los errores de la insurgencia armada. La urbanización del país ha hecho que aparezcan nuevos sectores sociales en las grandes ciudades que es lo que ha permitido que surjan fuerzas políticas independientes de los partidos tradicionales y que éstas, a pesar de la política de miedo, estén hoy en plena expansión y fortalecimiento como se puede comprobar revisando las elecciones de los últimos años.

En este análisis es importante recordar que la débil y vacilante burguesía industrial que sobrevivía en los años 80s del siglo pasado (XX) es totalmente derrotada y hasta desaparecida por la aplicación de las políticas neoliberales. La gran paradoja consiste en que es el hijo del burgués que encabezaba la “revolución en marcha” de la época de Gaitán quien le da la estocada final a la clase social que lideraba su padre (Alfonso López Pumarejo) en la anterior coyuntura. Él es el gran diseñador de la política neoliberal en Colombia y el promotor de la alianza con las mafias narcotraficantes. Es el gran enterrador de los restos de la “burguesía nacional”. No es otro que Alfonso López Michelsen.

Es decir, en 1930 la burguesía industrial de Colombia está un poco a la ofensiva, en crecimiento y tratando de ocupar su lugar político. Por el contrario, en 1991 esa clase social es derrotada, es subordinada y absorbida por los capitalistas transnacionalizados (muchos de los cuales son a la vez grandes terratenientes), que lo hicieron privatizando y saqueando las empresas estatales y nacionales que se habían construido en la fase anterior con los esfuerzos de millones de colombianos, y además, sin ningún rubor fortalecen sus bancos con los dineros del narcotráfico.

Una aproximación al momento actual

Hoy la nación colombiana no tiene futuro en manos de la oligarquía que se sostiene a punta de violencia, corrupción, alianzas mafiosas y entrega de la riqueza al gran capital global. Desde los tiempos de Gaitán la burguesía colombiana mostró su incapacidad para liderar un proyecto nacional y fue cómplice del asesinato del caudillo popular en 1948, acción planificada desde el imperio estadounidense que tuvo la aprobación del conjunto de las castas dominantes. Por ello la gran tarea sigue siendo la “restauración moral de la república” que impulsaba Gaitán.

El drama descrito por Gaitán en la siguiente cita sigue siendo vigente: “En Colombia hay dos países, el país político y el país nacional, el país político que piensa en sus empleos, en su mecánica y en su poder y el país nacional que piensa en su trabajo, en su salud, en su cultura, desatendidos por el país político. El país político tiene rutas distintas a las del país nacional. ¡Tremendo drama en la historia de un pueblo!”[1].

Durante estos 73 años el país sufrió un conflicto armado promovido e instrumentalizado por el imperio y la alianza burgués-terrateniente en el poder, mientras los sectores populares no lograban construir procesos y liderazgos que se propusieran un proyecto de nación que le ofreciera a los sectores productivos y a los trabajadores del campo y de la ciudad, una vía para construir una base económica propia, industrializada, moderna, con visión ecológica, en democracia y en paz.

Ese ideal que era el mismo de Jorge Eliécer Gaitán hoy se está concretando en cabeza de Gustavo Petro.

Conclusiones por desarrollar

  • Petro pareciera transitar por caminos similares a los de Gaitán pero tiene mejores condiciones para construir un proyecto independiente de los partidos tradicionales. ¡Hay que hacerlo bien, sin ambigüedades y sin sectarismo!
  • El alzamiento popular de corto plazo, sin sujeto social cohesionado y sin conducción política que protagonizó el pueblo colombiano después del asesinato de Gaitán, demuestra que se hace necesario ir más allá de la estructura y de la práctica electoral. ¡Hay que derrotar las visiones cortoplacistas y coyunturalistas!
  • La crisis actual no es sólo de los partidos tradicionales sino de toda la sociedad colombiana y de la humanidad en general, como lo demuestra la actual pandemia. Por ello, se requiere que el Pacto Histórico propuesto por Petro sea concebido y construido con los mejores hombres y mujeres de esta nación. Si logramos hacerlo estaríamos dándole continuidad y concreción a los sueños de “un hombre que era un pueblo”[2].

Blog: https://acortar.link/3xUoC


[1] Alocución de Gaitán el 20 de abril de 1946 en el Teatro Municipal de Bogotá. (Nota del Autor)

[2] “Yo no soy un hombre, soy un pueblo”, frase que utilizaba Gaitán en sus discursos. (Nota del Autor)