Tras los gestos de Isabel Díaz Ayuso hacia Vox, figuras del sector más conservador como Esperanza Aguirre, Jaime Mayor Oreja o sus referentes mediáticos alertan de que el PP sólo gobernó cuando no hubo división electoral en la derecha y piden a Feijóo negociar con el partido de extrema derecha.
Primero se comieron a Ciudadanos. Y ahora quieren evitar la división del voto entre la extrema derecha y la derecha de siempre: recuerdan que sólo el PP llegó a la Moncloa en contextos de concentración del voto de la derecha en una sola papeleta. La idea, argumentan, cobra sentido si al final no se deshace el bloqueo y hay que ir a una repetición electoral; pero también para una oposición salvapatrias ante la “anomalía democrática” de una investidura de Pedro Sánchez con “comunistas, filoetarras y golpistas”. Así, Jaime Mayor Oreja, ex ministro del Interior de José María Aznar, ha pedido al PP y Vox que aúnen sus “propuestas, programa y proyecto” porque la estrategia utilizada en las elecciones generales del 23J y la “falta de unidad” ha “fracasado” ante lo que denomina como “frente popular”. Eso sí, PP y Vox ya se han repartido un centenar de municipios y todas las Comunidades Autónomas que podían, a la espera de la Región de Murcia.
“La complejidad de nuestra sociedad se acrecienta, hay por lo menos varias derechas diferenciadas, pero tienen que dedicar tiempo a formular una única propuesta, un único programa, un único proyecto, aunque hubiese varias siglas”, afirma en un artículo publicado en El Debate.
Mayor Oreja añade: “Resulta indispensable que la alternativa del centro derecha se rehaga, se refunde, se regenere y cambie de actitud, alejándose de la comodidad. No se puede ganar al frente descrito sin una dirección, sin un proyecto, sin una estrategia. Hablo en singular, no en plural. No se puede ganar a un frente tan retorcido y poderoso a nivel nacional compitiendo entre sí. No se puede ganar al frente sin un programa, un proyecto, en singular”.
Y concluye: “La forma y manera en la que se rehaga, se refunde y se reestructure este espacio político, no nos corresponde a quienes estamos fuera de la política, pero sí debemos exigírselo ante la situación extrema y crítica, a la que nos lleva la reválida del proceso, la segunda parte del frente popular. Si prevaleciese la estrategia de mantener la competición, esperando ver cómo la crisis destruye al otro, todos estaremos condenados al fracaso. Debe por ello producirse un cambio profundo de actitud en el seno de estos partidos. Si no se produjese en uno de ellos, el que sea, se autodestruirá. Si no se produce en los dos, los demás, la mayoría, estaremos condenados al fracaso”.
En esta misma línea, la ex presidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre marcaba en The Objective el camino de la unidad con Vox: “Se hace evidente que, tanto para enfrentarse ahora al sanchismo, si, como todo parece indicar, va a tener la desvergüenza de ponerse al servicio de los que quieren destruir España, como para preparar y construir una alternativa ilusionante y poderosa con la que derrotarle la próxima vez, Vox y el PP tienen que iniciar ya un proceso de negociación”.
La ex ministra de Aznar y ex presidenta del Senado añadía: “En el hecho de que PP y Vox se hayan presentado separados, cualquier observador imparcial ve con claridad que ha estado la principal clave de que en la noche electoral Sánchez no hubiera tenido que hacer las maletas para dejar la Moncloa”.
Aguirre, además, afirma: “En este proceso de negociación que es necesario poner en marcha cuanto antes, la iniciativa de diálogo tendría que partir de nuestras filas. De la misma forma que en el PP debemos abandonar para siempre los complejos que a veces nos llevan a buscar el aplauso de los gurúes de la corrección política, que, por si alguno aún no se ha enterado, trabajan para conseguir que el pensamiento y las políticas liberal-conservadores desaparezcan de la política mundial”.
En esta misma línea, el columnista de El Mundo David Jiménez Torres cuestionaba el pasado jueves que el partido de Abascal fuera un problema para la derecha: “¿Es Vox un problema para la derecha? Esta ha sido una de las preguntas centrales del análisis poselectoral. Resulta llamativo que la cuestión nunca se formule por el otro lado: ¿supone Sumar un problema para la izquierda? […]. Es más interesante recordar que las cosas no siempre fueron así. Hubo un tiempo en el que los socialistas y sus medios afines rechazaban que Podemos pudiera estar en el Gobierno. La defenestración de Sánchez como secretario general no se debió solo a su deseo de provocar nuevas elecciones, sino también a su voluntad de convertir a Iglesias en socio preferente. Lo que ocurrió es que, una vez recuperado el liderazgo del PSOE, el propio Sánchez se encargó de naturalizar esa relación. La crítica al populismo fue sustituida por la reivindicación de una alianza progresista. Quién sabe si este es un precedente que se deba o incluso se pueda emular en el otro lado. Lo que sin duda nos recuerda es que los extremos suponen un problema hasta que a alguien con el suficiente poder y la suficiente determinación le conviene que dejen de serlo”.
“Unidad de acción entre PP y Vox”
La temperatura de los medios conservadores es fundamental para saber por dónde pueden ir las cosas en el campo político: fueron claves para explicar el auge y caída de Pablo Casado, así como el ascenso de Alberto Núñez Feijóo a la cúpula del PP. En este sentido, Libertad Digital, el medio de Federico Jiménez Losantos, quien ha pedido no cuestionar a Feijóo tras el 23J, abogaba recientemente por la “unidad de acción” entre PP y Vox: “La senda del diálogo y del acuerdo entre ambos partidos es la única posible si se quiere actuar con la altura de miras que exigen las actuales circunstancias. […] En efecto, nunca les ha ido mejor que cuando han caminado unidos en una misma estrategia de fondo contra los enemigos de la nación, por eso asombra tanto que sigan enzarzados en sus batallas particulares para aniquilarse mutuamente, como llevan haciendo más de una semana. […] Si Feijóo y Abascal logran transmitir esta realidad elemental a los cuadros de sus respectivos partidos habrá una posibilidad real de derrotar contundentemente al sanchismo, bien en unas nuevas elecciones, bien a lo largo de la legislatura caótica que se avecina si es que Sánchez consigue echarla andar”.
De forma parecida se expresaba Ramón Pérez Maura en El Debate: “El centro y la derecha no pueden permitirse esa división”. En otro artículo, Pérez.Maura insistía en culpar de la derrota a la división de las derechas: “Si el centro derecha no ha sido capaz de ganar con contundencia unas elecciones con este escenario, podemos olvidarnos de que por separado logre nunca una victoria que le permita gobernar y aplicar un programa coherente. Quienes han votado al PP hoy han ganado las elecciones. Pero al igual que quienes han votado a Vox creo que las han perdido”. También en El Debate, Mayte Alcaraz sentenciaba: “El diagnóstico parece claro. La derecha no puede ir disgregada porque eso es letal para los intereses de 11 millones largos de electores que el 23-J querían un cambio en La Moncloa y se han quedado en la orilla”.
Desde el lado más próximo a las tesis de Vox, Juan Carlos Girauta clamaba en ABC: “Pero, ¿por qué iba a hacer ese trabajo quien tiene a Vox por su verdadero enemigo? ¡Abascal le estaría arrebatando tres millones de votos al PP! ¿De verdad la inexistencia de Vox se traduciría en ese sumatorio? El PP no ha entendido nada. Vox existe porque muchos, más allá de su grado de liberalismo o conservadurismo, votarán siempre a aquel que se oponga al separatismo de frente, sin apaciguamiento, cuando nadie más lo hace.[…]. Ya no está Ciudadanos. Solo queda un partido en la arena para formular de manera precisa lo que el nacionalismo de secesión y la ultraizquierda merecen. Como fuere, los que piden autocrítica al prójimo sin practicarla ellos siguen aferrados a su calculadora gorda: ocho millones más tres millones, once millones. Acabarán pidiendo la ilegalización de Vox”.
Medios conservadores, viejas glorias del PP e Isabel Díaz Ayuso. La presidenta madrileña ha insistido en las últimas semanas en llegar a acuerdos con Vox sin “líneas rojas” y sin ceder a “los mantras de la izquierda”, y ha abogado por que los acuerdos autonómicos entre PP y Vox “pasen ya” y lleguen “a buen puerto lo antes posible” a la vez que defendía que establecer esas líneas rojas en materia de violencia machista supone ponerse “una soga al cuello con los problemas de la izquierda y los mantras de la izquierda”. “Yo lo que no creo es que haya que poner líneas rojas para hablar lo que supuestamente a la izquierda le preocupa y está en su marco mental constantemente”, insistía una y otra vez.
Fue precisamente en la toma de posesión de Ayuso el pasado viernes 23 de junio en la Puerta del Sol cuando se fraguó el giro de 180 grados en el discurso de María Guardiola, que pasó de rechazar el pacto con Vox en Extremadura a pedir “respeto” hacia la formación de Abascal. “Vox es un partido constitucional con el que me quiero poner de acuerdo”, dijo en una carta a su militancia.
¿Qué relación ha de mantener el PP con Vox? ¿Puede volver el PP a La Moncloa mientras haya división del voto? El ala dura del PP y medios afines marcan el camino: evitar la competición electoral en la derecha.