Ese escudo es indigno. Como indigna es la frase del himno que glorifica al saqueador Cristobal Colón.
El escudo que impuso la madrastra España en el 1509 tiene una simbología muy particular, suficiente para que sea rechazado por la nación boricua en lucha y ya plenamente liberada. Como centro impreso un cordero, criatura tierna y mansa de las ovejas. Una bandera y una cruz. Una frase “Juan es mi nombre” escrita en latín y los nombres de los monarcas Fernando de Aragón e Isabel de Castilla.
¿Cuanta diferencia hay con el carimbo con el que marcaban los dueños a sus esclavos? Si el carimbo se imponía con fuego individual al esclavo y el sello del colonialismo se imponía a todos los colonizados. Si Jesús regresara, abochornado lo repudiaría, como repudió la dominación de los ricos y del imperio romano. Desafortunadamente esa simbología cristiana, la cruz y la biblia la utilizaron los españoles invasores durante la conquista y el exterminio de las poblaciones originarias.
Para buena fortuna siempre existió una conciencia moral que repudió esos actos como el Padre Las Casas. Igual que la teología de la liberación en sus diversas manifestaciones ha repudiado la explotación neocolonial e imperialista.
Quince (15) millones de almas desde México a La Patagonia costó en vidas de latinoamericanos la lucha por la reconquista de las independencias al comienzo del siglo 19 en sus guerras contra el coloniaje español. Las riquezas extraídas en oro y plata fueron tantas que con ellas creció opulenta Europa y empobrecieron los pueblos subyugados. Ni siquiera vendiendo o cediendo a Europa, cómo dijo Evo Morales, habría dinero suficiente para pagar tantos daños y saqueos. Como tampoco vendiendo todas las tierras y recursos de los Estados Unidos de Norteamérica serían suficientes riquezas para saldar los daños y saqueos de sus guerras e injerencismos.
La bandera confederada representa la esclavitud de los afrodescendientes, la simbología colonial española representa el despojo y trato como cosas de los puertorriqueños y latinoamericanos en el continente. Ese escudo tiene que ser criticado y repudiado. En el idioma que nos impusieron, o en las lenguas originarias, pero que permite expresar los deseos más genuinos de condenar ese pasado y el presente colonial. Es más tridente que cruz.
El colonialismo ha representado la negación a la humanidad de los pueblos colonizados, de fomentar la sumisión y la dependencia, de promover la actitud de que sólos no podemos gobernar nuestros asuntos con el fin de explotar nuestros pueblos. Por eso tendremos que cambiar muchas cosas. Como la avenida Ponce de León para nombrarla Agueybaná u otros héroes, y el aeropuerto Muñoz Marín rebautizarlo Albizu Campos que nos redime y salva.
Ese escudo es indigno. Como indigna es la frase del himno que glorifica al saqueador Cristobal Colón. Imaginemos que dijera “Cuando a nuestras playas llegó Nelson Miles, exclamó lleno de admiración, es Borinquen la hija, la hija del mar y el sol.” Indigno y depravado fue el colonialismo español e igual lo ha sido el colonialismo yanqui.
Cuando el Rey de España acudió a Venezuela e intentó callar a un indio llamado Hugo Chaves Frías, éste lo increpó para recordarle que estos son otros tiempos. El escudo impuesto a comienzos de la conquista española es un anacronismo. Todos los pueblos de Latinoamérica que lograron su independencia repudiaron los escudos coloniales y diseñaron los que representaban sus querencias e intereses. El escudo del cordero fue ratificado por ley yanqui y en el 1976 por ley colonial. Esa ley algún día será derogada. Necesitamos un nuevo escudo que sea trillizo de nuestra bandera e himno, que deben ser símbolos de la emancipación nacional e igualdad social.