El diálogo Culturas del trabajo celebrado en el Fòrum finalizó ayer con una Declaración de Barcelona en la que los sindicatos y los expertos internacionales realizan un «diagnóstico preocupante» de la situación del empleo en el mundo. Ante el paro, la precariedad laboral, el trabajo infantil, la discriminación de la mujer y el «chantaje de […]
El diálogo Culturas del trabajo celebrado en el Fòrum finalizó ayer con una Declaración de Barcelona en la que los sindicatos y los expertos internacionales realizan un «diagnóstico preocupante» de la situación del empleo en el mundo.
Ante el paro, la precariedad laboral, el trabajo infantil, la discriminación de la mujer y el «chantaje de la globalización», el movimiento sindical «tiene que cerrar filas» y «encontrar una nueva unidad a nivel mundial». Los secretarios generales de las dos confederaciones sindicales internacionales más importantes confirmaron ayer que los congresos de las dos organizaciones tomarán decisiones sobre la fusión en octubre y diciembre.
«Dentro de poco podremos ver el resultado de este proceso», afirmó Guy Ryder, de la CIOSL. Su homólogo de la CMT, Willy Thys, aseguró que hay que «superar las dificultades estructurales históricas de los sindicatos». El manifiesto final del diálogo también apunta la necesidad de que los sindicatos se aproximen al movimiento social antimundialización puesto que «comparten las mismas críticas del presente y apuntan a los mismos objetivos de futuro».
CRÍTICAS A LOS SINDICATOS
Este propósito no aplacó ayer las críticas a los sindicatos, después de que la excomisaria europea de Empleo y eurodiputada Anna Diamantopoulou pidiera el día anterior una renovación generacional.
El escritor y líder antiglobalización Alain Touraine fue tajante al afirmar que «el movimiento obrero conocido, con todo lo que le acompaña», como «el sindicalismo, las cooperativas o los partidos socialistas, se acabó». Por ello, recomendó a los sindicatos que se acerquen al movimiento social.
Los líderes de UGT, Cándido Méndez, y de CCOO, José María Fidalgo, replicaron que las centrales han adaptado sus estructuras a los cambios económicos y están preparados y legitimados para hacerles frente.
Los participantes en el diálogo más concurrido hasta la fecha, con una cifra final de 2.300 personas, defienden un «cambio de rumbo» en la política internacional y piden a la Unesco que reconozca al trabajo como patrimonio de la humanidad.