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Sobre contratos y despidos improcedentes

El duque, el obrero y la multinacional

Fuentes: Rebelión

Cuentan las crónicas que un sector moderado -¡moderado!- de Telefónica, entre ellos el presidente César Alierta, prefiere que sea la justicia quien sentencie al yerno del Rey. El ex miembro de la Casa Real borbónica está acusado, como se recuerda, de malversación de fondos públicos, prevaricación, falsedad documental y fraude a la Administración. Nada, una […]


Cuentan las crónicas que un sector moderado -¡moderado!- de Telefónica, entre ellos el presidente César Alierta, prefiere que sea la justicia quien sentencie al yerno del Rey. El ex miembro de la Casa Real borbónica está acusado, como se recuerda, de malversación de fondos públicos, prevaricación, falsedad documental y fraude a la Administración. Nada, una tontería, pequeños desórdenes de juventud.

De esta forma, el duque de Palma, el marido de la infanta Cristina, el yernísimo, el aristócrata Iñaki Urdangarín, seguirá trabajando para Telefónica Internacional. Según parece, el presidente del gigante europeo de telecomunicaciones no ha dudado un instante (o muy pocos minutos) [1] y ha dado el visto bueno para que el yernísimo siga siendo el delegado, el dignísimo y Real representante de la compañía en Estados Unidos. ¡Qué prestigio, qué porte! ¡Las relaciones con la Corte borbónica bien valen un pequeño esfuerzo!

¿Y cómo se concreta el nuevo acuerdo? Una menudencia: un salario de 1,5 millones de euros anuales más 1,2 millones en especias (alquiler de su vivienda en Washington, parque móvil, escolta, pago de los billetes de avión a España). Aproximadamente, algo más, bastante más, de lo que algunos trabajadores españoles -que no tenemos un salario de los peores- conseguiremos después de trabajar 53 años de nuestra vida. ¡1 a 53: goleada monárquico-global-imperial!

Por lo demás, si el yernísimo fuera condenado en sentencia firme, Telefónica pondría en ese caso rescindir unilateralmente el contrato. Tendría, eso sí, que pagarle otra minucia, una indemnización de 4,5 millones de euros, el equivalente a tres años de contrato. Como está mandado y ordenado: ¡hay que proteger a los asalariados… privilegiados!

Hasta aquí los jefes de multinacionales y los yernos de casas Reales. Se cierra el telón.

Se levanta de nuevo. Siguiente escena: obreros, despidos, juicios, y sindicatos indignados.

Un delegado del sindicato Co.Bas, Comisiones de base, fue despedido. Marcos Andrés Armenteros es su nombre. Por «bajas médicas justificadas». Insisto para que no vean ningún error: justificadas. La nueva contrarreforma laboral, ese nuevo ataque impío a los derechos de los trabajadores, permite esos actos de barbarie.

Una primera sentencia declaró el despido nulo. La multinacional y su gabinete de abogados serviles recurrieron. La nueva sentencia, qué curioso, cambia nulo por improcedente. Decisión de la empresa, la misma de la renovación millonaria del contrato del duque Urdangarin: indemnización, a la calle, nada de readmisión. De Marcos Andrés, por supuesto.

Los de Co.Bas -lo confieso: soy uno de ellos – afirman que son unos «IMPRESENTABLES». Ellos, los de Telefónica. Y lo escriben así, con mayúsculas.

¿Exageran mucho? ¿Nos pasamos? ¿Somos unos lunáticos irresponsables?

PS. No lo tomen como una verdad a prueba de refutaciones sofisticadas, vamos a darle un voto provisional de confianza, pero aprovechando que hablamos de los grandes de España (y decimonovenos de Alemania), miren como cuenta Enric Juliana de La Vanguardia -«La ‘intervención’ a España tomó cuerpo con una carta secreta del BCE» [2]- la última (contra)reforma constitucional. Sin poder asegurarlo, no es imposible que algo así se cociera y de este modo:

«[…] Como tantas cosas de antaño, estuvieron [pequeñas bodegas familiares] a punto de desaparecer, hasta que las nuevas generaciones descubrieron el placer de comer bajo tierra e invitar a los amigos a degustar el misterio de unos conos subterráneos en los que aún se conservan prensas de viga de madera. En el interior de uno de esos conos, a 10 grados de temperatura y bajo la tenue luz de una bombilla, un comensal perfectamente informado de los entresijos del zapaterismo, deslizó la confidencia: «La reforma de la Constitución no obedeció a un requerimiento formal de Europa. Puedo deciros que en La Carta no figuraba esa exigencia. La Carta nos urgía, básicamente, a cerrar el ejercicio del 2011 con un déficit del 6%, al recorte de salarios en el sector público y privado, y a la modificación urgente de la legislación laboral. En una última demostración de astucia, José Luis halló un atajo. Aquel verano, Merkel y Sarkozy estaban haciendo propaganda de la regla de oro -la inclusión de la estabilidad presupuestaria en las constituciones nacionales europeas, siguiendo el ejemplo de Alemania- y Zapatero les tomó la palabra. Rajoy, por razones obvias, no podía oponerse. Y falló el contacto con Duran i Lleida. Todo se tenía que hacer muy deprisa… Seguramente todo se podía haber hecho mejor, pero conseguimos tres cosas: liquidez del Banco Central Europeo, evitar la intervención formal de la economía española y ahorrarle al PSOE el mal trago de unos nuevos recortes tres meses antes de las elecciones generales del 20 de noviembre» [las cursivas son mías]

¿Qué les parece? ¿Y las consecuencias para el futuro? ¡Por favor, ya está bien, no hablemos de chorradas alarmistas! ¿Acaso no ven como el país sale del pozo?

Notas:

[1] http://www.economiadigital.es/es/notices/2012/07/alierta_renueva_el_contrato_a_urdangarin_31589.php

[2] http://www.lavanguardia.com/politica/20120715/54325306907/intervencion-tomo-cuerpo-carta-secreta-bce.html

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.