Cuando nos avergüenza ver la realidad de nuestra propia anatomía, cuando no nos complace, el problema está en nuestra mirada, no en la realidad. El escándalo, en esta ocasión, está más en nosotros mismos que en lo que el libro nos enseña porque, sencillamente, no interesa verlo y ni siquiera oír hablar de ello. No […]
Cuando nos avergüenza ver la realidad de nuestra propia anatomía, cuando no nos complace, el problema está en nuestra mirada, no en la realidad. El escándalo, en esta ocasión, está más en nosotros mismos que en lo que el libro nos enseña porque, sencillamente, no interesa verlo y ni siquiera oír hablar de ello. No hace mucho se arrancaban las hojas de los libros de texto para ocultar cualquier referencia a los órganos reproductores y a todo lo relacionado con el sexo. La vergüenza -y la represión- estaba en la mirada, no en la realidad de la anatomía.
Con el subtítulo de «Democracia, Capitalismo y Estado de Derecho» Carlos, Pedro, Luis y la ilustración de Miguel, lanzaron al aire «Educación para la Ciudadanía» causando gran consternación a algunos pero, por lo leído en el libro, es porque descubre las propias vergüenzas que quisieran ocultar imitando al avestruz. Del título, subtítulo y del contenido se desprende que el libro debiera ser más bien el preludio de algo tan necesario como esclarecedor, pero no, la crítica mediática «oficial», no opone argumentos, nada se rebate, apenas insultan, los detractores del libro recurrieron a descalificar directamente a los autores, pobre recurso arremeter contra el mensajero. Y, es una pena, nos quedamos sin saber qué piensan realmente, cómo argumentan y la razón de sus descalificaciones, aunque todo indica que nada tienen que alegar y, seguramente, mucho que ocultar.
«Educación para la Ciudadanía» ha resultado ser un escándalo para algunos por la sencilla razón de que es como una radiografía que nos enseña las interioridades, nuestros secretos que creíamos tan bien guardados -ocultos- a los ojos de nosotros mismos, de nuestros vecinos y del mundo entero. Como si de una violación de nuestra intimidad -que lo es, sin duda- pero sólo para quien tenga mucho que ocultar, mucho de qué avergonzarse o mucho que perder porque mucho gana manteniendo en las tinieblas las enseñanzas que el libro pretende airear.
La lectura es tan fácil como sorprendente pero, como siempre, las verdades cruciales resultan ser las más simples. La dificultad y el mérito de los autores del libro está en elegir cuidadosamente los elementos y las bases que condicionan quién es un Ciudadano y cómo llega a serlo o no. Decir que es necesario un espacio vacío, donde no haya ni diosecillos ni reyezuelos, ni amos ni siervos, para que los ciudadanos puedan dialogar, argumentar y llegar a acuerdos que sirvan para todos independientemente de su origen o condición.
El Ciudadano necesita que este espacio vacío no sea suplantado por ningún trono o templo, necesita que esté vacío, disponible para todos pero sin ser propiedad de nadie, para que así sólo lo sea de los ciudadanos.
Razón y libertad son lo mismo -van juntas- bajo distintos aspectos, son la fuente de la Ley. Leyes que garantizan que cada uno pueda hacer lo que quiera siempre que eso resulte compatible con que todos los demás puedan también hacer eso mismo. En estas condiciones estaremos ante un Ciudadano, ante un igual, ni más ni menos, ante las mismas leyes sin que importe ni dependa del origen o de la condición de nadie. A todo esto coincidiremos en llamarlo Derecho, y así, una Ciudad organizada de este modo, diríamos que se trata de una Ciudad en Estado de Derecho.
Ilustración, democracia, división de poderes, etc. Cuando la Ilustración pedía ciudadanos el capitalismo entregaba asalariados, proletarios. Ahora, además de templos y tronos, en vez de una Asamblea de ciudadanos, nos encontramos también con un Mercado en el centro de esa Ciudad -en ese espacio vacío que es de todos- se instala el Mercado convirtiéndose en nuevo dios y rey, pero con más poder porque necesita crecer indefinidamente devorándolo todo, incluso a sí mismo, para acabar destruyéndose, de modo que lo que para los humanos es solución y abundancia, se convierte en problema para el Mercado. El capitalismo es incapaz de detener el proceso de consumo y de destrucción del ecosistema, camina inexorable hacia el agotamiento de todos los recursos existentes.
Democracia, parlamento, libertad, economía, elecciones, guerra, religión, política,… pocas cosas de las que nos afectan a diario quedan sin tocar en lo que se refiere a la lógica de los argumentos necesarios para razonar, para movernos y para vivir. Este es el «peligro» del libro, descubre y enseña, por eso «Educación para la Ciudadanía» es repudiable, lo mismo que lo eran en tiempos del Evangelio los leprosos y tullidos, pero no por su desgracia, sino porque al dirigirles la mirada creían que reflejaban -como en un espejo- sus propias miserias.
Como desde un satélite, «Educación para la Ciudadanía», concluye retratando el caos y la tragedia de la humanidad en donde cada día mueren trágicamente más personas que el día anterior y menos que mañana, explicando admás cómo y por qué. Mueren a manos de Gobiernos concretos, con políticas económicas concretas que les conducen a meterse hasta el cuello en guerras de rapiña, hambre y miseria para mantener un insaciable modelo neoliberal, capitalista o como quiera que se le denomine. El libro simplemente plantea el problema, la situación, pero sobre todo, plantea las contradicciones a las que parece que la democracia existente y sus demócratas no están dispuestos a entrar ¿Será que esta democracia no lo es? Ciertamente, pues sólo admite mensajeros cómplices y complacientes, mientras, pobre del que discrepe. Las tinieblas se resisten a «Educación para la Ciudadanía» pero, mucho más quienes las propician.
Abolida la Ilustración y Sócrates asesinado de nuevo, también lo es el derecho y la necesidad de razonar y tener criterio propio, aunque todo lo descalifiquen diciendo que es adoctrinamiento pero, esta es la situación en la que nos encontramos, hasta ahí han llegado los poderes del Mercado que quieren imponer su asignatura a la que podríamos llamar «Educación para el Mercado» con el subtítulo de «Manual para adoctrinar al Ciudadano» y poder convertirlo así, con mayor facilidad, en una mercancía más para el Mercado, como está sucediendo.