Durante los últimos cinco años y medio he publicado cada fin de semana una columna de opinión en la contraportada del periódico Gara (que también aparecía en Rebelión). En setiembre padecí una enfermedad grave y tuve que permanecer tres meses de baja. Cuando este mes de enero volví a mi trabajo en Tas Tas Irratia, […]
Durante los últimos cinco años y medio he publicado cada fin de semana una columna de opinión en la contraportada del periódico Gara (que también aparecía en Rebelión). En setiembre padecí una enfermedad grave y tuve que permanecer tres meses de baja. Cuando este mes de enero volví a mi trabajo en Tas Tas Irratia, por fortuna totalmente recuperado, contacté con Gara para anunciarles mi regreso y que podían contar de nuevo con mis artículos. Semanas después, y tras media docena de llamadas sin respuesta, desistí. Acababa de descubrir, sufrir, mi primer despido mudo.
Como algunos amigos y lectores preguntaban por mis artículos, mandé entonces una breve carta al director de Gara. En ella, visto lo visto, asumía que prescindían de mis colaboraciones aunque reconocía no entender el silencio del periódico. También pedía que publicaran mi carta a modo de despedida, para que quedara así constancia de que un mal día, y sin saber por qué, sin explicación alguna, dejé de escribir en Gara. Esa nota también quedó muda.
Pasa el tiempo y todo lo olvida. Antes de que yo mismo dude, por increíble, de mi propia historia, del despido mudo, aprovecho para compartirlo y convertirlo así en otra de mis columnas. Con un deseo, que nunca vuelvan a faltarnos las palabras.
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