Una crítica de la economía política; unos borradores o manuscritos en torno a la teoría del valor y el concepto de plusvalía; son los Grundrisse o Líneas Fundamentales de la crítica de la economía política, escritas por el filósofo alemán, Karl Marx, entre 1857 y 1858, antes de publicar su gran obra –El Capital– cuyo primer libro vio la luz en 1867.
Los Grundrisse constituyen una vía para el estudio del capitalismo y la comprensión de cómo opera el capital; o, según Marx, “el desarrollo exacto del concepto de capital (…), concepto fundamental de la economía moderna, de la misma forma que el capital mismo (…) es la base de la sociedad burguesa”.
Estos borradores, esquemas y apuntes fueron redactados después que -concluido el proceso revolucionario de 1848- Marx se trasladara a Londres; “los Grundrisse han sido descritos certeramente como el fruto de mayor riqueza del pensamiento de Marx”, señaló el historiador británico Eric Hobsbawm.
Akal ha editado en noviembre el libro de 408 páginas Guía de los ‘Grundrisse’ de Marx, obra del geógrafo y teórico social marxista británico, de 90 años, David Harvey; en la editorial Akal, Harvey ha publicado Crónicas anticapitalistas (2023); Espacios del capitalismo global (2021) o Marx, el capital y la locura de la razón económica (2019).
Los Grundrisse son un conjunto de notas que Marx escribió para sí mismo, a modo de diálogo interior y en las que dejaba vía libre a su pensamiento; incluso los conceptos podían cambiar a medida que discurría el texto; también las nociones de deuda, tierra, dinero o trabajo se modificaban, al igual que los modos de producción.
El autor apunta ideas que podrían desarrollarse en obras posteriores; se trata, en resumen, de manuscritos y borradores de difícil aproximación para el lector, en contraposición al estilo más sencillo de su obra periodística.
Harvey resalta en la introducción que Marx no menospreciaba a los economistas burgueses como Adam Smith y David Ricardo; consideraba, por el contrario, que trataban de comprender los fenómenos sociales complejos de su época; de hecho, estos economistas políticos aportaron la materia prima para las interpretaciones del intelectual comunista.
David Harvey subraya aspectos de la obra marxiana que hoy continúan vigentes; así, cuando Marx escribió sus textos, el capitalismo industrial estaba presente en Gran Bretaña y zonas de Europa occidental; pero condiciones laborales similares pueden constatarse, actualmente, en países como Bangladés, China, Turquía, Brasil, India o Sudáfrica.
Otro aspecto reseñable de los Grundrisse es la concepción del Capital como totalidad, en su formación y funcionamiento; ello es compatible con que, a grandes rasgos, se haya producido una desconsideración de la noción de totalidad, en parte por los giros foucaultianos y posestructuralistas que desconfían de esta idea.
El capital como totalidad se sustenta en varios procesos de circulación; entre otros la circulación de mercancías a través del intercambio; del dinero como dinero; de la capacidad de trabajo; del dinero como capital; además la circulación del capital fijo y, por último, la circulación del capital que devenga interés.
En este punto, el autor de la Guía otorga una relevancia especial a la circulación de la capacidad de trabajo, entre otras razones porque el proletariado se halla expuesto -durante este proceso- a una pluralidad de experiencias materiales: como vendedor de fuerza de trabajo; receptor de un salario; comprador de mercancías y como participante en las múltiples formas de reproducción social en la vida cotidiana de un hogar.
En diferentes pasajes de los Grundrisse se aborda el rol del individuo inserto en la sociedad, y en su relación con la propiedad privada y la competencia empresarial; Marx critica la teorización que los economistas políticos clásicos hicieron de un supuesto homus economicus racional.
Así, el escritor y periodista inglés, Daniel Defoe, publicó en 1719 una novela muy famosa y leída, Robinson Crusoe: un náufrago que pasó casi tres décadas en una isla desierta de América del Sur; David Harvey reproduce las palabras de Marx, sobre Crusoe, en el libro primero de El Capital: “Salvado del naufragio reloj, libro mayor, tinta y pluma (…) inmediatamente comenzó, como buen inglés, a llevar la contabilidad de sí mismo”.
Marx señaló la tendencia de la circulación del capital a entrar en crisis, lo que -además de hacer mella en la clase asalariada- implica un riesgo para la tasa de plusvalía y la reproducción del capital; esta crisis, que también implica una oportunidad de renovación, puede tener su origen en la producción, la distribución, el consumo, la circulación del capital fijo o cualquier otro proceso integrante de la totalidad del capital.
Pero el autor de la Guía de los ‘Grundrisse’ de Marx señala otro tipo de crisis: la de alienación y pérdida de sentido; así, “el capital define la riqueza en función del dinero y de los derechos de propiedad sobre recursos esenciales. Y eso es todo. Marx postula la riqueza como tiempo disponible”; pero el capital se apoderaba de este tiempo, tanto en la época de Marx como en la actualidad, concluye Harvey.
En el capítulo dedicado al capital fijo y el capital circulante, el autor apunta las conexiones entre los factores capital/trabajo, la acumulación capitalista e innovaciones del siglo XXI como la Inteligencia Artificial (IA); de tal modo que la capacidad de innovar se revela un negocio y el capital fijo resultante agrega ciencia y tecnología, lo que reduce la fuerza de trabajo (según Naciones Unidas, cerca del 40% de los empleos mundiales están afectados por la IA; a finales de octubre, la compañía de comercio electrónico Amazon anunció la supresión de 14.000 empleos).
Un ejemplo de la intención didáctica de la Guía puede apreciarse en la siguiente explicación del catedrático de Antropología y Geografía británico: “El capital circulante fluye hacia la producción inmediata y produce los bienes que acaban en nuestra mesa o en la tienda; el capital fijo, en cambio, va detrás de la actividad productiva y tiene una diferente lógica de circulación”.
Según Harvey, el autor de los Grundrisse señala estas lógicas primero por separado, pero después establece una relación de continuidad: “El capital circulante tiene que seguir circulando para que el valor del capital fijo se realice a lo largo de su vida útil”.
El texto de Akal da cuenta, además, de las dos perspectivas marxianas sobre la evolución histórica del capital; la primera, tal vez podría calificarse de optimista, ya que el capital crea la sociedad burguesa y tiene una influencia civilizadora frente a etapas anteriores; estas son calificadas de desarrollos locales de la humanidad e idolatría de la naturaleza; por el contrario, en el mundo moderno, Marx se refiere al capital, la producción y la riqueza como “forma limitada burguesa”.
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