Lo que declaró groseramente el líder del Partido Popular (PP) sobre el desfile militar del día de la hispanidad, celebrado el pasado 12 de octubre en Madrid, lo decía en el siglo pasado Paco Ibáñez con música y más gracia en la canción «Mala Reputación»: «Cuando la fiesta nacional Yo me quedo en la cama […]
Lo que declaró groseramente el líder del Partido Popular (PP) sobre el desfile militar del día de la hispanidad, celebrado el pasado 12 de octubre en Madrid, lo decía en el siglo pasado Paco Ibáñez con música y más gracia en la canción «Mala Reputación»:
«Cuando la fiesta nacional Yo me quedo en la cama igual, Que la música militar Nunca me supo levantar. En el mundo pues no hay mayor pecado Que el de no seguir al abanderado»
No se puede culpar a Mariano Rajoy desde la izquierda por haber expresado en público sin querer lo que piensa realmente sobre el desfile militar: que es un coñazo. Cualquiera en su sano juicio piensa lo mismo y si pasa de las formas al fondo suscribe además lo que Erasmo de Rotterdam expresaba con acrimonia hace más de cinco siglos: «es la profesión militar una gananciosa manera de no hacer nada.», salvo matar y robar unos días y desfilar otros.
No mueve al llanto la caída de Rajoy, desde luego, aunque cabe valorar el autocontrol que ha mostrado al mantener la farsa durante años en pasados desfiles y otras ocasiones relacionadas. Por cansancio u otra razón se ha venido abajo justo en este momento en una cuestión tan querida para sus correligionarios y sin que este fallo tan freudiano le haya impedido mantener su estilo habitual en otros asuntos: ¿no ha mostrado preocupación ante al apoyo de la izquierda gobernante a los bancos? ¿no ha solicitado a los socialistas que se ocupen de los problemas del pueblo llano y las familias a causa de la crisis?
Ahora bien, lo que llama la atención es que la calaña de la izquierda se pone a la misma altura que la de su supuesta oponente cuando la jefa del negociado de lo militar del PSOE sale presta y amigablemente al rescate de Rajoy. No se puede creer a éste cuando balbucea que se refería a pasar el día con su familia -¿por qué no se los llevó a todos a la Castellana?- ni a aquélla cuando afirma estar segura de que Rajoy no piensa lo que dijo.
Patriotismo de pan y circo
Mientras que en los medios de información públicos y privados se difunde abundantemente la imagen de los dos próceres declarando su amor al ejército del Reino de España, aparentemente poniendo voz al sentimiento de su población, se oculta la indiferencia generalizada de los ciudadanos corrientes por los uniformados.
La prensa, local y nacional, se ha tomado el trabajo de calcular el número de asistentes al desfile folclórico que se celebró también el día 12 por la tarde en la misma ciudad en la que se celebró el militar por la mañana: 50.000 personas. Sin embargo, no ha informado sobre el número de los que asistieron a ver a los soldados desfilar, en todo caso menor a la vista de las imágenes ofrecidas por la televisión.
Una parada musical nutrida por voluntarios, o sea, un sarao de poca monta y sin arraigo, es capaz de congregar muchos más espectadores que una parada militar de gran tradición y la ocasión más propicia para demostrar el amor que los millones de votantes del PP y del PSOE sienten por su ejército.
El desinterés creciente del público por su ejército desfilando queda patente en las cifras de audiencias televisivas de los últimos años (www.fomulatv.com)
Año del desfile: Millones de personas
2004: 3.421.000
2005: 3.273.000
2006: 2.702.000
2007: 3.164.000
2008: 2.818.000
¿Qué hubo que interesó tanto o más al pueblo ese mismo día? Espectáculos de variedades pero sin profusión de armamento:
El desvencijado humor de una serie titulada «Escenas de matrimonio»: 3.650.000
La destreza automovilística de un piloto español de Fórmula 1: 3.094.000
La trama de una película realmente mala, «United 93»: 2.812.000
El argumento de otra inefable cinta titulada «La hora de la araña»: 2.543.000
El patriotismo militar, gravemente herido por Rajoy horas antes de que diese comienzo el desfile, recibió su golpe mortal poco después de concluido a manos del minuto más visto del día. No lo protagonizó la cansina cabra de la legión, ni los reyes, ni los padres de la patria, ni algún famoso asociado, sino algo tan ajeno y tan prosaico como una carrera de coches deportivos: 5.088.000
Competiciones de coches, de motos, de bicicletas, de canciones, de bailes, de gentes que se insultan, de lo que sea, se televisan todos los días a todas horas. Aún así parece que los ciudadanos no se cansan nunca de esos espectáculos insulsos y repetitivos y sin embargo son incapaces de ilusionarse dos horas al año con una exhibición de su ejército renovado, internacional y muy superior al anterior.
A lo mejor el bombardeo que sufrimos en España de éxitos de la selección nacional de fútbol, de banderas enarboladas por pilotos en los circuitos de velocidad de medio mundo, de celebraciones con el himno nacional sonando a golpe de raqueta y pedal en el otro medio, no tiene nada que ver con el bombardeo de misiles y violaciones de derechos humanos que asola Afganistán. Sin embargo, se diría que al agotado nacional-catolicismo le ha salido un heredero: el nacional-progresismo.
El dispendio militar y la profunda crisis (moral)
No es de extrañar que el escaso apego de los ciudadanos a sus fuerzas armadas preocupe mucho a los políticos, en el poder y en la oposición, así como a los formadores de opinión. De ahí el apoyo generalizado, chacotas aparte, al líder del PP que ayer llevó a España a participar en la invasión de Iraq y que hoy apoya su participación en la invasión de Afganistán de manos del PSOE.
Unos y otros tratan de convencer a los ciudadanos de que es de día cuando es de noche. Por más que afirmen a menudo que el ejército de toda la vida se ha transformado actualmente en unas fuerzas armadas profesionales y humanitarias, en general la gente muestra una actitud indiferente y una minoría lo percibe como lo que es: la peor manifestación del Estado, tanto en el ámbito moral como en el económico.
Es lo más probable, además, que muchos cambiarían su actitud de indiferente a negativa si supieran lo que les cuesta realmente tener esas fuerzas armadas. Sin embargo, el gobierno y los medios, que tienen la obligación de informar, no lo hacen, más bien al contrario.
Existe información al respecto -aunque no es definitiva ni resulta fácil encontrarla- en la que se pone de manifiesto no sólo la enormidad de lo gastado por un ejército innecesario y dañino en detrimento de los derechos relativos a vivienda, sanidad, educación, empleo, etc., sino también los trucos contables que emplea el gobierno para camuflar el gasto.
José Toribio Barba se ocupa desde hace tiempo de seguir el incesante incremento del gasto militar español a través de los presupuestos generales del Estado de los últimos años. A la vista de los resultados de su investigación sobre el año 2008, ha dado a su último estudio el acertado título de El escándalo del gasto militar. http://www.antimilitaristas.org/article.php3?id_article=3521
El autor se pregunta: «¿Qué le ocurre a una sociedad que ante un dispendio bélico diario de 68.68 millones de euros diarios no se rebela?» Aunque no hay una única respuesta para los millones de contribuyentes que financian con su sudor y en perjuicio de sus familias, de sus barrios y de ellos mismos el dispendio militar, creo que hay que buscarla principalmente en la molicie general de la sociedad, la cual es alimentada a propósito por el gobierno, las grandes empresas y los principales medios de comunicación.
En su informe aparecen datos que muestran las operaciones de camuflaje que realizan las autoridades para que esa millonada se reparta entre varios ministerios. De esta forma el presupuesto del Ministerio de Defensa que se publica es siempre menor que el real empleado en el empeño bélico de un país gobernado por el PSOE, un partido que declara en el segundo artículo de sus estatutos que «es una organización política de la clase trabajadora (.) aspirando a transformar la sociedad para convertirla en una sociedad libre, igualitaria, solidaria y en paz que lucha por el progreso de los pueblos.»
Resulta complicado seguir el rastro del gasto militar y de seguridad, debido entre otras cosas a la maraña de fondos de contingencia, transferencias, remanentes, acuerdos y otros sistemas utilizados para que en el caso de que salgan las cifras a la vista del público aparezcan muy difuminadas.
Si se toma un sector de nombre tan sugerente como el de la investigación, desarrollo e innovación (I+D+I), se obtiene una idea clara de lo útil que es este sistema: el Ministerio de Defensa gasta en I+D+I en 2008 la cantidad de 215,75 millones de euros, mientras que el de Industria, Turismo y Comercio gasta 1.308,57, o sea, seis veces más.
Especial atención merece el fondo de contingencia, que en buena lógica se refiere a gastos imprevistos. Sin embargo, la contabilidad socialista considera contingencia a lo contrario, a los gastos que sabe que va a afrontar: las misiones en el extranjero y el apoyo a organizaciones militares como la OSCE y la OTAN.
Calcula José Toribio que «cuando acabe 2007, el Ministerio de Defensa habrá tenido cerca de 3.000 millones más de presupuesto del que oficialmente figura (por la diferencia entre presupuesto inicial y final y por la utilización del fondo de contingencia). Si para 2007 dispuso de 8.000 millones, podemos afirmar sin ambages que, en realidad, rondará los 11.000, un 37% más de lo estipulado.»
Otros investigadores se dedican a seguir los dineros relativos a la exportación de armas fabricadas en España. Junto a la cuestión de los millones que están en juego para las empresas fabricantes y los bancos que las financian, que van en aumento, interesa destacar la dimensión moral que afecta al partido en el poder.
Entre las resoluciones del 37º congreso federal celebrado en julio de 2008 por el PSOE, se encuentra la que dice que Europa «está llamada a ejercer un papel mucho más importante en la búsqueda de la paz, la extensión de la democracia, las libertades y el bienestar más allá de sus fronteras. España ha de jugar un papel de liderazgo en el máximo desarrollo de estas potencialidades.»
He aquí lo que revela sobre ese papel el Centre d’Estudis per a la Pau, de Justícia e Pau, que ha publicado en 2008 el informe de Tica Font titulado Exportacions Espanyoles de Material de Defensa 1998-2007:
«El año 2007 ha sido un año muy significativo para las exportaciones de armas, ha sido el año en que la industria española más ha facturado de la historia y ha ocupado el octavo lugar en el ranking mundial de exportadores de armas.»
«El nivel de transparencia informativa, por parte de nuestro gobierno, sigue siendo insuficiente, el gobierno somete dichas exportaciones a la ley de secretos oficiales y no informa de las armas que se han exportado a cada país.»
«El informe de 2007 nos abre un nuevo frente de investigación, a saber si empresas multinacionales de defensa están adquiriendo material militar español o si no, qué clase de empresa privada es la que lo adquiere.»
http://pangea.org/aa_upload/7dc10f2cdabf56575884fff9bafc49b5/informe_export_armas_2008_CAT_def.pdf
Mientras sus votantes ven los goles de la selección nacional en el cuarto de estar, el PSOE exporta calladamente la muerte a toda máquina y acelerando. Pero no hay nada que temer: la televisión garantiza que los que estaban viendo el tenis a la misma hora podrán ver la repetición de aquellos en diferido en el programa que llaman Las Noticias.
Gran parte del material bélico que se exporta va a parar a Estados Unidos y Reino Unido, cuyos ejércitos están ilegalmente atacando y ocupando países como Iraq y Afganistán. Además, un elevado porcentaje acaba en manos privadas, es decir, de mercenarios. No es preciso entretenerse aquí en el papel de éstos y aquellos a favor de la paz y los derechos humanos.
Lo que ocurre en Afganistán
El PSOE ha sabido aprovechar muy bien la enorme lección derivada del desastroso ímpetu imperialista del PP. La respuesta apropiada a las manifestaciones ciudadanas contrarias a la participación española en la guerra contra Iraq hubiera sido, como mínimo, limitar la acción de las fuerzas armadas al texto constitucional que se refiere a la defensa de la soberanía nacional. La respuesta conveniente ha sido disfrazar las nuevas acciones militares en el exterior para evitar un nuevo rechazo social con su correspondiente coste electoral.
Entre la retransmisión de una competición deportiva y la del siguiente espectáculo, la televisión ofrece anuncios de diversas marcas. Es en esos minutos cuando el gobierno del PSOE, igual que hacen conocidas multinacionales, aprovecha para convencer a los telespectadores de las bondades de sus productos y servicios. Cada una se diferencia de las otras porque se especializa en un sector y todas se asemejan por apelar a un vago sentimiento formado por la mezcla de unos valores supuestamente compartidos por todos los televidentes: grandeza nacional, poderío económico y sentido de modernidad. El ejército español se ha especializado, según la propaganda oficial, en labores humanitarias y operaciones de paz.
Imágenes de un soldado del ejército español con un niño afgano en brazos o de un dispensario de campaña, seguidas por la aparición fugaz de una bandera y rematadas con un lema tan sonoro como vacío, es todo lo que se necesita para «vender» la marca Fuerzas Armadas como una más de la empresa estatal España S.A. Sus objetivos son hacer el bien por donde pasa, incrementar el peso del Estado en la escena internacional, mantener entrenados a los militares profesionales y contribuir al desarrollo de la industria y la investigación armamentística nacional.
Si los deseos del PSOE no se corresponden con la realidad, peor para ésta. Las declaraciones del gobierno, las retransmisiones deportivas y los anuncios de publicidad están diseñados precisamente para distraer la atención de los que podrían reflexionar en su tiempo libre sobre la tremenda contradicción, algo bastante improbable a la vista del número récord de espectadores que se tomaron la molestia de seguir por televisión el encuentro de fútbol entre España y Rusia en la pasada Eurocopa: 17 millones.
Hace ahora siete años que Estados Unidos y la OTAN comenzaron su agresión contra el indefenso y empobrecido Afganistán. Ya habían protagonizado un precedente igualmente criminal en Yugoslavia. Los crímenes de guerra y contra la humanidad que cometen continuamente desde entonces los agresores están de sobra documentados. Aumenta a diario el número de altos responsables militares y políticos de los países participantes que admiten en público que la guerra ha sido otro fracaso más de Occidente en el mundo musulmán, el cual se une a los de Iraq, Líbano y Palestina.
La lista de generales, embajadores, enviados especiales y otras autoridades occidentales que admiten el fracaso y recomiendan un cambio de estrategia es demasiado larga para traerla aquí. Las palabras de uno de los últimos en lanzar un grito de alarma, el diputado del Partido Conservador británico David Davis en el diario The Independent el 20 de octubre pasado, a la vuelta de su visita a Afganistán, resumen bien la situación:
«Es hora de enfrentarse a los hechos en Afganistán: la situación se deteriora sin control y si no cambiamos nuestro enfoque tendremos un desastre. La violencia aumenta en dos tercios del país, las drogas son el principal soporte de la economía, la criminalidad está fuera de control y el gobierno es débil, corrupto e incompetente. La coalición internacional es vista como un grupo de extranjeros que se pelean entre ellos y que no cumplen lo prometido. Aunque los talibanes están lejos de tener un apoyo mayoritario, su prestigio crece rápidamente entre los afganos corrientes.» http://www.independent.co.uk/opinion/commentators/david-davis-we-are-losing-taliban-battle-966926.html
En realidad, a nadie le importa las palabras de los que han ocasionado el crimen que se comete en Afganistán, especialmente porque se lamentan del fracaso de su política, no de su crueldad, de su cinismo y menos aún se arrepienten de su profunda inhumanidad.
Resulta mucho más instructivo el punto de vista de los que han sido agredidos. La declaración del pasado 10 de octubre de 2008 emitida por la resistencia del Emirato Islámico de Afganistán a propósito de las «ofertas» de diálogo occidentales, resalta la podrida moral del atacante, el sufrimiento de la víctima y también su dignidad:
«Los americanos, los británicos y las Naciones Unidas gritan y lloran ahora para decir que no hay solución militar a la crisis en Afganistán, que se debe buscar una solución pacífica y que se debe hablar cara a cara con los talibanes. Si hubieran pensado así hace siete años en vez de haber invadido Afganistán, pisoteado la santidad y dignidad de Afganistán, hecho mártires a decenas de miles de afganos inocentes y atormentado a miles de afganos en oscuras prisiones con el pretexto de combatir el terrorismo, entonces esas palabras habrían sido más apropiadas y hubieran tenido alguna oportunidad de ser escuchadas.» http://www.uruknet.info/?p=47852
Es sabido el apoyo que prestó Estados Unidos a los talibanes durante la guerra de éstos contra la Unión Soviética e incluso después durante un tiempo una vez que alcanzaron el poder. También es conocido que su agresión contra Afganistán no vino motivada por la imposición del burka a las mujeres afganas ni por los ataques del once de septiembre de 2001.
Éstas han sido meras excusas apenas disimuladas que en poco tiempo se han mostrado incapaces de esconder lo que ocurre en realidad, incluso si se hubieran aceptado como verdaderas al principio: bombardeos indiscriminados contra civiles indefensos, violaciones continuas de derechos humanos, prisiones secretas, miseria generalizada, corrupción rampante.
Esta realidad no parece haber llegado a los líderes del PSOE. Ni el punto de vista de las víctimas, ni el argumento «ético» de instituciones y organizaciones dedicadas a la defensa de los derechos humanos, ni el argumento de conveniencia de destacados militares y políticos internacionales a favor de salir del atolladero antes de que la cosa vaya a peor, ha hecho mella en el socialismo gobernante, al contrario.
La corrupción moral y la desorientación mental entre los representantes de la izquierda gobernante han llegado a tal extremo que no cuidan ni los detalles. Apoyan la candidatura de Obama a la presidencia de los Estados Unidos, a pesar de las declaraciones que realiza durante su campaña bajo su falsa aureola de hombre renovador:
«No hemos terminado el trabajo contra Al Qaeda en Afganistán». «Cuando sea presidente, haremos la guerra que hay que ganar, con una estrategia integral con cinco elementos: salir de Iraq y entrar al campo de batalla adecuado: Afganistán y Pakistán (…)». «Aumentaremos nuestra capacidad y nuestras relaciones para perseguir, capturar y matar terroristas por todo el mundo». http://www.barackobama.com/2007/08/01/the_war_we_need_to_win.php
Nadie en el PSOE tiene problemas en ser socialista, obrero y español y al tiempo apoyar al imperialista, capitalista y yanqui e incluso acompañarle en sus guerras de rapiña. ¡Qué gran invento es la propaganda! Se pone a una mujer joven y embarazada a leer en el telediario un folio con tres o cuatro frases sobre el noble y sufrido papel de nuestras fuerzas armadas en acciones humanitarias y de paz ante millones de telespectadores y ¡hala! a televisar a continuación el fútbol o las motos, con la tranquilidad de que la misma bandera ondea al tiempo en un estadio en España y en una base militar en Afganistán para seducir a todos.
En la absurda mentalidad de nuestros gobernantes las cosas parecen suceder al revés: cuando muchos piensan en acelerar la retirada y en hacerlo lo más discretamente posible, aquí se presenta la actuación en Afganistán como una heroicidad humanitaria de la que hay que estar orgulloso y que se debe apoyar de todo corazón.
A otro perro con ese hueso. El PSOE ha decidido apoyar a Estados Unidos y la OTAN en Afganistán para pagar al capitalismo globalizado la factura que dejó pendiente con su salida de Iraq y así no perder la cara ni su parte en el pastel del nuevo orden internacional.
A los votantes que les den, al fin y al cabo el PSOE sabe que a la mayoría de la población no le interesa lo que pasa en Afganistán mientras la sangre no llegue a casa, que ningún partido político en el parlamento la va a sacar de su ignorancia y que la televisión se ocupa de que las ruedas del coche de Alonso, el hombro de Nadal y la rodilla de Raúl mantengan ocupados los ratos de ocio de los contribuyentes, que son los que pagan el pan y el circo.
Mientras miles de soldados desfilan y alardean en Madrid, unos cientos de compañeros suyos se recogen y se guarnecen en sus cuarteles de Afganistán. El movimiento talibán ataca con mucha frecuencia y notable éxito a los ocupantes occidentales por todo el país y llegan hasta la misma capital. Los soldados españoles han sufrido varios ataques hasta la fecha y la tendencia no favorece el optimismo sino lo contrario.
Esto lo corrobora además un nuevo gasto para la misión. El día 21 de octubre, la televisión pública informa de la llegada de 17 blindados a Afganistán de los 40 que están previstos para proteger al contingente español. Conforta el ánimo saber que cada vehículo está perfectamente capacitado para la ayuda humanitaria y de pacificación, ya que -según su fabricante- está construido para «portar una ametralladora de 7.62 o de 12.70 mm, capaces de 2500 disparos.»
Doce millones y medio de euros recibirá de España el fabricante italiano IVECO que los suministra al Ministerio de Defensa. Es una minucia comparado con lo que se ha gastado ya y lo que habrá que gastar si no cambia radicalmente la situación. El Emirato Islámico de Afganistán tiene una propuesta mucho más económica para la protección del contingente: «la única solución y el camino más seguro para resolver el problema de Afganistán es que las tropas extranjeras se retiren incondicionalmente de Afganistán y que respeten su independencia nacional y su fe islámica.»
El gasto en nuevos blindados confirma que el PSOE anticipa problemas y a pesar de ello rechaza la propuesta de la resistencia. Las contingencias se pagan primero por anticipado con dinero y luego otra vez con la muerte. Con blindados y sin ellos lo más probable es que acabará por aceptar esa propuesta, es el destino habitual de los ocupantes.
Más cara saldrá la retirada cuanto más tarde, desde luego, pero siempre habrá alguna manera de convencer al pueblo de que la retirada de Afganistán es una retirada buena, igual que se le ha convencido de que la de Afganistán es una guerra buena. Así se ha hecho durante siglos y sin ayuda de la televisión.
Cuenta Julio César, en sus Comentarios de la guerra de las Galias que «Vercingetórix, perdida una batalla contra los romanos convoca una asamblea con los suyos: ‘Y para que veáis -dice- que hablo la pura verdad, escuchad a los soldados romanos. Saca unos prisioneros, transidos de hambre y de las cadenas, los cuales, de antemano instruidos de lo que habían de responder (.) le vitorean todos, repiten a voces que es un capitán consumado, que ni se debe dudar de su fe ni que administrase puede puede mejor la guerra’.»