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Sales y soles

El divino tesoro

Fuentes: Gara

  El maestro Benedetti tiene razón. «Los párvulos sonríen porque no saben lo que les espera». Si lo supieran, se plantaban en la más tierna infancia y declaraban una huelga de percentiles. Motivos no les faltan. Crecer hoy supone, inevitablemente, perder la inocencia. Madurar implica hacerse mayores, sí, pero a nuestra imagen y semejanza. De […]

 

El maestro Benedetti tiene razón. «Los párvulos sonríen porque no saben lo que les espera». Si lo supieran, se plantaban en la más tierna infancia y declaraban una huelga de percentiles. Motivos no les faltan. Crecer hoy supone, inevitablemente, perder la inocencia. Madurar implica hacerse mayores, sí, pero a nuestra imagen y semejanza. De tal palo, tal varapalo.

 

«Le golpearon con una barra de hierro, le quemaron el pelo, orinaron encima y le pasaron una moto por las rodillas». Familiares de la joven de 15 años agredida por varios adolescentes en Ermua relatan la brutal paliza. Según el Gobierno Vasco, una de las atacantes, de 16 años, «ha sufrido serios desajustes familiares» y «está sujeta a medicación, pero no suele seguir el tratamiento». La víctima, por su parte, «está diagnosticada como hiperactiva y su relación con los demás alumnos es frecuentemente conflictiva». No hay de que preocuparse. Un mal chico, una mala chica, lo tiene cualquiera.

 

Cuanto más lejos, mejor. El juzgado de Menores de Sevilla ha impuesto la primera orden de alejamiento para un menor por amenazas a su profesor. «Voy a por ti». «Te voy a abrir la cabeza con un hacha». El adolescente, de 14 años, intimidó e insultó de manera reiterada al docente. El chaval no puede acercarse a menos de 500 metros del maestro ni del instituto, por lo que ya ha sido trasladado a otro centro escolar. Apartado. Alejados. La madre y el bebé. El abuelo y la nieta. Los jóvenes y los adultos. Separados. Solos.

 

Paradojas del diccionario. En el mío, casualidad o presagio, a la palabra Juventud le sigue Juzgado. Tiene gracia. Y cada vez más sentido. En 2007, los jueces han sancionado a cincuenta menores vascos por agredir o humillar a sus padres. Su perfil general, jóvenes de clase media alta e hijos únicos. Protagonistas, algún día, quién sabe, de historias tan sorprendentes como ésta del escritor Carlos Monsiváis. «Y luego, había un niño de nueve años que mató a sus padres y le pidió al juez clemencia porque él era huérfano». Un angelito. Un tesoro.