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Dos poetas troyanos

Fuentes: Rebelión

El protagonista de El primer pozo -autobiografía del palestino Yabra Ibrahím Yabra- es un niño de Belén, nacido en 1920, durante el periodo colonial inglés, en una familia cristiana de rito siriaco, muy pobre; con sus pies descalzos recorremos las calles históricas y el entorno rural, las sucesivas habitaciones oscuras y húmedas en que se […]

El protagonista de El primer pozo -autobiografía del palestino Yabra Ibrahím Yabra- es un niño de Belén, nacido en 1920, durante el periodo colonial inglés, en una familia cristiana de rito siriaco, muy pobre; con sus pies descalzos recorremos las calles históricas y el entorno rural, las sucesivas habitaciones oscuras y húmedas en que se hacina su familia. Y surge de ello una lengua cristalina que parecería no dicha por nadie, de labios de la propia vida. Sin idealización ni patetismos, todo ocurre como ocurre, hilando una divertida colección de travesuras cuya peculiar luz procede del gusto por compartir todo lo nuevo y distinto con los amigos, incansable generosidad de una transgresión inocente: «a pesar de la penumbra, la fuente de arroz con leche resplandecía en el suelo como un sol. La arrastré hacia la puerta para tener más luz. ‘Sentaos’, dije».

Cada nombre propio abre un personaje inolvidable, como el hermano mayor que abandona la escuela por no cumplir la norma de afeitarse el pelo y dedicará siempre sus miserables ahorros a comprar libros. Y es que, de todas las fuerzas que la naturaleza genera para seguir viviendo, lo que domina aquí es el deseo de conocimiento y una desusada voluntad para alcanzarlo; estudiar en medio de un griterío permanente, levantarse en plena noche a apurar el silencio de la lectura. Y las palabras, como un don, del padre analfabeto: «Si supierais lo contentos que nos ponemos vuestra madre y yo cuando os vemos leer libros. ¿Sabéis por qué? Porque la palabra es sagrada. Sí, señor».

Pese a ese culto a la letra escrita, es la experiencia cotidiana de la narración oral -el padre, el abuelo- uno de los vínculos entre el libro de Yabra y En presencia de la ausencia, la autobiografía de otro poeta palestino, Mahmud Darwix: la voz del relato y del poema, su carga emocional y cultural, en lo cotidiano de la pobreza, el hambre y la impotencia. Una escena se repite, casi calcada en ambos, como fórmula del existir: la del padre reuniendo a sus hijos para decirles que la dureza del trabajo -acarrear grandes piedras- le ha hecho enfermar y que quizá no podrán seguir estudiando. Hay, sin embargo, un corte tajante entre las dos infancias: Darwix nació en 1941 y vivió con siete años el momento en que se eliminó el mundo que Yabra contaba. Birwa, su pueblo natal, en Galilea, cerca de la costa de Haifa, fue arrasado el verano de 1948 por «furgones militares», como otras 531 localidades del país desde entonces llamado Israel. La familia de Darwix huye en la noche hacia Líbano, regresa infiltrada y sin derechos un año después, obligada a vivir en otra aldea a muy pocos kilómetros de la suya, perdido lo poco que tenían: «te despiertas de tu edad y te dicen: Hazte mayor ahora mismo, con nosotros, de la edad de la tribu», así, en medio del sueño. El poeta estudió en Haifa, conoció varias veces la cárcel israelí y salió al exilio en 1970. Como resumen de su experiencia, solía referirse a la falta de una poesía de Troya en el legado griego, «dicen que se escribió en tablas hoy desaparecidas». Y en la autobiografía: «Y tú ¿quién eres en esta historia? ¿Un poeta troyano que se salvó de la matanza para contar lo ocurrido?».

Cotejando ambas obras, se hace evidente la expresión literaria de esa diferencia fundadora: Yabra encuentra, en primera persona, el nombre más sencillo y transparente de las cosas y sucesos; Darwix traza un relato de silencios y ausencias: su memoria elige un hilo más poético que narrativo; establece un diálogo entre dos segundas personas, dos tús que son él mismo y no lo son nunca del todo; el corazón del texto no lo forman los sucesos (pese a cárceles y exilio, Líbano y Túnez, batallas y otoños interminables), sino el pensar, sentirse: las sensaciones, siempre poderosas, sustituyen a los hechos ausentes; el viejo combate entre la retórica de la tradición árabe y las rupturas de la modernidad no cesa -uno de sus libros se abre con esta cita de Al-Tauhidi, en los albores del siglo XI: «La palabra mejor es aquella que se asemeja al verso siendo prosa y a la prosa siendo verso». (De todo ello se deduce la notable labor de los traductores al castellano: María Luz Comendador y Luis Miguel Cañada, en el cristal de Yabra, y Luz Gómez García, que obtuvo en 2012 el Premio Nacional de Traducción de España por la suya, matizada y versátil, de Darwix.)

Pero Darwix -cuya capacidad para reflexionar sobre y desde la poesía se muestra en el volumen de entrevistas Palestina como metáfora- sitúa el nudo de su texto cerca del final, sin rozar apenas los hechos. En 1996 consigue un permiso de dos días para volver a Haifa y se desvía para visitar a su madre, a quien no había vuelto a ver. El poema «Mi madre», escrito en uno de sus pasos juveniles por la cárcel, se había convertido, con música del libanés Marcel Khalife, en un emocionante himno cantado por toda la geografía árabe. Ahora volvía a probar el café añorado en el poema. El conciso relato de ese regreso imposible, a un pueblo que ya no existía, no puede traerse aquí, pero compone un pasaje memorable de aquel poder de la palabra, sagrado quizá. «Queriendo cerrar la herida abierta por la separación, le preguntaste por qué te pegaba tanto de pequeño, y se puso colorada al responder: Era por la desdicha». Y, con ese pulso exacto, advierte cómo ella, «a fuerza de mordacidad», le enseñó a construir su independencia.

Lecturas:

— Yabra Ibrahím Yabra, El primer pozo. Traducción de María Luz Comendador y Luis Miguel Cañada. Guadarrama (Madrid), Ediciones del Oriente y el Mediterráneo, 1998.

— Mahmud Darwix, En presencia de la ausencia. Traducción de Luz Gómez García. Valencia, Pre-Textos, 2011.

— Mahmud Darwish, Palestina como metáfora (Entrevistas). Traducción de Ayub Arwan. Barcelona, Oozebap, 2012.

(Este texto ha sido publicado en «La sombra del ciprés», suplemento de El Norte de Castilla)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.