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El atolladero

Fuentes: Gara

Al más puro estilo de los gobiernos de Felipe González, las filtraciones vía «El País» vuelven a ser santo y seña del Ministerio del Interior. Quien tuvo, retuvo, y Pérez Rubalcaba ha retenido lo suficiente para volver a la carga intoxicadora sobre la izquierda abertzale, con el manido y cansino tema de las disensiones internas […]

Al más puro estilo de los gobiernos de Felipe González, las filtraciones vía «El País» vuelven a ser santo y seña del Ministerio del Interior. Quien tuvo, retuvo, y Pérez Rubalcaba ha retenido lo suficiente para volver a la carga intoxicadora sobre la izquierda abertzale, con el manido y cansino tema de las disensiones internas como telón de fondo.

Le vuelve a tocar el turno, cómo no, a un colectivo de presos siempre rehén del oportunismo político de los gobiernos de turno, unas veces para saciar el ansia de venganza y otras para el chantaje más miserable.

En esta ocasión, a través de la mencionada filtración, el Gobierno de Zapatero carga la responsabilidad de la actual situación de impasse político en la supuesta obstinación de Batasuna en mantenerse fuera de la legalidad (¡!). Para el PSOE, el debate sobre la legalización acorde con la Ley de Partidos es el nudo gordiano que permitiría avances en otros aspectos.

En principio, no deja de ser sarcástico que quienes expulsaron a la formación abertzale de la arena legal se preocupen ahora por cómo y cuándo la izquierda abertzale va a volver a quedar inscrita en el registro de partidos del Ministerio del Interior. Desde luego, resulta alucinante que Batasuna se vea obligada a tener que demostrar que no tiene voluntad de permanecer en el club de los proscritos. Ahora bien, todos sabemos que la legalización inmediata de Batasuna, por muy importante que sea, no es, ni puede ser clave de bóveda del proceso político y, por tanto, tampoco puede ser la razón que justifique el parón, o, en boca de alguno de sus protagonistas, la situación crítica que atraviesa.

El proceso en el que estamos inmersos no se destaca precisamente por su abundancia informativa, pero lo que trasciende es suficiente para interpretar sin mucho margen de error que el deterioro tiene más que ver con las razones de fondo del conflicto, que con los vaivenes coyunturales.

Tras la declaración institucional de Zapatero, era de esperar una secuencia de iniciativas que apuntalaran el proceso, confiriéndole cierto ritmo. La puesta en marcha de las dos mesas, el cese de la actividad represiva o determinados cambios en la política penitenciaria, eran algunos de los hitos previsibles que, sin explicación alguna, siguen totalmente inamovibles. Es más, es evidente que detrás de las acciones judiciales y policiales está la mano de un PSOE que, bajo el pretexto de no querer disgustar al PP para que permanezca calladito, desea mantener la hostilidad contra la izquierda abertzale para reducir su margen de actuación, impedir que se regenere y mantener latente la espada de Damocles sobre las cabezas de sus militantes.

Desde el Gobierno, el PSOE juega sus cartas para conseguir los resultados más acordes con sus intereses. Quiere marcar la agenda del proceso y el primer hecho relevante, según ellos, debe ser recuperar la normalidad institucional con la Ley de Partidos como instrumento. Por lo tanto no es sólo que Batasuna debe ser legal, sino que ello ha de producirse tras pasar por el aro de una ley rechazada y denunciada por la mayoría social vasca.

Comenzar de esta manera no es baladí, porque le permite a Zapatero avanzar sin dejar pelos en la gatera de los compromisos públicos que ha ido adquiriendo desde el alto el fuego de ETA; pero además le sirve para apuntalar la idea de que la solución democrática viene delimitada por el estado de derecho y no por la voluntad popular, cuestión que, como sabemos, es el verdadero meollo del problema.

Se habla de parón, bloqueo, impasse o crisis del proceso político. Todas ellas son palabras gruesas que definen el momento actual con cierta preocupación, si no pesimismo. Desde luego, la euforia inicial queda lejana y ya hay quien afirma que es lo de siempre, la falta de paciencia de unos, la cobardía de otrosŠ en fin, era muy bonito, pero todos vuelven a las andadas. Aún simplificadas, es cierto que el estado de ánimo social tiene razones fundadas para tal comportamiento ciclotímico. Al respecto, hay que indicar que, en relación al principio ha habido cambios importantes.

Es de suponer que si el proceso se puso en marcha es porque se compartía el interés en cerrar el conflicto vasco. Todos, a excepción de la derecha neofranquista, admitieron la solución democrática dialogada, al menos en teoría. También coincidieron casi todos en lo referido a la metodología para construir la solución, basada en la Propuesta de Anoeta: dos mesas para lograr los acuerdos, y la consulta popular para sancionarlos.

Al principio, parecía que también estaban de acuerdo en que las dos mesas, una referida al conflicto armado y la otra al conflicto político, debían transcurrir de manera paralela o sincrónica. Sin embargo, el tiempo ha demostrado que el PSOE prefiere la idea de secuencialidad entre las mesas, es decir, primero cerrar el capítulo de la lucha armada y dejar para después la decisión de si realmente necesita abrir el debate político.

La izquierda abertzale y casi todas las fuerzas políticas vascas siguen convencidas de que el proceso sólo puede llegar a puerto si ambas cuestiones se abordan en paralelo y, por ello, existe unanimidad en reclamar la puesta en marcha inmediata de la mesa de partidos, independientemente de los avances entre ETA y el Gobierno.

Pero, por lo visto, el PSOE no está dispuesto a tirar la toalla en este tema y a ello dedica sus esfuerzos. Represión, Ley de Partidos y dejar el resto de cuestiones en standby son la receta de Zapatero, convencido de que nadie tiene la suficiente fuerza y/o margen para sacarle de ese esquema. Además, el presidente español tiene muy en cuenta que la gran preocupación de las fuerzas políticas a partir de otoño no va a ser cuándo se pone en marcha la mesa de partidos, sino cómo van a ir a las elecciones municipales de primavera.

A ese respecto, ejemplos sobran: todos sin excepción están en la hipótesis de la reincorporación institucional de la izquierda abertzale y para neutralizar la ola están alzando diques de contención en forma de coaliciones y alianzas. Como vemos, todavía a estas alturas prima cuidar el chiringuito más que otra cosa.

Ni que decir tiene que, desde el punto de vista del independentismo, la hoja de ruta del PSOE desnaturaliza el proceso político y lo mete en una senda sinuosa, sin certezas de ningún tipo, por elementales que fueran.

Si, como se dice, el proceso ha entrado en crisis, es porque hay conflicto de intereses. Por un lado, el independentismo articula la solución en torno al respeto a la voluntad de la sociedad vasca. Por otro, el Gobierno sólo quiere hablar ahora del conflicto armado porque el tema del modelo de Estado ya lo ha dejado definido y limitado con el Estatut de Catalunya. A corto plazo, por lo menos hasta las elecciones municipales, difícil salir del atolladero