La protagonista de El cielo no existe descubre el complejo submundo de las mafias de las tratas de personas, las drogas y la prostitución.
La escritora fue premiada ayer por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), que en esta edición contará con Argentina como país invitado de honor. El jurado consideró a El cielo no existe «una novela excelente, urbana y muy vigente».
El humor le permite relativizar aquellas escenas que en un primer golpe de vista parecen dramáticas. Lo cómico del asunto es que Inés Fernández Moreno pegó tremendos saltos de felicidad, solita en el living de su casa de Villa Urquiza, cuando le confirmaron desde México que -gracias a su novela El cielo no existe (Alfaguara)- es la quinta escritora argentina en obtener el Premio Sor Juana Inés de la Cruz que entrega anualmente la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), que en esta edición contará con Argentina como país invitado de honor. Este reconocimiento al trabajo literario de las mujeres en el mundo hispano distingue a la autora de una novela publicada en español con 10 mil dólares en efectivo. El viernes 31, el último día de octubre, se comunicaron desde la FIL para avisarle que estaba entre las tres finalistas. «Me preguntaron si eventualmente viajaría y me dijeron que me iban a llamar en una hora porque el jurado todavía estaba debatiendo. La hora que transcurrió hice un ejercicio de meditación interna respecto de la frustración. Uno dice ‘mejor me acostumbro a la idea de que no voy a ganar’, pero siempre pensás que sí. Sonó el teléfono y era una amiga para pedirme no sé qué cosa… ¡Yo no podía más!», recuerda Fernández Moreno a Página/12. «Después de una hora me llamó la misma persona con una voz de una neutralidad terrorífica y me pasó con la directora del jurado, que con la misma voz neutra -porque fue muy largo el suspenso- me felicitó y me dijo que le había encantado mi novela y que era la ganadora. Y ahí empecé a festejar sola.»
La escritora de abolengo poético -hija de César Fernández Moreno y nieta de Baldomero- se ríe a carcajadas. No es la primera vez que le anuncian un premio importante y está sola. De ahora en más integra el listado de narradoras argentinas que recibieron el Sor Juana Inés de la Cruz junto a Sylvia Iparraguirre en 1999, Ana Gloria Moya (1954-2013) en 2002, Tununa Mercado en 2007 y Claudia Piñeiro en 2010. Cala, la protagonista de El cielo no existe, es una periodista de 50 años con una madre anciana tan despótica como insoportable. Sabrina, la joven que cuida a su madre, desaparece una tarde y Cala repentinamente se tiene que hacer cargo del bebé. Fernández Moreno ganó por unanimidad la edición XXII del Sor Juana. El jurado -integrado por Martha Cerda y Malena Mijares (de México) y Edmundo Paz Soldán (de Bolivia)- destacó la capacidad de Fernández Moreno para construir personajes, tejer con destreza reflexiones y sentimientos y manejar con solvencia los planos narrativos en una novela que «se mueve con humor e ironía en un mundo que a la vez recrea el escenario de la ciudad de Buenos Aires, visto desde la cotidianidad más opaca, y el universo interior muchas veces sombrío de la protagonista, quien viaja a través de sus recuerdos para confrontar su duro e incierto presente. Es una novela donde a un personaje ordinario le pasan cosas extraordinarias. Es una novela excelente, urbana y muy vigente».
Esta distinción que recibirá el próximo 3 de diciembre en Guadalajara es «una especie de sacudón del tipo ‘¡ah, entonces soy una escritora!’, una condición que se me diluye fácilmente, pero eso forma parte de las neuras personales de cada uno», reconoce Fernández Moreno. Siente -y lo dice- que El cielo no existe no tuvo mucha repercusión, aunque no sabe cómo se mide eso. «El premio vino como una especie de broche de oro. Son cuestiones muchas veces arbitrarias y azarosas. Obviamente hay un nivel de dignidad, pero hay muchas novelas que son buenas y algunas tienen más llegada que otras, y ahí creo que hay un margen importante de arbitrariedad», plantea. «Sor Juana Inés de la Cruz es un personaje admirable; me toca tener un premio que lleva su nombre, además de que es mi tocaya, porque yo también me llamo Inés. Había que tener una potencia muy impresionante en la época que le tocó vivir para animarse a sacar su voz fuera del convento. Tengo una enorme solidaridad con todo lo que hacen las mujeres, y que sea un premio que está vinculado con la escritura de las mujeres me gusta mucho. Este es un premio que te abre puertas, te pone en un plano más latinoamericano y te da posibilidades de que te publiquen en otros lados. Y eso es un empujón importante.»
Fernández Moreno (Buenos Aires, 1947) es autora de los libros de cuentos La vida en la cornisa (1993), Un amor de agua (1997) y Hombres como médanos (2003) y de las novelas La última vez que maté a mi madre (1999) y La profesora de español (2005). «Hay gente que escribe con alegría, no lo sé… Yo vivo la escritura como un proceso medio turbulento. Me cuesta mucho ponerme a escribir, me distraigo fácilmente, estoy muy lejos del escritor que tiene una rutina rigurosa y escribe equis horas por día. Tengo que pelear para concentrarme y ponerme a escribir y no jugar al Scrabble, distraerme con el teléfono y no sé qué… Una vez que estoy adentro, navegando, ahí voy encontrando el placer. Pero me cuesta arrancar y en todo el proceso tengo muchas dudas. El escritor no es aquel que escribe fácilmente, sino el que pelea con la dificultad, con cada palabra. ¿Cómo decís ‘le pegaron una puñalada en el vientre’? Yo me muero antes de escribir la palabra vientre. No puedo poner ni vientre, ni abdomen, ni panza; entonces tengo que cambiar el lugar de la herida… Este es un ejemplo humorístico, pero esa pelea existe. Y no soy una estilista; hay escritores que son estilistas y tienen una relación con el lenguaje que está más cerca de lo poético. Cómo escribís, y aquello de lo que escribís, es un mar de dudas para mí.»
En El cielo no existe, la imperiosa pesquisa que emprende Cala en busca de la madre del bebé la llevará a descubrir por primera vez en su vida el complejo submundo de las mafias de las tratas de personas, las drogas y la prostitución. La trama de la novela premiada tiene un «giro» policial. Un libro la ayudó para rumbear hacia el género: Suspense, de Patricia Highsmith. «Ella cuenta las dificultades que enfrenta y de qué manera empieza a escribir; el proceso que va desde que tiene una idea fugaz hasta que la deja en remojo y después la va procesando mentalmente. Escribir es pensar mucho también», subraya la escritora que se siente «más cuentista que novelista». El germen de esta novela fue un episodio real. «Yo tengo una madre anciana y tenía una chica que la cuidaba y empezó a faltar dinero de la caja de ahorro y me di cuenta de que era ella. Se arrepintió y me dijo que me iba a devolver el dinero. Me pasé tres meses entre mi vieja que me decía que era ‘una estafadora moral, tenés que denunciarla’ y esta chica que venía cada tanto y me traía un billetito arrugado de cien pesos. Estuve atormentada con esa historia y de ese tormento nació la novela. Fue como una bola de nieve y saqué partido de una anécdota biográfica que fui ficcionalizando. Las novelas son como esponjas que chupan la experiencia cotidiana».
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-33885-2014-11-04.html