Se ha impulsado un modelo ferroviario de Alta Velocidad que ha acabado siendo ruinoso en detrimento del ferrocarril convencional que debería ser de carácter público y con una función social.
La reiteración de las malas noticias sobre el ferrocarril en Extremadura han provocado el interés de los medios de comunicación respecto al transfondo de las repetidas averías, retrasos, descarrilamientos, incendios y paradas en medio del campo de los trenes que circulan hacia o desde Extremadura. El diagnóstico es contundente, se abandonó el ferrocarril de cercanías y de media y larga distancia mientras que se derrochó dinero en infraestructuras para un tren de Alta Velocidad que no llegará nunca a Extremadura (no hay ningún tramo licitado a través de Castilla-La Mancha), en el resto del estado el esquema es el mismo a pesar de que ninguna de las líneas de Alta Velocidad es rentable y jamás se recuperarán los miles de millones de euros invertidos, como explica el reciente informe del Tribunal de Cuentas Europeo.
Extremadura no cuenta con ningún kilómetro de vía electrificada por lo que se usan viejas locomotoras diésel que se averían con mucha frecuencia, tampoco cuenta con ningún tramo de doble vía, si un tren se para afecta a todos los trenes que circulan por esa línea y los retrasos se encadenan. Tampoco hay ningún taller para reparar los trenes, el que había en Badajoz estaba en una situación tan lamentable que lo cerró una inspección de trabajo, cuando un tren necesita pasar por el taller hay que llevarlo a Madrid. Hasta el propio secretario de Estado de Infraestructuras del Ministerio de Fomento reconoció en comparecencia en el Congreso el 28 de enero pasado que la red ferroviaria de Extremadura tiene un déficit acumulado de inversión de 665 millones de euros, se redujo en un 52% la inversión en los últimos seis años, no se compró ni un solo tren, hay trenes que cuentan más de cuarenta años en funcionamiento y de los 52 que operan hay nueve averiados por un período de larga duración. Por no hablar de los tramos en los que las vías están tan mal que el tren circula a velocidades de 50, 40 o 30 km/h para no descarrilar. En fin, el panorama es desolador, fruto de décadas de abandono de los gobiernos del PP y PSOE en España y en Extremadura.
Y solo nos hemos referido a lo que está, en teoría, operativo, piensen por un momento que a pesar de ser una potencia agrícola líder en España en varios cultivos (tomate, maíz, fruta de hueso), el transporte de mercancías por ferrocarril es prácticamente residual. Otro ejemplo, todo el oeste de Extremadura es frontera con Portugal y no hay un solo tren de RENFE que vaya al país vecino y eso que somos parte de una euro-región junto con el Alentejo y la zona Centro portuguesa. Tampoco hay comunicación con el norte de España, la Ruta de la Plata que conectaba Huelva y Sevilla con Gijón la cerró el PSOE en 1984 y desde entonces el ferrocarril no pasa de Plasencia. Un tren que conectaba algunas de las provincias más rurales y ahora despobladas como Huelva, Badajoz, Cáceres, Salamanca, Zamora, León y Asturias; todo el oeste peninsular está sin conexión férrea de Norte a Sur.
El tren es el medio de comunicación más ecológico, el que más carga desplaza con menos gasto energético, es la mejor opción para el presente y para el futuro, tal y como propone la UE, un ferrocarril de doble vía, electrificado, que permita el transporte de viajeros y mercancías a velocidades superiores a los 160 km/h, que enlace pueblos y regiones formando una malla.
Hay alternativas factibles y más económicas pero lo primero es abandonar el modelo ruinoso de la Alta Velocidad Española (AVE) que solo beneficia a las grandes constructoras, que transporta viajeros de la élite económica y que ha servido para generar comisiones ilegales por todo el territorio. Hay que establecer una moratoria sobre las obras del AVE y una auditoría sobre las inversiones, ADIF la empresa pública que gestiona las infraestructuras ferroviarias arrastra un déficit de más de 15.000 millones de euros que no se han gastado en el tren convencional, sin duda.