En 1954 el Plan Marshall va acercando los niveles de renta a los del año 35. El fascismo aparenta gozar de una salud inquebrantable. Se constituye la Junta Nacional de la Vieja Guardia de Falange Tradicionalista y de las JONS mientras el NO-DO saluda su jubilosa fusión con la Sección Femenina. Regresan a la «patria» […]
En 1954 el Plan Marshall va acercando los niveles de renta a los del año 35. El fascismo aparenta gozar de una salud inquebrantable. Se constituye la Junta Nacional de la Vieja Guardia de Falange Tradicionalista y de las JONS mientras el NO-DO saluda su jubilosa fusión con la Sección Femenina. Regresan a la «patria» los últimos prisioneros de la División Azul a bordo del Semíramis, fletado por la Cruz Roja francesa. Franco empieza a gozar de momentos estelares, la Iglesia lo agasaja bajo palio cuando visita sus catedrales y conventos, no en vano era «Caudillo por la gracia de Dios» y la Universidad acaba rindiéndose a sus pies, «El caudillo para la universidad, la universidad para el caudillo, que es decir para España» declara el rector Tovar el 8 de mayo en el acto donde el generalísimo es nombrado doctor honoris causa por las dos universidades de Salamanca – La Pontificia y la Civil-. Ya desde su reunión con Juan de Borbón en la que se acuerda que Juan Carlos -que por entonces tenía 16 años- estudie en España para que se forje en el espíritu del nacional catolicismo, el genocida había hecho suyas aquellas palabras del rector salmantino. En septiembre de ese mismo año se promulga un decreto con un Reglamento de Disciplina Académica y, una vez controlada la disidencia política, se reforma la Ley de vagos y maleantes para convertir a los homosexuales en objetivos a extinguir, urdiendo así un círculo preciso de adoctrinamiento para la ciudadanía. Ese mismo año también se apaga definitivamente la Farola del Mar del puerto chicharrero…
Pues es ese Reglamento de Disciplina Académica fraguado en la distopía fascista española el arma que el rector de la Universidad de La Laguna (ULL), Eduardo Domenech, esgrime para fustigar a los estudiantes disidentes. Son ellos – y algunas honrosas excepciones del profesorado- los que han liderado la lucha contra sus planes de reconversión universitaria neoliberal. La Asamblea del Movimiento Estudiantil Canario (AMEC) ha protestado vivamente no sólo por la pérdida del carácter asistencial de los colegios mayores y la residencia universitaria, o el nuevo calendario implantado con la excusa de la convergencia europea sino contra el aumento desmesurado de las tasas que consideran una privatización encubierta. Por denuncias de estos estudiantes asamblearios hemos conocido que Domenech, suplantando a los alumnos, es el único rector del Estado que detenta la presidencia de un Consejo de Estudiantes. Aunque el mayor logro es que los estudiantes hayan empezado a salir de un prolongado letargo inducido intencionadamente desde el poder. Al otro lado, apoyando las tesis privatizadoras del rector (y del Plan Bolonia), han situado a los cachorros del PP, el grupo de Estudiantes Democráticos (ED), creando el escenario deseado, el mundo dual: la sumisión y el orden frente a la movilización y la radicalidad. Esta atmósfera de conflicto se intensifica con vocación de hacerse permanente y extensiva, porque se teme a los que piensan, a los críticos, a los que van a la raíz de las cosas («Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo» decía Manuel Sacristán). Por eso se le incoa expediente disciplinario a Adán Lorenzo González Navarro, miembro de AMEC y su portavoz en el claustro lagunero.
Como si de una orweliana Oceanía ultraperiférica se tratara, Eduardo Domenech pone a funcionar su «ministerio de la verdad» reinventando la historia del 11 de abril, día en que Adán Lorenzo y ochenta estudiantes más empujaron violentamente la puerta de entrada al recinto, según denuncia Visegur, empresa privada encargada de la seguridad del «lugar donde no hay oscuridad» (el rectorado); sospechosamente, fue Adán el único de los presentes identificado por esta misma empresa y también el único denunciado por agredir al guardia jurado, y aunque este sólo se lastimó un brazo, había que dar la sensación de caos y violencia inusitados . Debieron preparar mejor el montaje, pues hasta la TV autonómica, testigo privilegiado de lo sucedido y libre de cualquier connivencia con los estudiantes, resaltó en sus reportajes que «no hubo violencia alguna en la manifestación estudiantil».
Las presiones y amenazas sufridas por AMEC y el propio Adán por parte de los miembros del equipo rectoral no surtieron los efectos narcotizantes pretendidos, así que el «ministerio del amor» se decidió castigar a Adán L. González por «ofensa grave de palabra u obra a compañero, funcionario y personal dependiente del Centro» y «falta de probidad y las constitutivas de delito» lo que constituyen una falta grave según se recoge en el artículo 5 del fascista decreto disciplinario del 8 de septiembre de 1954, pudiendo ser inhabilitado temporal o perpetuamente para cursar estudios en todos los centros docentes, en los centros del distrito universitario o en el centro donde esté cursando sus estudios. No se anduvieron con chiquitas. Sólo quedaba poner rostro a los inquisidores entre el escogido elenco del grupo de gobierno -militantes del PP, Coalición Canaria y algún que otro profesor que lo mismo colabora en la elaboración de un repugnante video contra Hugo Chávez que forma parte de una candidatura conjunta con IU al ayuntamiento de S/C de Tenerife-. Se decidieron por Juan Carlos Moreno Piqueros como instructor y Marta Soriano Torres, Vicesecretaria General de la ULL, como secretaria. Ellos sabrán lo que hacen…
Mientras el claustro de la Complutense de Madrid, tras muchas horas de debate, ha decidido por lo pronto solicitar la suspensión de la Orden Ministerial que regula el Master de Formación del Profesorado demostrando así que el proceso neoliberal que amenaza a la Universidad Pública puede ser evitable, Eduardo Domenech y el equipo rectoral de la ULL, ha preferido no discutir nada ni dialogar con nadie; sin embargo, sin ningún escrúpulo democrático, han rescatado del tenebroso fascismo de 1954 un decreto disciplinario, inexplicablemente aún vigente, para utilizarlo contra un estudiante que cometió la desfachatez de ser crítico con sus tesis.