La irrupción del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias en la escena política del Archipiélago ha venido acompañada de reacciones de diverso tipo, desde las muy positivas a la reedición de los más desfasados tópicos anticomunistas. El más socorrido de éstos es que el marxismo es «antiguo». Cabría decir lo mismo de la teoría […]
La irrupción del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias en la escena política del Archipiélago ha venido acompañada de reacciones de diverso tipo, desde las muy positivas a la reedición de los más desfasados tópicos anticomunistas. El más socorrido de éstos es que el marxismo es «antiguo». Cabría decir lo mismo de la teoría de la relatividad. Pero el espacio-tiempo de este universo sigue comportándose igual más de cien años después de la publicación de la formulación de Einstein. Y, desgraciadamente, el capitalismo sigue existiendo y los asalariados siguen explotados.
Por parte de quienes no se atreven a expresar abiertamente su anticomunismo, lo más que hemos oído es que somos «demasiado duros» y hasta «radicales». Habría que recordarles un dicho gallego que, traducido, viene a decir que «nos mean y tenemos que decir que llueve». Sí: decir que nos mean es muy «duro» y «radical», pero si nos decimos que está lloviendo garantizamos que nos sigan meando. Como dice el compañero Artemi, lo radical es la realidad.
Además, ¿qué significa ser «radical»? No otra cosa que ir a la raíz de los asuntos. Y la realidad de Canarias requiere cambios de raíz, y no meras operaciones de maquillaje. Sí, decimos con orgullo, en ese sentido somos radicales: no nos conformamos con el actual estado de cosas. Y sí, somos «duros». O sea, vamos en serio: no nos limitamos a hablar de la independencia y el socialismo como de horizontes utópicos, sino que estamos dispuestos a todo por hacerlos realidad.
Para quienes no tienen otra perspectiva política que la electoral, explicar la realidad con crudeza les parece una actitud que perjudica sus expectativas de sentarse en las instituciones. Simplemente relacionarse con nosotros, calculan, les puede restar un importante número de votos. Son los profesionales de atemperar el discurso, del disimulo, del enjuague. Claro que, si por lo menos les diera resultado… Pero el espacio electoral almibarado ya está «ocupado» por las grandes maquinarias electorales. De ahí que, moderadamente, vayan de derrota en derrota hasta el desastre final.
Está claro que cada uno ve las cosas según el color del cristal con que mira. Por ejemplo, quienes aseguran sesudamente que en Canarias no existe clase obrera. Disparate mayúsculo que contradice la realidad de que el 90% de la población activa de nuestro país somos asalariados. Pero claro, admitir la existencia de una mayoritaria clase obrera canaria supondría reconocer que el socialismo es una cuestión a la orden del día en nuestro país. Ya no valdría la excusa de que es un objetivo muy lejano, que «hay que esperar a que las circunstancias maduren», y mientras tanto nos entretenemos en proyectos más aceptables por el sistema.
Reconocer una realidad dura, radicalmente colonialista y explotadora, obliga a comprometerse personalmente de una forma también dura y radical. Y nuestros jefecillos pequeñoburgueses no están por deteriorar su «calidad de vida». Ni soportan que los comunistas lo hagamos, porque les causa mala conciencia. Como cantaba Alfredo Zitarrosa, «eche veinte centavos en la ranura / si quiere ver la vida color de rosa». Mientras tanto, aquí y ahora, los duros seguiremos peleando el futuro.
Teodoro Santana es militante del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)