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El consejo de ministros y el «nuevo» sancocho nacional

Fuentes: Rebelión

En anterior texto sobre el balance de los 29 meses del gobierno Petro, identificamos una serie de problemas que han obstaculizado el avance y concreción de los planes y programas aprobados en el Plan Nacional de Desarrollo PND “Colombia, potencia mundial de la vida”.

La principal dificultad consiste en que la dirigencia del Pacto Histórico (PH) y el mismo presidente Petro no han sido plenamente conscientes de la necesidad de acumular mayor fuerza social y política con respecto a la que se tuvo para acceder al gobierno en 2022.

Planteamos en ese escrito que se ha sobreestimado la fuerza y pretendido “cumplir al pueblo” sin tener el suficiente respaldo popular. Por ello, por querer avanzar con base en un voluntarismo insulso e ingenuo, se ha privilegiado la política de componendas con supuestos “aliados” de los partidos políticos tradicionales.

Esa “estrategia”, que no ha sido discutida y consensuada con la dirigencia del PH y menos al interior del gobierno, es la causa principal de la situación actual que se hizo evidente con lo ocurrido en el Consejo de ministros del pasado 4 de febrero del año corriente (2025).

A lo largo de estos dos años y medio lo que ha predominado es la ilusión y la creencia de que los “aliados” (clientelistas y politiqueros) iban a aprobar las “reformas sociales” en el Congreso, ya fuera por la “presión de calle” o a cambio de “mermelada” (puestos y contratos).

Claro, también, en ese artículo se identificaron otros problemas “de forma” que impiden que exista una compenetración fluida y creativa entre los sectores más avanzados de nuestro pueblo, los actores políticos (bancada parlamentaria) y los funcionarios del gobierno.

Entre ellos, un problema grave y evidente es la falta de una dirección colectiva que sirva para impulsar una política que vaya más allá de ‒simplemente‒ administrar el Estado “heredado”, que como lo hemos comprobado en estos dos (2) años y medio, es un instrumento de quienes mantienen y controlan el verdadero Poder (la oligarquía financiera, los grandes terratenientes, la burguesía burocrática).

Así, por esa causa, no se ha impulsado un esfuerzo sostenido para que las bases sociales que apoyaron decididamente el “proceso de cambio”, se cualifiquen y se unifiquen en torno a una política común, que es la única forma de influir de manera efectiva en las políticas del gobierno.

No ha existido voluntad política desde el gobierno para fortalecer el vínculo entre las bases sociales y los operadores políticos. Igual, las organizaciones sociales se han limitado a presionar por reivindicaciones sectoriales y/o se conforman con que les nombren a algún dirigente social en un alto cargo del gobierno, lo que significa dejarse cooptar y perder su autonomía.

Lo sucedido en el “famoso” Consejo de ministros sirve para entender y explicar con más detalle el problema identificado y para ratificar las conclusiones del mencionado artículo, en donde el tema del estilo de gobernar del primer mandatario (Petro) es un factor importante.

Un tiro en el pie que alcanzó a la cabeza

Tanto el contenido de lo hablado en ese Consejo de ministros como las “formas” que se mostraron a los televidentes (espectadores de una especie de “reality”), sirven para reafirmar las conclusiones del “balance de los 29 meses” como para avizorar lo que se ve venir.

Todo apunta a que fue un espectáculo preparado para provocar reacciones de quienes ‒supuestamente‒ estaban conspirando contra el primer mandatario y su círculo más cercano. El ataque injustificado del presidente Petro a ciertos ministros con base en un informe sobre “incumplimientos de compromisos” preparado por el nuevo jefe de despacho (Armando Benedetti), fue el primer capítulo de ese show televisivo.

La forma como el primer mandatario se ensañó contra esos altos funcionarios fue dramática y vergonzosa. Lo triste y, a la vez, cómico, de esa actuación del presidente, es que la mayor parte de los “compromisos incumplidos” han sido asumidos por el mismo Petro en las sesiones del “gobierno con el pueblo”, sin preguntar a sus ministros si existían las condiciones legales y presupuestales para hacer realidad esos programas o proyectos.

Todo apunta a que el plan era exculpar al presidente Petro de toda responsabilidad, echarle toda el agua sucia a los ministros escogidos, y preparar las condiciones dentro del gobierno para realizar una serie de cambios ministeriales que serán operados y manejados por Benedetti.

Lo que parece no estaba previsto y se salió del libreto fue la reacción de la vicepresidenta Francia Márquez quien, un poco nerviosa e insegura pero llena de valentía y dignidad, le endilgó al presidente lo que parece totalmente lógico, que es vox populi en Colombia, de que detrás de todo ese show hay una especie de chantaje que el mismo Benedetti hizo conocer públicamente cuando filtró a la revista Semana una conversación grotesca con Laura Sarabia.

Lo que siguió a continuación en los siguientes capítulos del reality de más de seis (6) horas fue la tímida y azarosa rebelión de unos ministros y altos funcionarios que se sintieron atropellados por su “jefe”, que en la práctica les estaba presentando ‒allí, de frente y con cierto tufillo autoritario y patriarcal‒ al nuevo alter ego de Petro, a quien equiparó con Jaime Bateman, el legendario fundador y principal dirigente del M19.

Lo que ha sucedido después (renuncias irrevocables y otras protocolarias) ha servido para que las derechas de este país y los enemigos del “Cambio” se solacen de alegría y se llenen de optimismo previendo el máximo debilitamiento del gobierno “progresista”.

No obstante, los principales dirigentes de los diferentes grupos y partidos que hacen parte del Pacto Histórico no han reaccionado como colectivo. Cada cual se acomoda según le convenga sin profundizar en las causas de una “crisis política” que se veía venir y que muchos de sus protagonistas pretenden ocultar con vanos triunfalismos que ya no convencen.

La división interna dentro del gobierno que se mostró frente a todo el país, ha sido desviada por el mismo presidente Petro, para poder justificar la continuidad de su política de componendas con políticos tradicionales que se presenta ahora como el nuevo “sancocho nacional”, que será organizado y dirigido por un chef que es bastante “loco” pero que tiene una especie de “magia” que es ‒imaginariamente‒ garantía para ganar las elecciones de 2026 (billete, politiquería y clientelismo).

El presidente Petro ha señalado hábilmente al “feminismo” de no ser “humanista” porque no le da otra oportunidad al agresor (situación que siempre ha llevado al asesinato de las mujeres violentadas), y además, ha acusado a quienes no aceptan la presencia de Benedetti en la dirección del gobierno, de ser sectarios y “caníbales de izquierda” (cuando Francia proviene del movimiento social, Susana Muhamad siempre estuvo a su lado, el saliente ministro de Cultura no ha militado en la izquierda y Augusto Rodríguez era su mano derecha de siempre).

Habíamos planteado en el anterior y en muchos escritos anteriores que, ojalá, se diera un “golpe de Timón”, o sea, se rectificara el rumbo del gobierno. Que se buscara a sectores sociales y económicos que son los verdaderos sujetos sociales del cambio, o sea, a los pequeños y medianos productores agrarios y a los “profesionales precariados” de las ciudades, esfuerzo que no requiere de intermediaciones politiqueras y clientelistas. Dicha rectificación parece imposible ahora. Mucho más cuando la campaña electoral de 2026 es la que marca la agenda y las urgencias del gobierno.

Es posible que la “fórmula del sancocho nacional” aglutine a las fuerzas más claudicantes y acomodaticias del Pacto Histórico y del movimiento social, y, sobre todo, a políticos de profesión de los diversos territorios del país que ‒en lo fundamental‒ representan a la burguesía burocrática de los diversos departamentos. Ellos aspiran remplazar a los antiguos “jefes” de sus partidos políticos (César Gaviria, Andrés Pastrana, Germán Vargas Lleras, etc.) pero no para transformar el país sino para acceder a esos poderes y privilegios.

Seguramente, si hay bastante “magia” para repartir entre la “nueva clase política” que está surgiendo desde los territorios y regiones de Colombia, el “nuevo frente amplio” que está en construcción en cabeza de Benedetti y Petro, pueda competir por la presidencia en 2026 y hasta ganarla. De ser así, habremos cambiado la mística transformadora que representaba el presidente Petro por un pragmatismo rastrero y politiquero que ya sabemos quién lo entraña de manera “brillante”.

Entonces, todo lo importante y digno que representa el progresismo y las izquierdas, habrá sido abandonado y echado a la cesta de la basura. Y serán las “derechas libertarias” las que tendrán el camino pavimentado para emular en Colombia a los Trumps, Bolsonaros, Mileis y demás.

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