John F. Kennedy, presidente de EEUU, firmaba el 3 de febrero de 1962 la proclama presidencial 3447, que establecía el «embargo total» contra Cuba. En realidad, Washington sólo hacía pública y oficial una guerra económica aplicada desde los primeros días de 1959, cuando todavía no habían visto la luz las primeras leyes revolucionarias. También cumple […]
John F. Kennedy, presidente de EEUU, firmaba el 3 de febrero de 1962 la proclama presidencial 3447, que establecía el «embargo total» contra Cuba. En realidad, Washington sólo hacía pública y oficial una guerra económica aplicada desde los primeros días de 1959, cuando todavía no habían visto la luz las primeras leyes revolucionarias. También cumple 45 años la II Declaración de La Habana, que al día siguiente respondía a la amenaza estadounidense.
Pese al creciente rechazo mundial al bloqueo de EEUU hacia Cuba -Naciones Unidas aprobó el pasado 8 de noviembre una resolución contra el bloqueo por 183 votos a favor, cuatro en contra y una abstención- nadie prevé cambios inminentes en la política de EEUU, al menos mientras Bush continúe en la Casa Blanca.
En opinión de Ricardo Alarcón, presidente del Parlamento cubano, tampoco un relevo en Washington hace prever que la situación «vaya a cambiar drásticamente». Un «demócrata» impulsó el bloqueo hace 45 años y otro «demócrata», Bill Clinton, firmó en 2000 una ley que autorizaba la venta de alimentos y medicinas a Cuba, siempre y cuando el pago se efectuara en efectivo.
Sin embargo, los movimientos no han cesado ni en La Habana ni en Washington. En la capital estadounidense, no obstante, no terminan de encajar todas las piezas. Así, el vídeo del convaleciente pero mejorado presidente cubano, Fidel Castro, junto a su homólogo venezolano, Hugo Chávez, «aguó festejos» en EEUU tras tres meses de silencio oficial sobre el estado de salud del dirigente.
Desde Washington, el secretario de Comercio Carlos Gutiérrez decía que el Gobierno de Bush no hará cambios a su política hacia Cuba, a pesar de la cada vez mayor presión por parte de la nueva mayoría demócrata en el Congreso para que «flexibilice» el bloqueo.
Con el presidente cubano convaleciente, algunos congresistas estadounidenses ven ahora el momento oportuno para «rectificar» la política hacia Cuba. El pasado 2 de diciembre, el presidente provisional de Cuba, Raúl Castro, lanzó un mensaje conciliador a EEUU y propuso «resolver en la mesa de negociaciones el prolongado diferendo» entre los dos países. Apenas quince días después, legisladores del denominado «Grupo de Trabajo sobre Cuba» del Congreso de EEUU visitaron la isla y mostraron su desacuerdo con el mantenimiento de esta política. «Lo que hemos estado haciendo durante 45 años no funcionó, no ha generado liberaciones de prisioneros, no ha hecho nada, no ha generado cambios en Cuba (…) así que debemos hacer algo distinto y lo distinto sería sentarnos y conversar», indicó el demócrata Greg Meeks, integrante del grupo.
Asimismo, un grupo de congresistas estadounidenses presentaran un proyecto de ley que busca la eliminación de las restricciones de viajes a Cuba para los estadounidenses.
Ricardo Alarcón afirmó que el levantamiento de algunas de las restricciones «tendría muy escasa significación» y «no implicaría cambiar la política» estadounidense hacia la isla.
La agencia Prensa Latina recordó ayer que en su discurso en el multitudinario acto Fidel Castro señaló que en la reunión de la OEA celebrada en Punta del Este, Uruguay, se libró «una gran batalla ideológica entre la Revolución Cubana y el imperialismo norteamericano». En septiembre de 1960, una asamblea general de los cubanos había aprobado la primera Declaración de La Habana, en respuesta a la censura hecha por la reunión de cancilleres de la OEA, en Costa Rica, a la decisión de Cuba de establecer relaciones con la antigua Unión Soviética.
Desde entonces, el bloqueo estadounidense comenzó a crecer hasta convertirse en el eje de la política de EEUU hacia la isla. Sus daños a la economía y al desarrollo de Cuba son enormes. El Gobierno de la isla calcula en más de 86.000 millones de dólares las pérdidas económicas sufridas, cifra con la cual se podían haber puesto en marcha numerosos programas y obras sociales.
El bloqueo estadounidense también afectó los suministros de alimentos y de material destinado a tratamientos sensibles para niños, ancianos y mujeres.