Para que un estado exista no sólo se basa en sus aparatos represivos. Ningún estado se mantiene con una represión continuada. Por este motivo, dentro de los aparatos del estado destacan los aparatos ideológicos. Su función es bien sencilla: para que los aparatos de represión abierta no estén trabajando a destajo, hay que mantener a […]
Para que un estado exista no sólo se basa en sus aparatos represivos. Ningún estado se mantiene con una represión continuada. Por este motivo, dentro de los aparatos del estado destacan los aparatos ideológicos. Su función es bien sencilla: para que los aparatos de represión abierta no estén trabajando a destajo, hay que mantener a la población desviando su carácter revolucionario hacia posturas fácilmente asumibles por el estado. Hasta aquí, todos estaremos de acuerdo. El problema viene al decir quiénes son los que hacen esa desviación.
Dentro de ese entorno de neoliberalismo, destaca como líder absoluto el PSOE. Esto es innegable. Pero ese partido es sólo el capitán del barco. Existe todo un entramado político y administrativo alrededor del PSOE como partido pivote del bipartidismo, pero complementando esa red de clientelismo existen otro tanto de organizaciones que están en su mismo barco o, como poco, en su misma flota. Aparentemente son revolucionarios, tienen una jerga que se dice como tal pero -y esto no es nuevo, ya está registrado cuando Marx y Engels- en la práctica se ubican en frente de la revolución. En sus comunicados puede entreverse la pose de estos revolucionarios, pero cuando hablas con sus militantes es cuando puede verse con mayor claridad este hecho.
Quizá el mayor exponente de los súbditos del capitán sea Izquierda Unida, con todas sus contradicciones. Existen única y exclusivamente como desviación de los votos de izquierdas hacia el PSOE. Ubican como único sindicato referencial a uno que se posiciona abiertamente con las posturas del PSOE, CCOO si gobernara el Partido Popular ya habría convocado una «huelga general». E Izquierda Unida participa en esa actitud al manifestar que únicamente abogarán por ella cuando lo haga ese sindicato, ergo Izquierda Unida tiene una postura en lo sindical, en lo más puramente obrero, dependiente de la decisión del PSOE. Mientras que en lo social muestran una actitud idéntica. Si quedaba alguna duda, ante la reforma de la ley electoral, propusieron sin tapujos que el PSOE la modificara para que pudieran pactar con ellos y evitar que el PP gobernara. Esa actitud pactista es algo que todos sabemos que define esta formación. Incluso cuando el único sector que aún puede definirse como revolucionario, la CUT-BAI, amenaza con salirse de pactar IU con el PSOE, la respuesta del coordinador andaluz no es sólo que se muestran dispuestos a pactar con el PSOE sino, también, con la formación filofascista de UPyD.
¿Por qué IU no muestra ningún pudor en este tipo de estrategia? Porque saben que son realmente el único partido a la izquierda del PSOE con capacidad de representación y que sus votos no son por ideología sino por costumbre o engaño. Y para mantener ese engaño poseen distintos grupos juveniles que realmente se creen eso del socialismo y de la revolución, pero tan de boquilla como sus mayores porque es de ellos de quienes aprenden. Hasta en el Congreso de la UJCE el lema es «siembra socialismo». ¿Socialismo pactando con el PSOE? ¿Socialismo sin apoyar huelgas generales? ¿Socialismo apoyando la represión en Euskal Herria? ¿Socialismo apoyando los desalojos y cargas policiales? ¿Boicoteando consultas populares catalanas? A lo mejor pretenden un socialismo según actuaron con la huelga de hambre de Aminatou Haidar, un socialismo reconociendo la legitimidad del Rey pidiéndole, por favor, que instaure el socialismo.
Relacionar esa actitud en la práctica con el socialismo o la revolución no tiene ningún tipo de sentido y sólo se mantiene en la mayor de las demagogias. Partamos del hecho principal que toda revolución, sobre todo la socialista, se basa en el hecho elemental de la destrucción del estado burgués. Bien, Izquierda Unida, sencillamente, no aboga por la destrucción del Estado. No pretenden llegar al poder. No pretenden vencer ni que el pueblo venza. Pretenden complementar el poder neoliberal. No son revolucionarios, ni ofrecen ni aportan ni pretenden otro modelo de estado. He ahí la característica principal del entorno del PSOE: pretenden reformar el estado a uno más social. Cuando lo hacen con jerga revolucionaria es cuando tenemos al reformismo revolucionario: el revisionismo. Y, debido a ese reformismo, otra de sus características es que eligen qué es defendible y qué no lo es. Normalmente se basan en la «teoría de los mil kilómetros», que establece que se defenderá y apoyará toda lucha que esté, por lo menos, a mil kilómetros de distancia y, dependiendo de lo cercano que nos toque, dejará de ser defendible para convertirse incluso en reaccionario y burgués.
Por ejemplo: la lucha del pueblo palestino o saharaui por sus independencias y soberanías es absolutamente defendible y hay que apoyarlo sin condición, mientras que las luchas de los pueblos andaluz, castellano, catalán… serán defendibles sólo si hay una burguesía que la defienda o, exigiendo que esas luchas desemboquen en un socialismo que ellos no defienden. Una buena muestra de este hecho en ese entorno del neoliberalismo la da, precisamente, la lucha nacional porque la cuestión nacional choca directamente con la cuestión estatal. Palestina sí, el Sáhara sí, cualquier país fuera de España sí. Cualquier país dentro de España no. Anteponen España a la revolución, pero ellos no son nacionalistas.
De esta manera, hay planteamientos idénticos a lo que el PSOE vasco ha establecido sobre el Aberri Eguna. Algo «absolutamente desfasado» y «superado por la evolución de la sociedad», «algo que ya no concita el interés ni el apoyo mayoritario de los ciudadanos». Sin curiosidad ninguna, argumentos idénticos los he escuchado y leído en militantes de Izquierda Anticapitalista, organización que hasta hace nada seguía en Izquierda Unida, sobre la cuestión nacional andaluza. No la defienden, dicen, «porque la gente no la reclama». Incluso cantar el himno en una acción obrera la han llegado a calificar de «provocación», según ellos, por cantarse en un barrio con fuerte presencia de inmigrantes. Su hipocresía no conoce límites. Si siguieran sus consignas, ¿lucharían por algo en esta vida? Y es que en realidad, Izquierda Anticapitalista tampoco plantea un nuevo modelo de estado sino una transformación, hecha por el PSOE, hacia un estado del bienestar. Sólo hay que leer sus comunicados al respecto en materia económica. Por ejemplo: «el gobierno podría hacer gala de su supuesta adscripción socialdemócrata y fortalecer, en vez de desmantelar, nuestro renqueante Estado del Bienestar«, comunicado de Izquierda Anticapitalista del 13 de octubre de 2009. No se ve una postura rupturista con el gobierno del PSOE, pero sí se le pide que hagan ellos esas reformas, como si pudiera o quisiera hacerlas, en lugar de atacarles desenmascarándoles.
Ni Izquierda Unida, ni Izquierda Anticapitalista ni ninguna otra formación al uso lo hacen porque, sencillamente, no pretenden un cambio en el modelo de estado ni social. No pretenden el socialismo, sus opciones se encuentran dentro del modelo neoliberal. Recordemos el anticapitalismo de Mitterrand o Jefferson, por ejemplo. Sí, era anticapitalismo, pero difícilmente puede considerarse como tal desde una perspectiva revolucionaria, y al no plantear una ruptura estatal tampoco se puede considerar de esa manera a esa izquierda que mantiene al vigente estado español tal cual, con reformas superficiales y alejándose de las estructurales. No defendiéndolas ni fomentándolas sino participando en según qué acciones dependiendo de los beneficios que puedan obtener, al más puro estilo de la mentalidad capitalista. Bien es cierto que se hacen comunicados apoyando, pero solidaridad escrita y nunca colaboración práctica. Siguiendo con Izquierda Anticapitalista, sí les he visto comunicados sobre la represión… pero nunca he visto que convoquen junto a la izquierda abertzale ningún acto, por ejemplo. O en Andalucía, no les he visto fomentando el SAT, aunque sí les he visto apoyar y participar allí donde ya estuviera hecho. E igual ocurre con En Lucha, que va a ser absorbida voluntariamente por Izquierda Anticapitalista. No tienen una estrategia de lucha popular sino de lucha corporativista de sus objetivos como colectivo particular. No buscan los derechos del pueblo sino satisfacer su ego particular a través de sus colectivos.
Ahí la diferencia entre la izquierda estatal y la izquierda popular. Entre el reformismo y la revolución. La izquierda popular plantea un modelo de estado propio donde el pueblo tenga la soberanía, la izquierda estatal se limita a pedirle al PSOE que haga reformas sociales. Nosotros llevamos una bandera, la de nuestros pueblos y la internacional; ellos no tienen más bandera que la de su organización. Nosotros tenemos unos objetivos y unos proyectos populares, ellos se limitan a participar en lo que haya, sin fomentar nada, esperando e intentando a toda costa captar protagonismo y apropiarse de lo que se cree. Eso, a pesar de toda la jerga que utilicen, ¿se puede considerar revolucionario?
Cuando avancen nuestras luchas, a pesar de ellos, y empiece la represión abierta del Estado, como ya ocurre en Euskal Herria, y estos colectivos empiecen a tomar distancia de nosotros y sólo sepamos de ellos por algún comunicado suelto en Internet, ¿podremos llamarles compañeros? Cuando estemos en una misma lucha y veamos cómo su actitud oportunista les conduce a intentar estar siempre por encima nuestra, liderando una supuesta unión entre iguales, ¿podremos llamarles compañeros? Recordemos la historia revolucionaria: el Partido Comunista (Menchevique), ¿se posicionó al lado de los Bolcheviques o participó en el golpe de estado contra el poder popular? Estamos ante un problema básico de toda lucha ideológica. ¿Acaso los mencheviques, como los bolcheviques, no eran comunistas? ¿Acaso ahora no somos todos anticapitalistas? A pesar de ello, tenemos luchas diferentes, luchas y objetivos totalmente distantes aunque tengamos otras luchas y objetivos similares en los que podamos coincidir.
Por esto cuando oigo hablar de «crear un frente de izquierdas» siempre digo que es una buena idea pero demasiado idealista. Siempre se puede crear unidad de acción sin necesidad de una unión organizativa, de esta manera habrá unidad para según qué momentos y qué luchas y cada uno podrá seguir con su proyecto de manera independiente, uniendo fuerzas en los puntos convergentes. Pero es totalmente absurdo pensar que tenemos los mismos objetivos cuando no es así. Unos pretendemos la destrucción del estado y partimos del hecho de cuestionarlo desde la base hacia nuestras soberanías robadas, otros pretenden mantener la sumisión de nuestros pueblos y las soberanías robadas bajo un estado que se tilde de social. Las diferencias son abismales, aunque en esos avances sociales haya algunos en los que coincidamos. El entorno del neoliberalismo y su estado del bienestar y el entorno del socialismo y su estado popular son incompatibles realmente. A unos les espera el apoyo del estado, a otros su represión.
Ignorar este hecho es abocarnos al fracaso final de nuestros objetivos y a la eterna falta de una estrategia válida para conseguirlos. Rechazando siempre el sectarismo, hay que crear unidad de lucha, sabiendo que en política no siempre sumando se suman fuerzas. Unión entre iguales -superando el sectarismo partidista- y unión estratégica entre los distintos, sólo así conseguiremos lo que decimos pretender.
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