En los últimos tiempos, pocos libros han causado el revuelo mediático que ha provocado Educación para la ciudadanía. El libro, precedente de un manual de texto que los mismos autores (Luis Alegre, Carlos y Pedro Fernández Liria) están escribiendo, ha sido utilizado por la extrema derecha como arma arrojadiza en el debate sobre la nueva […]
En los últimos tiempos, pocos libros han causado el revuelo mediático que ha provocado Educación para la ciudadanía. El libro, precedente de un manual de texto que los mismos autores (Luis Alegre, Carlos y Pedro Fernández Liria) están escribiendo, ha sido utilizado por la extrema derecha como arma arrojadiza en el debate sobre la nueva asignatura. Tampoco ha sido del gusto de algunos defensores de la asignatura, que han visto en su reivindicación anticapitalista del concepto de ‘ciudadanía’ una muestra de «sectarismo ideológico». DIAGONAL entrevista a uno de sus autores.
DIAGONAL: Si se compara vuestro libro con los manuales publicados para la asignatura, el vuestro tiene mucho menos ‘buen rollito’. No se discute si hay que ser tolerante o no, y de un modo mucho más académico aparecen argumentaciones de Platón o Kant. ¿Cómo te explicas que se haya podido ver en vuestro libro un «manual de Zapatero»?
CARLOS FERNÁNDEZ LIRIA: La vacuidad de los manuales preparados para la asignatura es insólita. Uno no sale de su asombro al comprobar que pueden tirarse temas enteros explicando a «los chavales» (a quienes tratan como infrapárvulos) que los buenos amigos son buenos, y conviene tenerlos, y los malos amigos son malos, y conviene evitarlos (porque son malas amistades); o que los países ricos son ricos porque les ha ido bien el negocio y los pobres son pobres porque les ha ido mal. Además, basta mirar el currículo oficial diseñado para la asignatura para comprobar que no pretende ir mucho más allá de eso y no tiene ninguna intención de abordar la cuestión de la ciudadanía basándose en Platón, Kant o Marx, o sea, en las mayores cabezas que a lo largo de la historia se han dedicado a pensar el asunto (y que no se dedican a decir memeces). Nuestra intención era escribir un texto de filosofía, no de ‘buen rollito’, y, por lo tanto, tomarnos muy en serio las razones de Platón, Kant o Marx. Si se ha presentado como el «manual de Zapatero» ha sido por una cuestión puramente propagandística: a la derecha mediática le venía bien contar la mentira de que la argumentación que defendemos, de carácter esencialmente marxista, era lo que realmente se ocultaba tras la asignatura, y así intentar presentar a Zapatero como un radical de extrema izquierda.
D.: Cuando se anunció el proyecto del Gobierno de sustituir la asignatura de Filosofía en 1º de Bachillerato por Educación para la Ciudadanía, participaste en el movimiento de protesta contra este cambio. ¿Cuáles eran entonces tus razones para oponerte a esta reforma? ¿En qué consistía para ti una oposición de izquierdas a esta asignatura?
C.F.L.: Nos opusimos a esa sustitución porque esta asignatura carecía por completo de perfil académico o científico. Esto es algo muy peligroso y un síntoma inequívoco del estado de ruina al que pretenden llevar a la educación: si los perfiles científicos de las asignaturas tienden a disolverse es porque el edificio entero de la enseñanza pública se está desmoronando, siendo cada vez más sustituido por una especie de asistencia social en la que predominan los pedagogos y los psicólogos (en su momento predominarán los policías). Sustituir los contenidos disciplinares por el ‘buen rollito’, como decías antes, es un atentado contra el sistema se instrucción pública que no se puede consentir. Aquellas manifestaciones a las que te refieres fueron acusadas de corporativismo, como si se tratase de una pelea de los profesores de filosofía por sus puestos de trabajo. Sin embargo, creo que se trataba más bien de una movilización ciudadana en defensa del derecho a la enseñanza de contenidos disciplinares frente al adoctrinamiento en valores, por muy progresistas que sean.
D.: Vuestro libro reivindica como irrenunciables cosas tan ilustradas como el Estado de derecho, la división de poderes o la misma ciudadanía. ¿Cómo te sitúas frente a esta tradición?
C.F.L.: La tradición marxista cometió un gran error al caer en la trampa que le tendió la ideología liberal. Ésta siempre ha hecho los mayores esfuerzos por sostener que el derecho, la ciudadanía, etc. y el capitalismo van siempre tan indisolublemente unidos que, en el fondo, cabe decir que son lo mismo. Si picas ese anzuelo te encuentras con que, para atacar el capitalismo, tienes al mismo tiempo que rechazar todas esas exigencias de la razón que localizó la mejor tradición ilustrada, con lo cual se abre la puerta a los mayores disparates teóricos y a los peores despropósitos políticos. Lo que nosotros tratamos de defender es que el derecho se halla necesariamente secuestrado por el capitalismo y que, por lo tanto, resulta imposible realizar el primero sin desactivar antes el segundo. Creo que hace falta tener esto claro para no volver a cometer los errores de los que deberíamos haber ya escarmentado.
D.: Posiciones anticapitalistas señalan que en los países ricos no tiene sentido hablar de ciudadanía sino de ‘multitudes’. ¿Los movimientos políticos pueden seguir articulados sobre la noción de ‘ciudadanía’?
C.F.L.: El problema del concepto de ‘multitud’ es que multitudes las hay a patadas y de lo más variado. Por ejemplo, la oposición venezolana, con sus caceroladas, sus bochinches, sus convocatorias por sms, sus redes heterogéneas… responden con bastante precisión al concepto político de ‘multitud’, y ahí es obvio que no cabe reconocer ni el proyecto político que defendemos los marxistas ni al agente capaz de llevarlo a cabo. Ahora bien, un concepto político que no sirve para definir ni el objetivo ni al agente capaz de defenderlo, es un concepto político que no sirve para nada. Y el caso es que el concepto de ‘multitud’, a nuestro modo de ver, tiene ese doble problema: para definir al agente de los cambios, es un mal negocio renunciar al concepto de ‘clase social’ y, desde luego, para definir el contenido de lo que queremos defender, es un negocio criminal prescindir del concepto de ‘ciudadanía’ y del proyecto político ilustrado que le corresponde. Creo que, si prescindimos del concepto de ‘clase social’, nos quedamos sin comprender casi nada y, si prescindimos del concepto de ‘ciudadanía’, nos quedamos sin nada que defender.
RESPUESTA FILOSÓFICA A LAS ACUSACIONES DE SECTARISMO
D.: Algunos medios han considerado vuestro libro sectario por sostener que el Estado de derecho es una ilusión bajo condiciones capitalistas de producción o por defender la revolución bolivariana de Chávez. ¿Por qué crees que los ideales de la Ilustración sólo pueden llevarse a cabo allí donde la ciudadanía está protegida del libre movimiento de los mercados?
C.F.L.: En el libro tratamos de razonar esa postura con bastante detenimiento y, desde luego, ninguno de los que nos han llamado sectarios se ha tomado la molestia de rebatir ni uno solo de los argumentos que defendemos. Se han limitado a insultar y a apelar a la presunta evidencia que identifica capitalismo con Estado de derecho y socialismo con totalitarismo. Sin embargo, lo que constituye un hecho incontrovertible (basta echar un vistazo a la historia del siglo XX) es que la compatibilidad entre democracia y capitalismo ha sido siempre ilusoria: bajo condiciones capitalistas, los parlamentos pueden hacerse la ilusión de que deciden, pero siempre que se les ocurre una iniciativa que perjudique a las grandes corporaciones es bloqueada por los representantes económicos (ya sean ministros nacionales o representantes del FMI o la OMC) o, si de todos modos se empeñan en llevarla a cabo, no ha habido ni un sólo caso en que un golpe de Estado militar no haya dado al traste con el ordenamiento constitucional completo. El caso de la revolución bolivariana, en la medida en que consiguió sobrevivir al correspondiente golpe de Estado en 2002, constituye una fascinante excepción a esta ley de hierro.