La teoría conspiroevasiva sobre el 11-M que ha utilizado el PP desde que se produjeron los atentados en los trenes de cercanías de Madrid -con la enorme tragedia de casi 200 muertos y más de 1.500 heridos-, se ha movido con facilidad en el escenario de un «consenso básico no pactado» entre ese partido y […]
La teoría conspiroevasiva sobre el 11-M que ha utilizado el PP desde que se produjeron los atentados en los trenes de cercanías de Madrid -con la enorme tragedia de casi 200 muertos y más de 1.500 heridos-, se ha movido con facilidad en el escenario de un «consenso básico no pactado» entre ese partido y el PSOE.
El vértice de ese acuerdo inmencionable ha sido la alianza de ambos gobiernos -el de Aznar y el de Zapatero- con los EEUU y su «guerra mundial antiterrorista». Es evidente que el atentado de Madrid es precisamente un hecho de esa guerra, una represalia de grupos islamistas por la incorporación entusiasta del gobierno español en la preparación y legitimación tramposa de la terrible guerra de Iraq, que causa daños materiales y humanos incalculables al pueblo iraquí.
El consenso básico impide afrontar las causas y responsabilidades por los atentados, que apuntarían al gobierno y también a los EEUU. Eso libera a Aznar de la indignación social, y abre las puertas a la teoría sobre la implicación de ETA que responde como anillo al dedo a los deseos del fascismo español.
La ostentosa y agresiva asunción por Aznar -contra toda evidencia- de la existencia de amenazantes «armas de destrucción masiva» en Iraq; las sucesivas y humillantes intervenciones en el Consejo de Seguridad de la ONU en apoyo de la planificación de la guerra que previamente habían hecho los EEUU; y la infame teatralización de la necesidad de una guerra preventiva realizada en la reunión de las Azores; son las causas fundamentales de los atentados de Madrid.
El consenso básico en relación con el carácter sagrado de la alianza con los EEUU ha ido aumentando a lo largo del tiempo con la participación de las fuerzas armadas españolas en los sucesivos escenarios de las intervenciones militares dirigidas por el Imperio. La implicación incondicional del gobierno Zapatero se ha ido definiendo en el caso de Afganistán.
Efecto «distracción»
Inicialmente, Aznar intenta escapar de la quema atribuyendo los atentados de Madrid a ETA confiando en que los escasos días que quedaban hasta las elecciones le permitan desviar la cólera ciudadana hacia Euskadi.
Una vez perdidas las elecciones, el PP se da cuenta de que tiene las manos libres para darle la vuelta a una situación desfavorable que podría derivar en un clamor popular que exigiese responsabilidades a Aznar. Retirado de su lugar en el banquillo de los acusados el responsable principal de la masacre, la teoría conspiratoria puede cubrir el vacío y trasladar la culpa hacia los agentes de una «conspiración» cuyo objetivo sería, precisamente, desalojar al Partido Popular de la Moncloa. El primer efecto de la teoría conspiratoria es el de realizar una magnífica e impune «maniobra de distracción». Los atentados de Madrid pierden todo contacto con la histeria belicista de los EEUU, con la barbarie desatada contra Iraq, y con la intervención impopular del gobierno español en la preparación y legitimación de la guerra.
El segundo efecto es el de situar al PP como víctima y reanimar la teoría de la vinculación de ETA con los atentados, con lo que se va minando el delicado proceso de paz.
1 de noviembre de 2006
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