El empeño del PP por culpar a ETA de los atentados del 11M generó una ola de indignación creciente que estalló el 13 de marzo de 2004, la víspera de unas elecciones que colocaron a José Luis Rodríguez Zapatero en La Moncloa y a Mariano Rajoy en la oposición.
Faltaban exactamente dos años para el nacimiento de Twitter. Las comunicaciones entre activistas se hacían en plataformas de discusión alojadas en un internet incipiente, como Indymedia, Nodo50 o sinDominio. Y luego estaban los SMS, aquellos mensajes cortos, de hasta 160 caracteres, que sobre todo se usaban para breves comunicaciones y para participar en concursos televisivos, en tanto que tenían coste.
El 13M de 2004 empezó a circular a mediodía un SMS que decía: “¿Aznar de rositas? ¿Le llaman jornada de reflexión y Urdazi trabaja? Hoy 13M, a las 18h. sede PP C/Génova, 13. Sin partidos. Silencio por la verdad. ¡Pásalo!”. Hacía dos días que se habían cometido los atentados del 11M, que causaron 193 muertos, y el Gobierno seguía empeñado en culpar a ETA para llegar a las urnas del 14 de marzo sin el peso de las consecuencias de su implicación en la guerra ilegal de Irak y en la foto de las Azores.
En Madrid, un licenciado en Ciencias Políticas y Sociología, no militante de ningún partido, no dejaba de indignarse viendo cómo José María Aznar, su Gobierno y la dirección del Partido Popular “se pusieron a trabajar manos a la obra para construir una gran mentira, una enorme falsedad; si la sociedad conocía la conexión de los atentados con la intervención española en la guerra de Irak, perdían las elecciones, si conseguían defender la autoría de ETA hasta los comicios, mayoría absoluta”.
En la noche del viernes al sábado, este hombre “se despertó, llevaba dos días conectado a una radio y viendo hasta dos canales de televisión a la vez”: “No paraba de darle vueltas a algo que estaba ocurriendo delante de las narices de toda la ciudadanía”.
Y esa noche, en su desvelo, redactó un SMS que tardó bastante en ajustar a los 145 caracteres que le aceptaba su móvil. “Por la mañana llamó por teléfono a dos amigos y uno de ellos le recomendó que retrasara una hora la convocatoria porque a las cinco le parecía muy temprano, así que la cambió a las seis. Guardó el móvil en el bolsillo y fue a visitar a su padre, dudando de si llevaría o no a cabo el envío”, explica.
¿Y qué pasó después? Que el portavoz del Gobierno, Eduardo Zaplana salió en televisión diciendo: “Resulta que algunos parece que quieren descartar que pueda ser la banda criminal y asesina ETA, cuando todo apunta y hay líneas de investigación en marcha, de las que se ha dado cuenta, que no nos debería causar ninguna sorpresa que fueran los criminales de ETA”.
En ese momento, “la indignación se desbordó”, relata el autor del SMS, “sacó su teléfono móvil del bolsillo, fue a la carpeta de mensajes guardados, rescató el de Aznar de Rositas y uno por uno fue enviándolo a 17 personas, con la emoción de quien está transgrediendo algo importante, con la indignación de quien, como miles de ciudadanos, necesitaba reaccionar ante lo que estaba ocurriendo, con el temor de que aquello pudiera desencadenar algunas consecuencias incontrolables, con la rabia acumulada durante los cuatro años de despotismo absoluto de José María Aznar, pero sin saber ni poder imaginar que aquel gesto iba a desencadenar un enorme gesto de dignidad: ¿Aznar de rositas? ¿Le llaman jornada de reflexión y Urdazi trabaja? Hoy 13M, a las 18h. sede PP C/Génova, 13. Sin partidos. Silencio por la verdad. ¡Pásalo!”.
El periodista de El País, Carlos E. Cué, explica en el libro ‘¡Pásalo!, los cuatro días de marzo que cambiaron un país’ (2004), que “el contenido estaba directamente relacionado con el jefe de informativos de TVE porque fue escrito la noche anterior, después de ver el telediario”. Y cuenta que surgió la duda con el apellido del periodista de TVE: “Urdaci es con c, no con z’. Y el autor protestó: ‘No entendéis nada, la z es por lo de Letizia, era una broma’. Decidieron dejarlo, aunque poco después se vería que nadie iba a entender el chiste”.
En una entrevista en Radiocable con Fernando Berlín, periodista que también estuvo el 13M en Génova, el autor del mensaje explicaba hace diez años: “No era militante de ningún partido y no había sido un partido político el que estaba detrás del mensaje, sino un ciudadano enfadado. Había miles y miles de personas que nos estábamos dando cuenta del gran engaño en el que nos quería llevar hasta el día de las elecciones el Partido Popular. En aquella época se hablaba de Rubalcaba, de la máquina de mandar SMS que tenía Pepe Blanco en Ferraz, también se implicó a Izquierda Unida, luego a Pablo Iglesias… Sí, es cierto que yo tengo mucho vínculo con la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología y esa mañana, antes de mandar el mensaje, llamé a un profesor que es amigo mío y le leí lo que había escrito”.
“Son activistas, están acostumbrados a ser pocos, pero ese sábado temían las cargas policiales”, escribe Cué en su libro. “El año anterior hubo hasta 140 heridos en dos días de protestas contra la guerra en Madrid. Sin embargo, el mensaje estaba llegando a todas partes. Las ganas de hacer algo se habían contagiado en la manifestación del día anterior, y la indignación generalizada contra el Gobierno entre la gente de izquierdas hizo que muchos miles de personas cumplieran con ese ‘pásalo”.
Entre las miles de personas que se congregaron aquella tarde frente a la sede del PP había algunas personas que con el tiempo fueron protagonistas de la política española, como el ex secretario general de Podemos y ex vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, y el también fundador de Podemos Juan Carlos Monedero.
“Ese día tuvo cierta importancia la facultad de Políticas de la Complutense”, recuerda Pablo Iglesias, ahora director de Canal Red. “Desde el principio nos parecía a muchos inverosímil que la autoría fuera ETA y, según fue pasando el tiempo, eso se fue confirmando. Y de la facultad de Política salió el famoso SMS. Ahí estaban Juan Carlos Monedero, Ariel Jerez, Víctor Sampedro… Y de ahí salió la convocatoria frente a la sede del Partido Popular. Una situación muy tensa, porque, claro, una concentración frente a la sede del partido del Gobierno en jornada de reflexión no era poca cosa. Y allí también se inauguró la lógica de la mentira, tanto en los medios como en este caso por parte del Gobierno del PP. De ahí salió después toda la defensa de una teoría de la conspiración del periódico El Mundo y Jiménez Losantos sobre la autoría de los atentados: en aquella gestión comunicativa de los atentados nacieron algunas de las claves de nuestro mundo actual”.
“Esa noche estábamos deprimidos”, recuerda el profesor de Políticas Juan Carlos Monedero en relación al viernes 12 de marzo: “Hablábamos constantemente por teléfono. Evaluábamos qué hacer. Hablamos de convocar una manifestación delante de la sede del PP, pero lo descartamos porque veíamos imposible convocar a tanta gente como la que había salido ese viernes en toda España [con el lema Con las víctimas, con la Constitución y por la derrota del terrorismo y la intención de señalar a ETA]. Nos fuimos a dormir pensando que la estrategia de Aznar de aguantar 72 horas con la mentira de que había sido ETA, le iba a salir bien”.
Monedero recuerda que “la mañana del sábado, muy temprano”, le llamó el autor del mensaje: “Recuperaba la idea de convocar delante de la sede del PP. Me mandó el mensaje del ‘Pásalo’. Y me dijo: ‘No lo cambies, que está medido para que quepa en un solo SMS’. Le dije que esperara. Estábamos trabajando políticamente y la decisión tenía implicaciones. Le dije que me diera una hora para que viera los periódicos y decidíamos”.
Monedero en aquel momento formaba parte de un grupo de personas que estaba asesorando al entonces líder de IU, Gaspar Llamazares, formal e informalmente: “Había quedado con unos alumnos mexicanos en el café Central, en la plaza de Bilbao. En el kiosco de la plaza compré la prensa. En El Mundo, pese a ser jornada de reflexión, había una entrevista a doble página, y en portada, con Mariano Rajoy, que era el candidato del PP. ‘Estos no saben sino hacer trampas’, pensé”.
Entonces, llamó al creador del SMS: “Vamos. Le he cambiado la hora. Las 17.00 es muy pronto. He puesto a las 18.00. No creo que sirva de nada convocar, pero que no nos lamentemos de no haber hecho nada’. Lo mandamos a muy poca gente, especialmente a las redes del No a la guerra. Del café Central fuimos al tanatorio. Había fallecido la pareja de un compañero. En el tanatorio, arrasado por el dolor de tantas víctimas, empezamos a recibir rebotado el mensaje: ‘Pásalo’. Pensamos que igual la cosa sí iba a funcionar”.
“En el tanatorio”, recuerda Monedero, “estaba Carlos E. Cué, el periodista de El País. Me dijo: ‘¿Vais a hacer algo?’ Recuerdo que, más con el deseo que con la realidad, le contesté: ‘Ya verás cómo sí que estamos haciendo algo. El ‘Pásalo’ cambió el curso de las elecciones y el presidente Aznar, que entró en la política mintiendo, iba a salir como el mismo mentiroso que siempre había sido”.
Momento pre15M
Aún quedaban años para el 15M, pero ya había una serie de puntos que conforman una línea sinuosa que se conecta –y conecta– con muchos otros anteriores y posteriores. Uno de esos puntos anteriores con los que se puede conectar el 15M son los movimientos que, casi una década antes, agruparon a la ciudadanía proveniente de diferentes militancias sociales, políticas y sindicales: el Nunca Máis (2002); el No a la Guerra (2003); el 13M (2004); V de Vivienda (2006).
Aquel sábado 13 de marzo de 2004 se concentró una multitud ante la sede del PP en la calle de Génova, de Madrid. “A mí no me llegó el SMS, yo llegué a Génova siguiendo a otras personas. Empezó a llegar gente”, recuerda el documentalista Stéphane M. Grueso, ahora en Maldita: “Era todo muy pacífico, muy transversal. Fue como uno de los pre15M para mí. Yo siempre digo que esta noche del 13M y la movilización del Nunca Máis por el chapapote, donde también estuve para verlo y grabarlo, para mí han sido como dos pre15M que desembocaron en la acampada”.
¿Y cómo recuerda aquella noche? “Con mucha emoción, con mucha tristeza. Fue terrible, la pena y el desasosiego. Estábamos todos totalmente desconsolados, con esa indignación de ver lo que estaba pasando y expresar la ira ciudadana gritando a un Gobierno y a unos responsables, en vez de quemar algo. El día 13 quizá no sabíamos lo que sí había pasado, pero sí que sabíamos lo que no había pasado, y no había ETA por ningún lado. Y estábamos viendo la maniobra del Gobierno y nos parecía una cosa tan absolutamente increíble que fue lo que nos unió a todo el mundo a efectuar la protesta con tranquilidad y de forma absolutamente pacífica”.
La periodista Olga Rodríguez, que entonces trabajaba en la Cadena SER, emisora fundamental aquellos días para contrarrestar los bulos del Gobierno, recuerda: “Sin haber dormido casi nada desde el 11M, entrando en directo desde el tanatorio con Iñaki Gabilondo, a última hora del sábado me fui a la concentración en Génova. No recuerdo ya en qué momento me llega a mí ese SMS, pero sí recuerdo que después de que me llegara yo lo comenté y fui de las primeras que recibí ese mensaje en la redacción de la Cadena Ser y entre mi grupo de amigos, conocidos y familiares. Y en cuanto terminé de hacer todas las conexiones del tanatorio, me fui para allá, donde había otro compañero de la Cadena Ser y allí me reuní con gente. Aproveché que como periodista tenía que ir para también verlo como ciudadana”.
“Indignación”
“En la redacción de la Cadena SER”, rememora Olga Rodríguez, “y en todo el país se se mascaba la tensión, la perplejidad y la indignación por el empeño en seguir defendiendo una tesis sobre la autoría que cada hora que pasaba, cada minuto que pasaba, era más insostenible ya desde el día anterior, desde el propio viernes. A medida que iban llegando los datos y que yo en la morgue iba viendo las fotografías, los vídeos, iba obteniendo más datos, aquello era como lo que yo había visto en Irak, como los atentados que ya habían surgido en Irak y lo que en Oriente Medio habíamos visto muy a menudo. La semejanza era llamativa y algunas personas periodistas que habíamos cubierto algunos conflictos en Oriente Medio lo comentamos”.
Después de ese primer SMS de ‘¡Pásalo, que no se vaya de rositas!’ siguieron otros muchos SMS, rememora Olga Rodríguez: “La cadena que se formó fue increíble”.
Amaia Etxezarreta, corresponsal de ETB en Madrid, recuerda cómo en Génova “no paraba de llegar gente”. “Es increíble viéndolo desde hoy: no teníamos internet, y las teles de todo el mundo estaban allí. El segundo pásalo fue entre corresponsales… Nos íbamos escribiendo: ‘Ven a Génova, es tremendo”, afirma.
Stéphane M. Grueso explica que en aquella época estaba viviendo en Alemania, pero le pillaron los atentados haciendo un curso de documentales en el Instituto de Radio y Televisión. Todo lo que vivió en las calles de Madrid entre el 11 y el 14 de marzo acabó convertido en una película documental, 11M, cuando la calle habló:
“Recuerdo que el día 13 estuve por la mañana en la Puerta del Sol y siguiendo flujos de gente acabé en la calle Génova”, explica Grueso: “Me acuerdo de las miles y miles de personas allí. Aquello continuó. Después de la calle Génova volvimos a Sol y seguimos por el centro de Madrid. Fue un poco pre15M en el sentido de que no había ningún tipo de bandera, ni de símbolo ni de nada, nada más que había personas, de todas las edades. En ningún momento pensé que se iba a liar la que se lio”.
Grueso añade: “Esos tres o cuatro días fueron los más complicados de mi vida. Y esta noche sin duda, mirándolo con el tiempo, años después del 15M, fue una especie de previo. Estuve con gente desconocida, todos juntos, luchando por la democracia, por algo que después, durante un tiempo de mi vida, se repitió mucho”.
¿Por qué funcionó el mensaje?
“No me atrevo a interpretar las razones por las que funcionó el mensaje”, argumenta el autor del SMS en Radiocable: “Creo que la principal es el hecho de que había mucha gente impotente, con necesidad de expresar esa impotencia y de alguna manera se cruzó en su camino. Yo recuerdo a Urdaci, después de dos días de informativos… El pásalo era como una especie de acelerador y evidentemente funcionó muy bien, porque cuando comí unas horas antes de la convocatoria con bastante gente, casi todos de la Facultad de Ciencias Políticas, estábamos bromeando con lo que ocurriría cuando llegáramos a la calle Génova pensando que allí habría dos gatos. Y cuando íbamos andando vimos que el tráfico estaba cortado y casi no nos lo podíamos creer. De hecho, yo pasé bastante miedo ese día y esa noche incluso no me atreví a dormir en mi casa”.
El autor concluía con una reflexión: “Las mentiras en política, desgraciadamente, siguen siendo en muchos casos gratuitas, hay una cultura de la impunidad que permanece y que hace muchísimo daño a esta sociedad. Que el precio que se paga por mentir con algo tan brutal como fue el atentado del 11M tenga ese mínimo coste, hace que la clase política que utiliza la política, para otros fines o sus intereses, pueda volver a mentir con total impunidad”.
Manuel Castells, en su libro Comunicación móvil y sociedad, da un dato que recoge Yolanda Quintana: “El sábado [13 de marzo], el tráfico de SMS aumentó un 20% respecto del tráfico habitual; y el domingo, un 40%, un récord absoluto para este tipo de mensajes”. Marga Padilla, ingeniera informática, pensadora, hacker y co-autora de Red Ciudadana tras el 11-M; cuando el sufrimiento no impide pensar ni actuar, explicaba en unas jornadas celebradas en 2005 en la Universidad Internacional de Andalucía, no obstante, que “la clave para entender la gestación de estas concentraciones no está en el soporte tecnológico que permitió que circularan los mensajes, sino en el conjunto de circunstancias que posibilitó que se produjera un proceso comunicativo horizontal, acéfalo e incontrolable […]. El éxito se debió a que previamente se había trabado una comunidad afectiva (un común) que sólo pudo activarse cuando el funcionamiento habitual de la sociedad-red se desplomó”.
Yolanda Quintana recuerda que “la marea de manifestaciones del 13M no solo dejó fuera de lugar a políticos y medios tradicionales, también los activistas de movimientos críticos se vieron desbordados por una forma de protesta que no conocían”. En este sentido, Guillermo Zapata decía: “El 11M fue el día que los activistas de la comunicación perdimos el monopolio de la opinión del ”abajo“. Menos mal que nos dejamos ganar :)”.