Recomiendo:
0

Educación ciudadana, precariedad y condiciones objetivas

Fuentes: Rebelión

Finalizando este curso académico, José Luis Pérez Iriarte, director general de Educación, Formación Profesional e Innovación Educativa, en nombre del Ministerio de Educación y Ciencia (MEC), presentó el borrador de la nueva materia de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos, creada por la Ley Orgánica de Educación (LOE), a una veintena de organizaciones […]

Finalizando este curso académico, José Luis Pérez Iriarte, director general de Educación, Formación Profesional e Innovación Educativa, en nombre del Ministerio de Educación y Ciencia (MEC), presentó el borrador de la nueva materia de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos, creada por la Ley Orgánica de Educación (LOE), a una veintena de organizaciones sociales en una reunión para fijar el currículum, los objetivos y la evaluación (porque será evaluable) de esta materia.

El Ministerio propone tres bloques formativos para el currículum del tercer ciclo de Educación Primaria: uno dedicado a los individuos y las relaciones interpersonales, otro a la convivencia y a las relaciones con el entorno y el tercero a vivir en sociedad. Para uno de los tres primeros cursos de Educación Secundaria Obligatoria (ESO), la propuesta se basa en cinco bloques. Estos tratarán de la dimensión humana de la sexualidad, de la valoración crítica de la división social y sexual del trabajo y de los prejuicios sexistas. También abordarán la participación en la escuela, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el respeto a las opciones laicas y religiosas de los ciudadanos y hasta el funcionamiento de los regímenes democráticos, entre otros muchos temas más. Para cuarto de ESO, la propuesta se centra en formar a los estudiantes sobre los interrogantes del ser humano, las teorías éticas, el pluralismo moral, las instituciones democráticas, valores constitucionales, la globalización, la dignidad de la persona, causas, factores y alternativas a la discriminación de las mujeres,… Todo esto entre otras muchas y variadas cuestiones.

Como no podía ser menos las reacciones han sido variopintas, coloristas, y algunas hasta cargadas de glamour.

Han venido de todo el espectro carpetovetóncio ultraderechista que ha plantado su trinchera frente a la del Gobierno, en esta ridícula guerra politiquera de acusaciones y contraacusaciones que van desde el ridículo más supino, al cinismo de vanguardia, desde la defensa de la moral de la familia como Dios manda, a la laicidad del PSOE, la laicidad de pacotilla, comprada a buen precio en las ofertas de El Corte Inglés.

Como la fina punta de un tridente, la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos (CONCAPA) ha salido rauda (de sus catacumbas) a denunciar lo que considera un absoluto desprecio del MEC hacia todos aquellos que representan a los distintos sectores de la educación española pues lo que pretende con esta asignatura es la confección de un programa a la medida de sus intereses políticos. Sabiéndose bien acompañada por otras dos lacerantes puntas y como si escribieran al dictado común, sacan pecho defendiendo su concepción jerárquica, religiosa y fascistoide de la educación y anuncian además que esos contenidos pueden suponer un conflicto psicológico y social insuperable para aquellos menores que reciben una formación moral en casa y otra distinta en el centro escolar. Por eso tampoco ocultan que se pueden llegar a plantear la objeción de conciencia frente a esta materia.

La Conferencia Episcopal, el brazo armado del tridente (armado de fe), tampoco se queda corta y se rasga las finas vestiduras. Dicen de la asignatura de Educación para la Ciudadanía que «es un ataque más a la familia porque plantea un relativismo moral y una relación instrumental entre los hombres». Afirman que «la crisis de la familia se debe a un ambiente de hedonismo, permisividad, insolidaridad y pérdida del sentido de la verdad y de Dios» y a que las políticas familiares llevadas a cabo en Europa y, sobre todo, en España «no están dando soluciones». «España camina hacia una deriva que le augura a la familia muy poco futuro».

Ellos van un paso más avanzado que los padres católicos (siempre ha habido clases) y se pronuncian incluso sobre todo el sistema educativo diciendo que «es una de las peores cosas que le está pasando a la sociedad española». «No permitamos aquellos aspectos de la educación que van en contra de la verdad del hombre».

Ellos, que sólo responden ante El Supremo, también llaman a la desobediencia educativa y a la objeción ciudadana. En el cielo se darán unas clase fantásticas donde los angelitos (que no las Angelitas) recibirán el adoctrinamiento divino y eterno que echan de menos en la tierra.

Y hablando de adoctrinamiento, para formar la tercera punta del pincho carpetovetónico ultraderechista que va a enviar al Gobierno a las llamas del infierno, aparece el representante para temas educativos del partido de la oposición, Eugenio Nasarre, diciendo que «cualquier asignatura que no tenga el respaldo de una disciplina científica corre el riesgo de convertirse en un instrumento de adoctrinamiento, eso es algo que avala la historia pedagógica».

Da igual todo. La religión (armada de fe y otros recursos) ha podido, de siempre, con la razón (armada de cientificidad pedagógica y poco más). Da igual que una de las puntas del tridente contradiga a las otras dos. Lo importante es añadir más leña a la polémica que distraiga de lo importante, que distraiga de este circo que tienen montado.

Para completar la escena, no faltan los círculos de filósofos asociados y organizados, dispuestos a reclamar la entidad perdida de lo que consideran el último bastión académico. En un alarde de miedo corporativo arremeten contra cualquier posibilidad de que su asignatura de Filosofía caiga de alguno de los dos cursos de bachillerato. El argumento más repetido (dale que dale) en las reflexiones de los filósofos es el de «intolerable adoctrinamiento».

Por cosas de la vida coinciden con la Conferencia Episcopal y con la CONCAPA, con la filosofía de la caspa y la sotana. Parece que los filósofos, al menos los docentes, se han dedicado demasiado a contemplar la realidad y muy poco a intentar transformarla. Y en ese contemplar la realidad, desde su pretendida y absurda neutralidad filosófica, se contagiaron de la peor parte. Reflexiones de filósofos hay un montón en la red, pero dejamos para muestra un botón encontrado en un foro de Murcia (por poner un ejemplo):

Este es un programa de adoctrinamiento ideológico, en tanto que presenta una opción moral individual concreta (la de ser solidario y pacifista) como si fuera obligatoria y racionalmente necesaria, cuando no es lo uno ni lo otro. Por consiguiente, viola el artículo 16.1 de la Constitución, según el cual «se garantiza la libertad ideológica». Efectivamente, si la Constitución garantiza la libertad ideológica, ¿será constitucional suspender al alumno que no llegue a las concretas conclusiones morales establecidas por la nueva asignatura?

Si la solidaridad y la paz no son opciones morales obligatorias ni racionalmente necesarias para los filósofos, podemos suponer que sí lo será la libertad (¿duradera de Bush?) individual de hacer lo neutral, lo aséptico, lo moderado y, por supuesto, lo correcto.

Cualquiera puede pensar que estamos echándole una manita al PSOE en su defensa de la nueva asignatura ciudadana.

Nada de eso.

Primero porque no la necesitan, se bastan solitos para regodearse en su hipocresía.

Segundo porque lo que esta asignatura no cuestiona, ni cuestiona el PSOE con su impostura y su calculado y nada arriesgado distanciamiento -en las formas y en el talante- del PP, ni cuestionan los filósofos preocupados por contar las horas que el currículo les deja, es el modelo de ciudadanía precaria, inevitable y necesaria para el futuro.

No se cuestiona, sólo se edulcora o se disfraza.

Porque, por si no lo saben, la Educación para la Ciudadanía entra en la escuela coincidiendo con la proliferación y promoción institucional de los programas de «Jóvenes Emprendedores» empeñados en adiestrar a los futuros ciudadanos en los sutiles mecanismos del mercado, en proveerles de eficaces herramientas para minimizar los «efectos de las fluctuaciones de la oferta y la demanda», que son porque tienen que ser. Inevitables.

Se sitúa el problema (también el de la ciudadanía) en el terreno de la moral individual y no de la moral colectiva, es decir, de las relaciones políticas. Con ello se consigue ocultar las relaciones de poder que permiten que las cosas sean como son, impidiendo la crítica y la acción. Y así se interioriza la indefensión, se naturalizan la ilegalidad y los abusos, se asumen las relaciones económicas (flexibilidad, beneficio, competitividad, consumismo).

Se asumen como en la escuela se aprende que es natural que no todos terminen su escolaridad obligatoria o que esos otros, desplazados de las pirámides de las estadísticas, siempre sean de escuelas públicas y los que engrosarán las listas necesarias del último escalón de la precariedad. La precariedad de los que trabajan en negro, de los desocupados y subocupados, de los esclavizados por los contratos-basura, sin derechos laborales mínimos, sin vacaciones. La precariedad (más moderna, más «higiénica», más cool) de los becarios o de los voluntarios.

Y así, por mucha ciudadanía de la que se hable, se discrepe o se reflexione filosóficamente, el sistema hegemónico imperante queda a salvo. Quedan a salvo el libre mercado y la libertad de comprar, la libre competencia y la libertad de pensamiento único.

Hace poco encontramos en un buen libro una buena cita que decía así: Las condiciones objetivas están hasta las narices de nosotros.

Y por un tiempito seguirán estándolo, porque la precariedad a la que estamos enviando a las generaciones futuras se incrementa día a día, y la escuela, por mucha educación para la ciudadanía y los derechos humanos que inventen, seguirá arrinconada en la lamentable reproducción de la realidad.

Igual las condiciones objetivas dejan de estar hasta las narices y revientan y arde todo.

Necesitarán agua, mucha agua.