La última frase y el estilo literario (metafórico) del discurso de Gustavo Petro en la ONU ha generado muchas reacciones burlescas en Colombia. Los contradictores del presidente progresista tratan de ridiculizar sus ideas con el fin de descalificar y derrotar sus propuestas de cambio. Dijo: “(…) tenemos que expandir el virus de la vida por las estrellas del universo”.
Que un presidente de un país “tercermundista”, dependiente y sometido a la voluntad de imperios extranjeros, entre ellos el estadounidense, utilice el estrado de las NN.UU. en Nueva York para dirigirse a la humanidad para plantear cambios estructurales frente a la crisis sistémica que vivimos, les parece una locura. Olvidan que todos los presidentes anteriores de Colombia fueron a ese escenario para quejarse ante el mundo de las desgracias nacionales y pedir limosna a los poderosos.
El contenido y la forma de esa alocución presidencial es expresión del “progresismo esperanzador” que construye Petro en la actualidad. Esa pareciera ser la respuesta oportuna y necesaria frente al derrotismo y el pragmatismo en que han caído las “izquierdas institucionalizadas” que, a su vez, es la principal causa de que las “derechas extremas” funjan hoy como “rebeldes” y “libertarios” mientras los revolucionarios desertan hacia el autonomismo y el aislamiento depresivo y sensitivo.
La frase señalada de “cursi” y de ser “una metáfora desafortunada y contradictoria”, lo que plantea es que, si el ser humano protege la vida en la tierra algún día podrá dispersar el “virus de la vida” en otros planetas y mundos cósmicos, dado que seguiremos explorando el espacio y seguramente llegaremos muy lejos. Y así, conoceremos lo que hoy nos es desconocido.
Claro, ese “progresismo de esperanza” es una forma de colocar distancias frente a los que denomino “catastrofistas teleológicos” o “apocalípticos al borde de un ataque de nervios” y de contrarrestar la acción de quienes tratan de estigmatizar a Petro identificándolo con una especie de Casandra que anuncia el apocalipsis ambiental (o nuclear u otros) como algo inevitable.
Y también, ese “progresismo propositivo” lo diferencia de quienes colocan la superación del capitalismo como una condición absoluta para evitar la extinción de la vida humana en la tierra por efecto del colapso climático. Aceptar ese postulado nos condenaría a la muerte segura por cuanto el paso de un modo de producción a otro es un proceso de largo plazo y no será fruto del “voluntarismo”. “No será por decreto como se acabará el mercado capitalista”, ha planteado Petro.
Y en efecto, esa expresión final como buena parte del discurso de referencia tiene forma literaria, poética y utópica. Pareciera que poco a poco el discurso de Petro se va asemejando al del Subcomandante Marcos (o Galeano) con la diferencia de que no renuncia a que los pueblos y la humanidad presionen a los Estados para conseguir acciones puntuales y urgentes, mientras se acumula la fuerza y la experiencia para paulatinamente construir nuevas relaciones sociales.
Es por ello que el presidente progresista plantea una serie de iniciativas concretas frente a las migraciones masivas, al colapso climático, a la guerra entre imperios y a la lucha contra los narcóticos. Propone “rediseñar” el sistema financiero mundial para dedicar y concentrar los recursos de la deuda pública y privada a financiar la justicia social y ambiental (“deuda por acción climática”), que es la única forma de enfrentar los problemas que afectan a toda la humanidad.
Pienso que en la actualidad es cuando más se necesita de “visiones utópicas y poéticas” como las que expresó Petro en ese discurso. Estamos frente a una situación en la que el “racionalismo positivista” y el “pragmatismo utilitarista” ya no son herramientas de transformación. Al contrario, en esa dinámica las “izquierdas” no han logrado superar su derrotismo y, así, le han pavimentado y facilitado el camino a los fascismos que se aprovechan de ese estado de incertidumbre existencial.
En el caso de Colombia, las fuerzas del cambio (populares) que están en proceso de re-construcción después de décadas de conflicto armado y de la aplicación de las políticas neoliberales que destruyeron –casi totalmente– a los movimientos sociales del campo y de la ciudad, están empezando a reaccionar apoyándose, mal que bien, en el gobierno progresista. El movimiento campesino y los trabajadores han empezado a reaccionar y a superar su debilidad.
Después de ilusionarse con algunos gestos de la oligarquía financiera y de la burguesía burocrática, que le hicieron creer a Petro, a altos funcionarios y a muchos dirigentes de organizaciones sociales que iban a aprobar en el Congreso las “reformas sociales” planteadas por el gobierno progresista, se ha iniciado el proceso de reconstruir el movimiento social y empujar –“desde abajo” y “por arriba”–, una serie de iniciativas para consolidar las fuerzas populares del cambio.
Es evidente que no se trata sólo de aprobar las “leyes reformistas” en salud, legislación laboral y pensiones, servicios públicos privatizados, etc., sino que la tarea es construir nuevos procesos de organización social para responder a las tareas estratégicas propuestas. La “industrialización de nuevo tipo” y el “cambio de matriz energética” requieren nuevas teorías y creativos procesos de organización en términos de asociatividad y cooperación, transformación cultural y desarrollo tecnológico apropiado y adaptado a los retos planteados por Petro en su discurso de la ONU.
A quienes frustrados porque “el cambio” no se produce tan rápido, ni se puede hacer por decreto, o porque muchas de nuestras falencias y debilidades siguen estando presentes en nuestras vidas, especialmente en el terreno político-electoral, hay que decirles que también deben reaccionar y no dejarse llevar al terreno de “buscarle todo lo malo a Petro” para desgastar y debilitar un proceso y movimiento que va más allá de las personas y de los gobiernos. Es hora de que también reaccionen.
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