En 1.881, otras gentes y otros tiempos, pero, seguramente con problemas parecidos, no todo era igual, ellos parecían no estar contagiados –enfermos– por los males que les aquejaban o, al menos, tenían la capacidad de enfrentarse y de luchar por algo diferente y no aceptar, sin más, los saqueos y presiones que contra la sociedad […]
En 1.881, otras gentes y otros tiempos, pero, seguramente con problemas parecidos, no todo era igual, ellos parecían no estar contagiados –enfermos– por los males que les aquejaban o, al menos, tenían la capacidad de enfrentarse y de luchar por algo diferente y no aceptar, sin más, los saqueos y presiones que contra la sociedad se ejercían. Desde luego no estaban dispuestos a ser «cómplices» de las tropelías del poder. Tenían la capacidad de disentir, de intentar elaborar un discurso propio, innovador, de ser rebeldes. Esta podría ser la biografía de los promotores, hace 125 años, del Ateneo Casino Obrero de Gijón.
Hasta 1937, durante 56 años, el Ateneo sobrevivió a los poderes de la iglesia, monarquía, primera gran Guerra, dictadura de Primo de Rivera y todo lo que se les vino encima. La barbarie del nacional catolicismo de la dictadura franquista quemó su sede, y cuanto en ella había, al inicio del Alzamiento Nacional. Era lógico, era su lógica. Terminada la dictadura, el socialismo de la democracia indemnizó escasamente al Ateneo, no había dinero, no para esto.
Durante más de medio siglo impartieron conferencias en el Ateneo la vanguardia de todos los campos de la ciencia y del arte y se mezclaron con la gente. Había un compromiso social, había una proximidad, había complicidad. Hoy, ahora, el Ateneo lo intenta, pero, las nuevas elites del conocimiento, los intelectuales y, sobre todo, la Universidad se han convertido en endogámicas y se reproducen a sí mismo cerrando el círculo, como si de un club privado se tratara, con la mayor esterilización posible y al margen de los ciudadanos. Los que pueden llegar a ciertas cotas del saber, se consideran autosuficientes, no necesitan a nadie, sólo a sí mismos, ni siquiera viajan, no se mueven, como así lo ha confirmado el CSIC y el congreso de matemáticas celebrado hace unos días.
Con un modelo de información banalizado donde se mezclan guerras y tragedias con los ecos de sociedad más superfluos, cada vez más lejos del sentido crítico y lo más cerca posible del sensacionalismo, recreándose en lo descafeinado y huyendo de los problemas sociales ¿Qué conferencia podría dar cualquiera de los políticos, o cualquiera -la mayoría- que los circundan? O ¿Una intelectualidad -universidad incluida- que raramente se asoma a los problemas de la sociedad y que permanece muda, que nada tiene que decir, que no opina? La falta de inquietud y de espíritu crítico es la norma, sea por iniciativa propia o por seguidismo de las directrices políticas al uso.
En este marco cultural, la entrega de las Medallas de Asturias 2006, no deja de ser una pésima gala televisiva, con una orientación propagandística y de contenidos teledirigidos. Así se reestrenaba la millonaria Tele del Principado de Asturias, la TPa, cubriendo el acto, en exclusiva, con seis cámaras y un montón de gente con la camisa azul y anagrama de la TPa. Al resto de las teles, les habrán servido un reportaje ya cocinado, pero no el conjunto de las grabaciones, para que cada cual pudiera hacer su propia noticia. Pues no, el Gobierno vende la noticia enlatada, enfrentándose a la libertad y diversidad de información. ¡Buen comienzo!
Los galardonados, han sido utilizados por el Gobierno para compensar sus carencias y legalizar el buen hacer y el talante del que precisamente carece. La asistencia de autoridades y políticos a la gala de sociedad -no otra cosa ha sido- fue masiva y la ausencia de algo que diera contenido e imaginación a la labor de los premiados, inexistente. Como inexistente cualquier ciclo de conferencias o la edición de uno o varios libros acerca de los galardonados para que ilustraran y sirvieran de modelo y ejemplo a jóvenes y mayores. Fácil lo tenían este año -por ejemplo- con un Ateneo en su 125 aniversario y por el que desfilaron cientos de personajes como Ortega y Gasset, Pío Baroja, Pérez Galdós, Valle Inclán, Clarín, García Lorca, Gregorio Marañón, Julián Besteiro, María Zambrano y, tantos otros que manifestaron su adhesión, como Ramón y Cajal, Blasco Ibáñez, Concepción Arenal, Rosario Acuña, etc, todos los personajes regionales y nacionales, de un modo o de otro, se sumaron a la causa socio cultural del Ateneo.
La Medalla de plata es más, mucho más, de lo que corresponde a la sensibilidad social y cultural de este Gobierno, pero, desde luego, mucho menos de lo que corresponde a una institución que ha comenzado, hace más de un siglo, con una biblioteca de varios cientos de libros y llega a 1936 con más de 15.000 volúmenes, todo ello nacido de una iniciativa ciudadana sin precedentes y que acabó siendo víctima de la barbarie franquista. Y, mucho menos también, que lo debido a un Ateneo que ahora edita y mantiene, como puede, siete colecciones de libros y que realiza un centenar de actos culturales al año.
Mientras, los partidos de la democracia del duopolio, PSOE-IU y PP, constituidos en «líderes sociales» permanecen al margen, pendientes sólo de las urnas.