En el principio fue un abrazo. Íntimo. Indivisible. Fértil. En recuerdo de ese primer achuchón, y en homenaje a sus protagonistas, Fernando Macarro Castillo (Salamanca, 1920) cambió de nombre y se convirtió en Marcos Ana. Marcos, como su padre. Ana, como su madre. Eran otros tiempos. Fernando estaba entre rejas, condenado a muerte, y Marcos […]
En el principio fue un abrazo. Íntimo. Indivisible. Fértil. En recuerdo de ese primer achuchón, y en homenaje a sus protagonistas, Fernando Macarro Castillo (Salamanca, 1920) cambió de nombre y se convirtió en Marcos Ana. Marcos, como su padre. Ana, como su madre. Eran otros tiempos. Fernando estaba entre rejas, condenado a muerte, y Marcos Ana, su seudónimo, libre, firmaba combativos y valientes poemas lejos del presidio.
Al terminar la Guerra Civil, en 1939, Fernando fue detenido y encarcelado. Permaneció preso durante 23 años ininterrumpidos. En ese tiempo, a mediados de los 50, nació Marcos Ana, el poeta y luchador incansable. Su biografía destaca por la defensa de los oprimidos y desheredados y una entrega absoluta, en su escritura y labor diaria, a la voluntad de vivir y transformar la vida.
Esta tarde, a las ocho y media, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), Marcos Ana presenta su último libro, «Decidme cómo es un árbol (Memorias de la prisión y la vida)». Allí estarán, entre otros, los artistas del colectivo La Palabra Itinerante. Con su intervención, «Un abrazo para Marcos Ana», quieren rendirle un sencillo tributo. «No se trata, obviamente, de conseguir firmas para nada, ni de batir récord, ni de poner el nombre en una exposición de nombres. Se trata sólo de ofrecer, de parte de las gentes de la poesía, la literatura, los movimientos sociales… un cariñoso gesto de respeto y agradecimiento a Marcos Ana. Un gesto cómplice y cercano. Un abrazo».
Aquí va el nuestro (los recogen todos en [email protected]). Un abrazo acorazonado, un fuerte y próspero pálpito, Marcos Ana, Fernando.