Popayán, 12 de julio de 2017 «El inconsciente es el discurso del Otro, es el discurso Amo». Lacan El siguiente texto tiene como objetivo reflexionar sobre un problema, el «espíritu cortesano», que -de acuerdo a nuestra perspectiva- está en el trasfondo ideológico del reiterado fracaso de los esfuerzos revolucionarios y emancipadores de los trabajadores y […]
Popayán, 12 de julio de 2017
«El inconsciente es el discurso del Otro, es el discurso Amo». Lacan
El siguiente texto tiene como objetivo reflexionar sobre un problema, el «espíritu cortesano», que -de acuerdo a nuestra perspectiva- está en el trasfondo ideológico del reiterado fracaso de los esfuerzos revolucionarios y emancipadores de los trabajadores y pueblos oprimidos del mundo entero. Es evidente que, a pesar de nuestras buenas intenciones y de algunas conquistas temporales, nuestros procesos de lucha social y política se encuentran en una encrucijada.
Hoy, el gran capital financiero global ha vaciado de contenido las diversas formas de gobierno «democrático», «representativo», «participativo», «socialista», «comunista», y puesto a todos los gobiernos al servicio de sus intereses, independientemente de su discurso, intencionalidad y «buenos» propósitos, y, por ello, son convertidos -con cierta facilidad- en eficientes administradores del Estado «heredado» y gestionadores de sus intereses corporativos.
El cortesano y el poder
El cortesano lo es, porque no reconoce su posición subordinada. Niega el antagonismo social, sueña con ser aceptado por la «corte», desea el «poder», quiere dominar.
El cortesano, entonces, asume dos actitudes que no logran enfrentar el núcleo de la dominación:
Una, acomodarse, reptar y trepar, arrodillarse y humillarse, «subir» con base en la lisonja y el favor.
La otra, rebelarse en nombre de los intereses de «generales», ya sea para acceder al «poder» por medio de un golpe de mano (falsa revolución) o por medio de la negociación (claudicación).
En esa trampa han caído todas las «revoluciones» desde el siglo XVIII. Sólo hoy, después de muchos fracasos se empieza a comprender que «unos pocos» no pueden liberar a «todos» y que al querer hacerlo, terminan enredados en su propia trampa.
Terminan pareciéndose (+ o -) a quien querían derrotar y «derrocar». Estanislao Zuleta decía que el problema es «que no sabemos desear» [1].
El Estado heredado y las nuevas formas de gobierno («auto-gobierno»)
El cortesano «sabe» que es subordinado pero no se reconoce, no se asume como tal. Un «síntoma» lo empuja hacia el «poder», hacia la dominación, hacia el control. Pueden haber muchas causas, sociales, culturales y psicológicas detrás de ese «síntoma» [2].
Esa falta de reconocimiento (núcleo duro del individualismo) se hace evidente cuando el cortesano accede al «poder». Entonces, se convierte en «reyezuelo», en «salvador supremo». Ese es el peligro. Todo el mundo en el ámbito del «Estado heredado» (poder estatal delegado-constituido) es potencialmente corruptible.
Por ello, para poder superar ese obstáculo que ha llevado a que todos los movimientos y procesos de cambio terminen cooptados y absorbidos por el «Estado heredado» (colonial, capitalista, imperial), hay que construir nuevas formas de «auto-gobierno» que introduzcan diversas formas de organización que impidan la centralización e individualización del poder en pocas manos (base del fetichismo legalista, el burocratismo, la corrupción político-administrativa, el nepotismo, etc.).
Esas formas de auto-gobierno han sido inventadas por la humanidad a lo largo de la historia, pero los intereses creados (la propiedad privada, el capital, las oligarquías, los imperios), hacen todo lo posible porque las olvidemos o desechemos. Ellas, son herramientas para construir las bases materiales, económicas, sociales, políticas y culturales de una sociedad colaborativa («postcapitalista»).
Los griegos, los pueblos orientales, los indígenas americanos y otros, tenían diversas formas de gobierno que, adaptadas a nuestra realidad, son garantía y soporte institucional para que el bien común se imponga sobre el interés individual, sin anular la iniciativa del individuo que es un componente importante de la creatividad y el desarrollo colectivo.
Se requiere construir filtros o niveles de participación y de control social que tienen, como principal fundamento, el principio de la total desconfianza en los funcionarios («gobernantes»), sean estos elegidos o nombrados. Esos funcionarios, deben ser tratados como lo que son: simples servidores públicos [3].
Entre las diversas formas de gobierno que deben combinarse para impedir que un individuo o un grupo de individuos («partidos») se apoderen del «poder» y controlen a la sociedad, están:
1. La asamblea o «democracia directa»;
2. Los consejos de sabios o «democracia ilustrada»;
3. Los foros y debates o «democracia deliberativa»;
4. Las consultas populares o «democracia plebiscitaria»;
5. Las asambleas de delegados o «democracia representativa»;
6. El pro-común colaborativo o «democracia asociativa».
Todas estas formas de gobierno (y otras) deben combinarse, usarse como contrapeso unas a las otras, utilizarse de acuerdo a las materias y tipos de decisión que hay que asumir, y los pueblos deberán aprender a hacerlo con base en las experiencias acumuladas por ellos mismos y por otros pueblos.
Además, deben contar con normas muy estrictas utilizadas para escoger y nombrar los funcionarios que deben ser seleccionados de entre la gente misma y deben ser cargos temporales y rotatorios, revocables, de servicio social obligatorio, con salario promedio, sin privilegios especiales, sometidos al control social, y sin grandes poderes.
Sólo así podremos superar los vicios y limitaciones impuestas por más de 2.500 años de economía crematística que han sido llevadas al extremo por el capitalismo actual.
Ya hay pueblos en diversas regiones del mundo avanzando en esa dirección (Chiapas, México, y Rojava, Kurdistán-Siria) pero, con el surgimiento de las nuevas «economías colaborativas» por efecto del desarrollo de las tecnologías computacionales, digitales, informáticas, y la aparición de nuevas relaciones sociales de producción y de nuevos sujetos sociales («prosumidores» colaborativos) en el mundo del software [4] , la ciencia, la cultura, el arte y la producción bio-ecológica, esas formas de auto-gobierno se pueden hacer asequibles al común de la gente.
Es necesario y urgente profundizar en este debate y hacerlo en función-relación con nuestras experiencias prácticas, tratando al máximo de superar nuestras falencias heredadas y sustentadas en el «espíritu cortesano».
Notas
[1] Zuleta, Estanislao (1980). «Elogio de la dificultad», Cali, Colombia.
[2] Síntoma: Concepto del psicoanálisis que consiste básicamente en una acción inconsciente fruto de un proceso represivo. Según Lacan «El síntoma, como formación del inconsciente debe ubicarse en relación al discurso del Amo porque el síntoma incluye el discurso del Otro en el secreto de su desciframiento: el inconsciente es el discurso del Otro, es el discurso Amo».
[3] Carlos Marx planteó las bases iniciales de ese nuevo Estado con base en el balance de la Comuna de París (1871) en el texto conocido como «La guerra civil en Francia».
[4] Ejemplo de las economías colaborativas los encontramos en la producción de software libre, y múltiples formas de producción de conocimiento, música, periodismo, turismo, energías limpias, basadas en la mutua colaboración y acceso gratuito. Ver: Rifkin, Jeremy (2014) «La sociedad de coste marginal cero».
Blog del autor: https://aranandoelcieloyarando
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