La nueva Ley de la Carrera Militar crea un vínculo entre la Universidad y las Academias Militares para ofrecer estudios militares con rango universitario y desarrollar programas de interés para las Fuerzas Armadas. Queremos «adaptar las Fuerzas Armadas a las necesidades de la sociedad del siglo XXI», explicaba el ministro de Defensa José Antonio Alonso […]
La nueva Ley de la Carrera Militar crea un vínculo entre la Universidad y las Academias Militares para ofrecer estudios militares con rango universitario y desarrollar programas de interés para las Fuerzas Armadas.
Queremos «adaptar las Fuerzas Armadas a las necesidades de la sociedad del siglo XXI», explicaba el ministro de Defensa José Antonio Alonso el mismo día que en el pleno del Congreso se aprobaba la Ley de Carrera Militar, un proyecto que se inició en la etapa de José Bono como ministro [ver DIAGONAL, nº 40]. Uno de los aspectos más importantes de la ley es que reforma la enseñanza militar, sentando las bases para la creación del Sistema de Centros Universitarios de la Defensa. Estos centros otorgarán títulos universitarios de grado y postgrado a los aspirantes a oficial del Ejército español al realizar su formación militar. En ellos también se «desarrollarán líneas de investigación consideradas de interés en el ámbito de las Fuerzas Armadas, la seguridad y la defensa, colaborando con otras entidades y organismos públicos de enseñanza e investigación», ya que se entiende que la característica esencial de la enseñanza superior militar debe ser la investigación en el ámbito de la docencia.
Aunque la ley también aporta otras novedades, como la supresión de la mención a Dios en la jura de bandera, creando un acto laico. Además, la nueva legislación reduce el número total de militares, que pasará a estar entre 130.000 y 140.000, frente a los 150.000 y 168.000 actuales.
Pero esta ley da pie a la intrusión de las instituciones militares en el sistema universitario, ya que la creación del sistema de centros universitarios de la defensa se llevará a cabo adscribiendo las actuales academias militares a distintas universidades, que «impartirán la enseñanza de formación militar, encuadrarán a los alumnos y dirigirán y gestionarán su régimen de vida». Una ley que llega en pleno proceso de aplicación del Espacio Europeo de Educación Superior, por el que las universidades tendrán que buscar mayor inversión externa y en la que el Ejército seguro que será un buen mecenas.
Mediante esta asociación del Ejército y la Universidad, se pretende crear unos vínculos institucionales totalmente artificiales e incompatibles, que en muchos casos incluso contradicen los estatutos de las propias universidades (como la de Zaragoza, que quedaría adscrita a la academia militar), que declaran que los esfuerzos de la Universidad deben estar encaminados a fomentar la paz y el desarme y prohíben explícitamente la investigación y formación con fines bélicos. Además, el establecimiento de un vínculo formal entre Universidad y Ejército podría comportar la integración o presencia de representantes militares en los órganos de gobierno universitarios, así como la intervención o influencia, directa o indirecta, del Ministerio de Defensa en la vida universitaria y, en definitiva, la penetración de la cultura militar y de la guerra en la Universidad.
Ante la falta de entusiasmo de la sociedad española por formar parte del Ejército profesional, que todavía es mayor entre la población académica, se pretende crear una oferta de estudios muy atractiva para competir con los estudios civiles. Se ofrece una educación militar universitaria gratuita, de la que se obtendrá además del título militar un título civil, equivalente a los que se consiguen en cualquier universidad, pudiéndose optar tanto por las salidas profesionales militares como civiles del área que se estudie. Esto supone una ventaja respecto a los estudiantes que sí que se ven obligados a pagar por sus estudios y que competirán con quienes han estudiado gratis a cambio de formar parte de una institución castrense. Esta ley no ofrece la posibilidad por primera vez a los militares de estudiar una carrera, es algo que ya pueden hacer libremente en la actualidad.
Un alistamiento más atractivo
De esta forma se pretende sustentar el Ejército profesional, dando todo tipo de facilidades y ventajas a la gente que acepte entrar en el juego militar dada la poca capacidad de atracción que ha tenido en la sociedad española el alistamiento voluntario en las Fuerzas Armadas. La estrategia de atraer a jóvenes mediante reclamos económicos y profesionales sólo puede llevar a situaciones aberrantes del tipo de las que se dan en lugares como EE UU, donde la gente pobre no tiene más remedio que entrar en el Ejército para poder estudiar, arriesgándose a morir en Iraq, Afganistán o cualquier otro lugar.
La Universidad es una institución que promueve la razón, el debate, el pensamiento crítico y la libre circulación de ideas. Por tanto, es incompatible con la disciplina, la obediencia ciega y la falta de libertad personal que caracteriza a las instituciones castrenses. Aunque en los últimos años se haya intentado hacer un lavado de cara al Ejército e integrar a los militares en la sociedad civil, mostrando una imagen de modernidad, democracia y servicio a la sociedad, y olvidando su esencia autoritaria. En el fondo, el objetivo de la ‘educación’ militar es crear mentes dóciles y moldeables, algo opuesto a la educación para la paz que promueve el crecimiento humano.
* Miguel Aguilera. Colectivo de Objeción y Antimilitarismo de Zaragoza
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