Este 16 de agosto se cumplieron 73 años de la trágica muerte de Eduardo René “Eddy” Chibás Ribas (El Adalid).
Nacido en la oriental Santiago de Cuba el 26 de agosto de 1906, en cuna rica, emergió en la vida política al destacarse como dirigente estudiantil universitario en las luchas contra el dictador Gerardo Machado; la Revolución de 1933 ; el mandato a las sombras del futuro dictador Fulgencio Batista y ese momento grandioso del siglo XX cubano: el complejo proceso por el cual los hijos de la tierra de José Martí se dieron a sí mismos la Constitución de 1940 , en su momento de las más avanzadas del orbe.
Chibás fue constituyente, senador, fundador del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) y , jamás se olvide, periodista; de ésos a los que les va como anillo al dedo este decir del mayor de los cubanos: ” El periódico es una espada y su empuñadura la razón. Solo deben esgrimirla los buenos, y no ha de ser para el exterminio de los hombres, sino para el triunfo necesario sobre los que se oponen a su libertad y progreso”.
Su impronta en la política cubana es indeleble, por mucho que se le intente olvidar; durante décadas sólo se le ha presentado en los medios como un gran pero mero luchador contra la corrupción politico-administrativa de su época, lo cual es desde una interesada manipulación mediática hasta una mentira, quiero creer que por ignorancia; no obstante, historiadoras como Ana Cairo Ballester y Elena Alavez Martin han salvado la honrilla.
No obstante, hay motivos para sospechar que el anticomunismo de Chibás, – en verdad signado por un más preciso antiestalinismo -, sería la oculta razón para que El Adalid sea objeto de lo que el académico Aurelio Alonso Tejada nombra “tapado político”; así aludió en 1999 a lo ocurrido con la que considero la comunista más lúcida de la Historia: Rosa Luxemburgo. Sin dudas, su ardiente pasión por la democracia, como valor en si misma, es como mentar a Satanás ante tales o más cuales, de tales o más cuales pelajes.
Rosa, quien resultó profética tras el crack del llamado socialismo real, y hoy lo es también si se echa una mirada a bastante de cuanto acontece en esta Nuestra América de José Martí , apuntó que “Sin elecciones generales, sin una irrestricta libertad de prensa y de reunión, sin un debate libre, la vida muere en toda institución pública, se convierte en una apariencia de vida, y sólo la burocracia permanece como elemento activo”.
Chibás, además de un demócrata consecuente, diría Luxemburgo, fue mucho más que un simple enemigo de la corrupción. El 15 de mayo de 1947 fundó el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) junto a un muy destacado grupo de políticos e intelectuales; varios de ellos, como él, corredactores y legisladores de esa legendaria Constitución de 1940. Fue una plèyade de 25 cerebros ungidos por la mismísima Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba.
Para el 31 de julio, la Ortodoxia fue legalmente reconocida como partido político de carácter nacional; en prácticamente nada reunió el número de firmas exigido por la Ley para actuar, 2% del registro electoral ¡en toda Cuba!; ya en las elecciones de 1948 obtuvo representación parlamentaria. Aún pequeña, pero presente, más algo parecido a una medalla: la preocupación del gobierno de Estados Unidos por el programa nacionalista y antimperialista de la Ortodoxia,expresa en un memorándum confidencial.
No era un partido a la usanza tradicional de Cuba, ni antes ni ahora. Entre sus aportes estuvo su diáfano rechazo al derecho de veto en Naciones Unidas, a sólo dos años de fundada la organización; su apoyo a la inestimable contribución del criollo Ernesto Dihigo y López Trigo a la redacción y aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) y el Proyecto de Código Cubano de Reforma Agraria (1947), de la autoría del también fundador de la Ortodoxia Manuel Dorta Duque, prácticamente el padre del Derecho Agrario cubano y el primer criollo condecorado por un Papa, Pío XII.
Dorta fue también el autor de la Ley de Corporación del Turismo de 1934, considerada en el Congreso Panamericano de Turismo de Panamá de ese mismo año como modelo de legislación turística para el continente por unanimidad.Es decir, que Estados Unidos aceptó que un cubano les dijera ¡cómo organizar el turismo! en una economía de mercado. Añado que, respecto al programa político de la Ortodoxia, apenas menciono algunos ejemplos.
Chibás murió a consecuencia de un intento de suicidio, originado por una polémica con su rival político Aureliano Sánchez Arango. Meses antes, en abril de 1951, prometió en una entrevista concedida al destacado periodista Arturo Alfonso Roselló que, de ser electo Presidente de la República, haría aprobar en el Congreso de entonces el mencionado proyecto de Reforma Agraria, objeto de triquiñuelas de pasillo o de leyezuelas paliativas como la de Arrendamiento Forzoso de los Predios Rústicos.
Terror había, porque ese proyecto era una daga al cuello del Moloch de Milton que, de cierta manera, aún asola a Cuba: el latifundio.
De paso, justicia histórica para Sánchez Arango: Chibás cometió un grave error al acusar injustamente al entonces ministro de Educación. Y lo pagó con su vida.
Sin embargo, buena pregunta es por qué no se ha publicado en Cuba el libro “La Polémica Infinita“, de Lela Sánchez Echeverría, hija de Sánchez Arango, el cual aporta importantes elementos al origen y desenlace de esa controversia.
“Se rumora por ahí” que el libro fue rechazado para edición e impresión porque se trata de “memorias familiares” ¿Y desde cuándo éstas no pueden ser Historia de Cuba? ¿”Memorias de una cubanita que nació con el siglo” -de Renee Méndez Capote – sí, y “La Polémica Infinita” no?
Retorno al proyecto de Código Cubano de Reforma Agraria: mirando en distancia histórica, muchos problemas actuales del agro cubano quizás no existirían; incluso cabe preguntarse bajo cuál perspectiva se vería el problema de la indemnización de bienes expropiados tras el triunfo revolucionario de 1959, en alta medida relacionado con el histórico diferendo entre Estados Unidos y Cuba.
No apunto calderillas: en un lejano 1994, tras descubrir entre la papelería de mi padre -fallecido en 1991 -, una Ortodoxia que me fue cual revelación divina, emprendí la búsqueda; olfateè como perro de caza entre varias bibliotecas, este poliomielítico a puro pedal de bicicleta por aquella Habana del aún tan triste 1994, hasta dar de manos a boca con ese histórico proyecto, uno de los tesoros que guardo en mis atestados libreros. Fue un comprensivo regalo de una vieja bibliotecaria que, ante mi emoción, me dijo:
– Joven, nadie ha pedido jamás ese libro. “Hágase el bobo” y no lo devuelva – y en mis manos está.
Chibás, su impronta, tal como fue, debería de ser de obligado estudio en las escuelas de Cuba,en honor a las casi últimas palabras del gran historiador criollo Julio Le Riverend: “el pueblo tiene derecho a que le sea contada una Historia cierta”, dichas como de apuro en un olvidado programa de televisión.
Sin Chibás quizás no habría existido Fidel Castro, quien militó en la Ortodoxia y con apenas 26 años de edad fue candidato a la Cámara de Representantes en las elecciones previstas para junio de 1952, frustradas por el golpe de Estado de Fulgencio Batista, en un fatídico 10 de marzo de ese año; ¡bien fatídico para Cuba!
Callado orgullo de familia fue que mi padre, también ortodoxo, fue un cercano ayudante de Fidel en ese frustrado proceso electoral, y más tarde un astuto miembro clandestino del Movimiento 26 de Julio .
Nunca olvidaré, a pesar de mis entonces cuatro años de edad, la presencia en el apartamento en que residía de un hombre de elegante traje blanco, de quien años más tarde sabría su nombre: Esteban Ventura Novo, uno de los más temibles esbirros de la dictadura de Fulgencio Batista.
Mi padre le trató con británica flema, mientras mi madre dejó de ser tartamuda, bromeó mi viejo durante años. Ventura se marchó, sin siquiera sospechar que un subfusil Thompson aguardaba en un escondite de mi hogar su pasaje rumbo a la rebeldísima Sierra Maestra.
Ventura buscaba a “Paquita” Vivar, también residente en el edificio de Requena 8 entre Carlos III y Lugareño, adicta a ocultar futuros guerrilleros del Ejército Rebelde.
De anjá, la “Paquita”: cuando “las aguas retornaron a su nivel”, se presentó ante el no menos temible Orlando Piedra Negueruela jefe del tristemente célebre Buró de Investigaciones, asesino de mártires como Oscar Lucero Moya, cerebro del secuestro al legendario corredor automovilístico Juan Manuel Fangio -pentacampeón mundial de Fórmula 1 -, y casi le dió un escándalo a lo “chusma criolla”. Lo convenció de su supuesta inocencia, justo porque casi le dió un escándalo.
No obstante, “la Paca” recibió el triunfo revolucionario de 1959 con un tremendo susto, objeto de bromas por años; en la azotea de aquel Requena 8 se reunían conspiradoras del Frente Cívico de Mujeres Martianas – tapadera más o menos legal de clandestinajes bien peligrosos. Pues bien, las damas se enteraron casi de ipsofacto de que la supuestamente segura azotea estaba a la vista de un apartamento en el cual el asesino Ventura recibía a los delatores bajo su mando.
Hoy lo repito, si alguna vez lo revelé: Herminio David Orrio González, junto a ortodoxos humildes como Francisca “Paquita” Vivar, Alfredo Galindo, Mercedes de la Noval y otros, perteneció al equipo que en ese Requena 8 ocultó a Fidel de la persecución batistiana antes de éste partir hacia México y retornar como primer expedicionario del Granma.
Crecí entre ellos, mientras escuchaba entre carcajadas, cervezas, masas y chicharrones de cerdo, anécdotas de miedo. Todos fueron miembros del Movimiento 26 de Julio ¿Pero antes que fueron? ¡Ortodoxos!
No me consta, pero no me asombraría, que en ese team de locos sublimes estuvieran Orlando Tamargo e Hilda Castro Vivar – hija de “Paquita”-; ambos unidos en matrimonio y durante décadas ¡taquígrafos de Fidel! ¿Cuántos secretos vitales guardaron?
Callo más, porque el mismísimo Comandante me dijo no recordar quién le avisó del inminente y mortal atentado que se fraguaba a la salida del edificio, ubicado en el habanerísimo barrio de La Pera.
Los dos sospechosos, conspiradores de raza, se llevaron el secreto a la tumba, pese a que durante años intenté sonsacarles. Conocieron del plan por voz de uno de esos misterios que hicieron morir en su lecho al hombre que ostenta el récord Guinness de intentos de asesinato : avisó un oficial pundonoroso. Mario Mencía, en su “La Prisión Fecunda“, relata “hasta donde lo dejaron llegar”.
“No existe grandeza sin sencillez ni bondad”, escribió León Tolstoi; y, a ese par de sospechosos, las tres virtudes más que les sobraron.
Guste a quien guste, pese a quien pese, incluso con un error que pagó con su vida, la semilla que Martí sembró fue hecha germinar por Chibás, aunque mucho le falte para ser un árbol frondoso.
Por ello, no tengo dudas sobre la dramática vigencia de la principal consigna ortodoxa – Vergüenza contra Dinero -, en esta Cuba que hoy tanto sufre entre “éticamente inaceptables” medidas coercitivas unilaterales de Estados Unidos; censuras absurdas y propagandas baratas; mediocridad burocrática; inflación galopante; contrabando y especulación presenciales y digitales ; crisis de modelo; caída del Índice de Desarrollo Humano de un lugar 55 en el 2007 a un 85 en el 2023; cierto ex-ministro detenido por corrupto desde hace meses y ¿se sabe algo más?, o accidentes que hacen pensar en esa extraña regularidad de ciertos sistemas políticos: la pérdida del sentido de responsabilidad. Más que nunca, más que nunca, el lema ortodoxo está vigente.
Por tanto, concluyo este ejercicio con la ¿olvidada? consigna de El Adalid, hoy trascendente a las monedillas, porque también se alza contra la mentira, las medias verdades equivalentes a falacias y el oportunismo:
¡Vergüenza contra dinero!
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