Introducción Éste es el noveno de los nueve consejos (*) que Debate Constituyente (**) hace público para aportar un grano de arena, agitar conciencias y enriquecer el debate que hay en PODEMOS en la búsqueda de su comunión con la ciudadanía. Tomando partido por la democracia profunda y el respeto a los derechos humanos, y […]
Introducción
Éste es el noveno de los nueve consejos (*) que Debate Constituyente (**) hace público para aportar un grano de arena, agitar conciencias y enriquecer el debate que hay en PODEMOS en la búsqueda de su comunión con la ciudadanía. Tomando partido por la democracia profunda y el respeto a los derechos humanos, y desde la defensa firme de las propuestas de PODEMOS basadas en la justicia social y la economía al servicio de los ciudadanos, apostamos por ampliar las miras para llegar a la mayor parte de la población posible, sin etiquetas, símbolos, banderas o dogmas. Desde nuestra propia experiencia personal con los que nos rodean, pero también apoyados en diferentes estudios sociológicos y estadísticos, entendemos que hay aún un amplio sector de la población que, si bien se pronuncia de acuerdo con las propuestas básicas de PODEMOS (en lo económico, en lo social, etc.), que es lo fundamental, no termina de sentirse identificado con el proyecto por cuestiones que, en último término, son secundarias o meramente formales, y que podrían corregirse con un poco de esfuerzo. Puesto que ante lo que estamos es un conflicto de intereses de una inmensa mayoría frente a una ínfima minoría, de lo que se trata es de, manteniendo los principios, superar las barreras artificiales que nos separan a los de abajo, estudiando las maneras de conectarnos y comprendernos. Paso previo para organizarnos y vencer.
Consejo Nº 9: El debate sobre el derecho de autodeterminación y el modelo de Estado, debe darse en un proceso constituyente de toda la ciudadanía española
La Historia no se repite, sin embargo contiene fenómenos similares que renacen una y otra vez, y que ayudan a entenderla. No ha habido crisis sistémica en el capitalismo dónde las élites políticas no hayan hecho lo posible por distraer, confundir e incluso enfrentar al pueblo. Haciendo uso constante del binomio alusión-elusión, la casta dominante alude a los problemas y elude las causas, impidiendo así que «los de abajo» tomen conciencia y pongan en peligro sus privilegios. Esta forma de actuar es una constante en la trayectoria de la Humanidad, y en nuestro país lo vemos expresado de múltiples maneras. Una de ellas, que está protagonizando el panorama político nacional, es el debate en torno al nacionalismo catalán (y vasco) y el «derecho a decidir».
En plena hecatombe económica y social española, el Presidente de la Generalitat, a la vez que realiza los recortes sociales más drásticos de todo el Estado, comienza un pulso con el gobierno central para promover una consulta que abra caminos hacia la independencia de Cataluña. En su estrategia, señala al Estado central como el causante de los principales males que sufre el pueblo catalán («España nos roba») y azuza el sentimiento nacionalista e independentista en la población catalana. Este discurso, que está trufado de pensamientos xenófobos y que utiliza los sentimientos más superficiales e individualistas, arrastra a decenas de miles hacia la creencia de que la separación del territorio catalán de España será la solución a sus problemas del paro, de la precariedad, de los recortes en sanidad y educación o del desahucio de su casa.
Los líderes nacionalistas catalanes (en el gobierno catalán o en la oposición) justifican la reivindicación de la consulta soberanista, no sólo bajo el paraguas de que «solos estaremos mejor», sino también bajo unos supuestos «principios democráticos».
Desde el reconocimiento del carácter plurinacional de nuestro país, y desde el más profundo respeto a la identidad cultural y lingüística de los diferentes pueblos que lo conforman, en particular la de las nacionalidades históricas , desde aquí creemos necesario desmontar el argumento «democrático» con que la casta catalana en este caso intenta vestir su demanda de autodeterminación. Y para ello no nos vamos a detener a analizar la pobre calidad democrática y participativa que tendría un proceso de autodeterminación en Cataluña organizado y dirigido por la casta política y económica que tutela a ese noble pueblo. Basta con detenernos a desmenuzar qué significa «derecho a decidir» según se está planteando en las actuales condiciones. La dirigencia nacionalista, en su autoproclamación de paladines de la democracia, no plantea el derecho a decidir sobre desahucios, banca pública o privada, salario mínimo, reforma laboral o sanidad y educación. El planteamiento de estos «ultrademócratas» de CiU (que no apoyan un referéndum sobre la monarquía o la autodeterminación del pueblo palestino) se ciñe a la conformación de Cataluña como Estado y su posible separación de España. En concreto, la consulta a la ciudadanía catalana planteada sería:
-
¿Quiere que Cataluña sea un Estado?
-
Si es así, ¿quiere que este Estado sea independiente?
¿Qué consecuencias tiene realizar esta consulta exclusiva para catalanes en estos términos y coyuntura? No sólo despistar al pueblo catalán de las razones de la crisis o potenciar tensiones viscerales entre el propio pueblo catalán o entre parte de éste y parte de el del resto de España. Las consecuencias van más allá. Las distintas combinaciones de respuestas que permiten las preguntas planteadas (NO, Sí-NO o SÍ-SÍ) se traducen políticamente en varios tipos de vinculaciones de Cataluña con España. Correcto, pero no sólo esto. Y esta es la clave de la cuestión. También implican, por consiguiente, varios modelos de Estado español: autonómico vigente, federal o la segregación de Cataluña asumiendo la confederalidad. Esta consulta implicaría decidir sobre el modelo de Estado para todos los ciudadanos españoles. Si los resultados de la consulta se hiciesen efectivos, y pasasen a ser vinculantes en «pro de la democracia», podría suponer la modificación profunda del modelo de Estado en el que viven 46 millones de habitantes pero decidido exclusivamente por los votantes de una región en la que viven 7,5 millones.
El debate que plantea esta consulta no es el de la vinculación de Cataluña con el resto del Estado, sino el de la organización territorial de todo el Estado en sí. ¿Es democrático que en el debate y en la consulta sobre el modelo de Estado sólo participe una parte de la ciudadanía y se excluya a la mayoría?, ¿es democrático que se haga esto sin que antes hayamos abierto un proceso constituyente participativo y hayamos modificado el marco jurídico-político entre toda la ciudadanía y no sólo una parte de ésta o unos diputados? Y ¿no es más democrático que toda la ciudadanía del Estado participe en un debate profundo y amplio, y en un referéndum vinculante sobre los distintos modelos de Estado incluido el modelo que incluya el «derecho a decidir» o confederal?
Sería muy difícil hacer entender a la inmensa mayoría de la población española que en defensa de la democracia y la participación se ha modificado radicalmente la composición del Estado sin permitirles que participen en ningún debate ni decisión al respecto.
En definitiva, creemos que la actual propuesta de consulta soberanista en los términos planteados, dirigida por la corrupta casta política que gobierna Cataluña, en el contexto político catalán y español actual y bajo la crisis que sobrevivimos, tiene un notable déficit democrático. Por lo tanto no entendemos que algunos portavoces de PODEMOS apoyen el proceso de consulta soberanista en su formato actual. En este aspecto PODEMOS comete un acto de incoherencia frente a su defensa de la democracia real y participativa. Esta postura sólo le puede provocar distanciarse de una buena parte de los españoles que no la pueden entender planteada en estos términos.
En la otra esquina del cuadrilátero nos encontramos a los otros maestros trileros. Como cascotes del naufragio de un barco que zarpó en 1978, se aguantan difícilmente a flote el PSOE y al PP. A estos dos partidos, sostenedores políticos del capitalismo español, les ha venido «como agua de mayo» el órdago de Artur Mas y sus acompañantes nacionalistas e independentistas. «Poco pan y pésimo circo» nos cantaban Def Con Dos, y entre un océano de desgracias nos ofrecen un patético espectáculo los unos y los otros. Madrid y Barcelona, capitales políticas de una farsa para entretener y engañar a millones de trabajadores, parados, estudiantes, jubilados o desahuciados.
Desde el bipartidismo dominante, enrocado en la defensa a ultranza de la actual constitución, o sólo permitiendo modificaciones parciales, de corte neoliberal y «pasteleadas» por las jerarquías, se evita que se abra un amplio debate popular sobre otro modelo de Estado o sobre otra constitución. Tienen pánico patológico a la participación de los ciudadanos en un verdadero proceso democrático. No quieren modificar una ley electoral que favorece a los partidos nacionalistas frente a otros de ámbito estatal, no quieren abordar el problema de las asimetrías regionales del tejido productivo, no quieren hablar sobre caducidad del modelo de Estado, no quieren investigar sinceramente la corrupción que les define a unos y a otros, no quieren señalar quienes financian a quienes en las campañas, no quieren enfrentar el nacionalismo catalán o vasco hablando de los problemas de la gente menos pudiente, no quieren apoyar un proceso constituyente de abajo a arriba, no quieren hablar de más poder ciudadano pero sí de descentralización. Apuestan por la salida habitual: acuerdo en despachos concediendo más privilegios y competencias a las élites económicas y políticas catalanas (o vascas, según toque). Y fin de la discordia hasta nuevo aviso. Negociaciones (y negocios) cupulares para acallar el ruido, rebajar la tensión y todos tan amigos. Entre oligarcas anda el juego.
La encrucijada en la que nos encontramos ahora está polarizada, por tanto, en dos propuestas antidemocráticas (la nacionalista catalana por un lado y la del PSOE-PP por otro), que marginan a toda la ciudadanía de un proceso de discusión y decisión. Dos polos aparentemente opuestos, que se retroalimentan, que se fortalecen con el discurso de su rival, y que a la vez ayudan a sostener viva la maquinaria neoliberal en nuestra sociedad.
PODEMOS debe quebrar esta deriva con un discurso propio y en defensa de la democracia. Y ese no es otro que apostar por un proceso constituyente en el que participe toda la ciudadanía del Estado y que abarque todos los aspectos fundamentales de nuestra sociedad : economía, finanzas, vivienda, educación, sanidad, defensa, medio ambiente, participación política y también la organización territorial del Estado . Un proceso lo suficientemente profundo y extenso como para tocar todos los aspectos que atañen a nuestra ciudadanía. Un verdadero proceso de autodeterminación del pueblo español. Es bajo estas garantías democráticas cuando debe darse el debate sobre el modelo de Estado incluyendo el debate sobre posibles derechos de autodeterminación de las nacionalidades históricas. Una consulta soberanista en Cataluña surgida de la transformación del modelo de Estado después de un proceso constituyente de toda la ciudadanía española, sería una consulta verdaderamente democrática . Sería después del proceso constituyente, si la mayoría así lo determinase, cuando debería darse esa consulta soberanista catalana (o vasca) y no antes. Con esta propuesta democrática debe PODEMOS dirigirse a la ciudadanía catalana o vasca, nacionalista o no nacionalista, votante o abstencionista, politizada o sin politizar, así como a las organizaciones catalanas «pro-consulta» con mayor sensibilidad social.
Este proceso constituyente español, este encuentro democrático ciudadano, servirá para abrir un debate tranquilo, participativo, de ideas, sosegado, que ayude a entender a todas las partes, y eliminar prejuicios y demagogias de unos y otros. En este clima democrático, pacífico y constituyente, con la participación de todos de abajo a arriba, es cuando se debe encarar la cuestión de la composición y la configuración de España.
Y es en este contexto cuando PODEMOS debe tomar posición sobre el modelo de Estado y sobre el derecho o no a segregarse de Cataluña o País Vasco. Nunca antes. No nos parece nada conveniente que PODEMOS esté tomando posición a favor del «derecho a decidir» del País Vasco o Cataluña, en las actuales condiciones. Está quemando una etapa previa fundamental, la etapa que le daría un carácter realmente democrático a ese posible proceso: el proceso constituyente. Adelantándose a las circunstancias y uniéndose a las posiciones de una de las dos partes confrontadas (PSOE-PP frente a nacionalistas catalanes o vascos), sólo crean confusión y recelo en el pueblo español. El pueblo español no está siendo partícipe de un verdadero debate democrático y mucho menos va a entender que no se le consulte en algo tan importante. Este asunto está siendo dirigido por las cúpulas y las castas de una y otra parte. La posición de PODEMOS no puede obviar esto. Posicionarse, al día de hoy, en este punto con una de las partes (la pro-consulta), provoca el rechazo de una parte importante de los españoles que están en medio del fuego cruzado mediático y manipulador de las dos poco democráticas trincheras. La consulta soberanista que se plantea no se puede apoyar ni por el cómo ni por el cuándo.
Sintetizando, nuestro consejo en este asunto es:
-
Frente al «derecho de decidir» de Cataluña y País Vasco, PODEMOS debería proponer proceso constituyente participativo para debatir el modelo de Estado entre toda la ciudadanía española.
-
Si este futuro proceso constituyente de toda la ciudadanía derivase en una nueva constitución que incluyese el derecho de autodeterminación para las distintas nacionalidades, entonces sí sería legítimo y democrático abrir consultas exclusivas como la que se propone para el pueblo de Cataluña.
-
Mientras tanto, PODEMOS no debería tomar posición sobre la organización territorial del Estado (central, autonómico, federal o confederal) y debe aplazarlo para que su organización lo decida cuando se abra ese futuro proceso constituyente.
-
En todo caso, sin consulta o con consulta, en unas u otras condiciones, echamos muy en falta una mayor determinación de PODEMOS a la hora de enlazar su proyecto de justicia social con la unidad de España y sus pueblos, cuestión que pasa por desenmascarar y responder adecuada y contundentemente al pensamiento nacionalista excluyente e independentista.
—
(*) Los consejos que aquí presentamos han sido introducidos en el debate de cara a la Asamblea Ciudadana de PODEMOS en el foro «Plaza Podemos». Para acceder a los nueve consejos que hemos aportado y a los debates abiertos en torno a ellos, pinchen aquí.
(**) Debate Constituyente es un grupo abierto de debate, de reciente creación, que pretende trasladar sus opiniones y análisis a todas aquellas personas o foros que contribuyan a la actual coyuntura de «constituyentes de constituyente» en España. Sin despreciar ningún tema de discusión, Debate Constituyente se centra fundamentalmente en la actualidad política y económica de nuestro país, con la intención de aportar ideas que ayuden a generar reflexión y propuestas. Para cualquier comentario o sugerencia, nuestro contacto: [email protected]
(***) Otros consejos publicados:
Consejo Nº 1: Acabar con todo tic anticlerical
Consejo Nº 2: Dirigirse expresamente a los votantes desencantados del PP
Consejo Nº 3: Discurso de apoyo a los autónomos y PYMES
Consejo Nº 4: Rechazo tajante de la violencia
Consejo Nº 5: Cambiar las formas en los actos públicos, la música
Consejo Nº 6: No permitir que a PODEMOS se le etiquete como un «partido de izquierdas»
Consejo Nº 7: Evitar utilizar el término Estado español para referirse a nuestro país
Consejo Nº 8: No rechazar ni imponer un color a la bandera española
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.