Elaboro este escrito antes de que el 20 de febrero se reúnan los Diputados en el Congreso, y después de haber publicado dos artículos ligados a dos sentimientos límites como son la Desesperación y la Impotencia. Poco podemos esperar de lo que ocurra en esas dos sesiones donde los Diputados van a hablar sobre el […]
Elaboro este escrito antes de que el 20 de febrero se reúnan los Diputados en el Congreso, y después de haber publicado dos artículos ligados a dos sentimientos límites como son la Desesperación y la Impotencia. Poco podemos esperar de lo que ocurra en esas dos sesiones donde los Diputados van a hablar sobre el Estado de la Nación, como ellos lo llaman. Como digo, poco o nada podemos esperar, a pesar de la que nos está cayendo. El partido gobernante tratará de maquillar los bochornosos asuntos que le atañen, y conseguirá distraer a los demás, desviando la atención hacia lo que más interese a sus dirigentes. Seguro que lo conseguirán, convirtiendo el acto en un simple espectáculo patético e insustancial.
Los graves acontecimientos a los que estamos asistiendo ahora en este país se enmarcan en un proceso de decadencia de un sistema socioeconómico que ha perdido sus señas de identidad, que nos sitúa en cotas alarmantes de inestabilidad creciente y que nos arrastrará hacia un callejón sin salida, si no somos capaces de rebelarnos frente a tanto desatino, si no somos capaces de hacer prevalecer la razón ante la sinrazón. Pero por el camino que vamos lo tenemos complicado.
Con absoluta seguridad, ninguno de nuestros «representantes» abordará con rigor y contundencia los verdaderos problemas que nos aquejan, que aquejan a una sociedad compleja, a una mayoría doliente pero permisiva.
La mayoría de la sociedad española es presa del sufrimiento, de la desesperación silenciosa, de la indefensión, del engaño y de la indiferencia. Pero seguro que los políticos no hablarán de estas cosas mañana.
Hay hechos y motivos más que sobrados para hundir al Gobierno actual, y al partido que lo sustenta, pero la oposición no hará nada para hacerlo, porque los políticos son corporativistas, por lo que se han granjeado, con razón, el apelativo de casta, de clase privilegiada, de grupo endogámico. Si consiguieran derrumbar al PP, saben que ellos irían detrás. Que pondrían en cuestión el esperpento de modelo democrático que sufrimos.
Ningún portavoz planteará, con la crudeza que se requiere, la tragedia del paro y de la precariedad. Del dolor de una juventud abandonada. Nadie hablará de la enorme desigualdad, ni de las medidas que podrían combatirla, porque ellos están del lado y en el lado de los privilegiados.
No se hablará de la manipulación de los mass media, no se atreverán a juzgar su papel porque si lo hacen serán excluidos de las tertulias o de las entrevistas que les hacen para su único y personal lucimiento. No se atreverán a denunciar con la fuerza y la eficacia necesaria a los que vierten tanta basura a diario. Nadie dirá que todos los medios hoy día están en manos de la reacción, de poderosas empresas mediáticas alejadas de los intereses comunes.
Los políticos y los medios de comunicación forman un tándem que protege los intereses de los más poderosos. Las tertulias, en particular, son un negocio para unos cuantos que cumplen una sucia función. Los tertulianos son una panda de servidores del poder a sueldo, lo que les convierte en un grupo cerrado que van de un sitio para otro haciendo caja. Se atribuyen el papel de analistas aunque su reducida capacidad intelectual les impida saber, incluso, en qué consiste esa capacidad. Están bien elegidos.
El poder económico otorga a los medios de masas el monopolio de la información y del pensamiento, más bien de la ausencia de pensamiento. No existe un espacio para el pensamiento libre, crítico y democrático, no cabe la idea discrepante.
Las acciones reivindicativas de otros tiempos no funcionan ahora. Es lamentable observar como los trabajadores de Telemadrid, de Iberia, de Sanidad o de Enseñanza se movilizan sin que nada se consiga. Es sangrante observar los despidos masivos, los desahucios y tantas otras injusticias sin que esto reviente. Nada de esto será motivo de debate en el Congreso estos días, y si lo hacen será pura verborrea.
El PP saldrá airoso de este acto a pesar de la cantidad y gravedad de tantos desatinos. Las intervenciones de la «oposición» se convertirán un brindis al sol, sin que sean capaces de tomar las medidas que debieran tomar, porque algo podrían hacer. Les doy algunas pistas: Abandonar sus escaños, porque motivos hay para ello, para dejar solos a los impostores, a los mentirosos, a los encubridores de la corrupción, a los negadores de la evidencia. Porque un Parlamento con ellos solos haría tambalear esta pantomima hasta su derrumbe total. Hay motivos para combatir un modelo irracional, injusto y cruel. ¿Pero les interesa combatir la injusticia y la irracionalidad a los que viven del cuento?
Para la ciudadanía también hay propuestas. Los políticos, esos que según las encuestas gozan de tan poca credibilidad, están ahí porque les han votado. Estarán ahí 4 años que es el periodo por el que se les ha elegido. Los movimientos sociales nada pueden hacer para reconducir el errático camino. Las acciones al uso no están sirviendo de nada. A las pruebas me remito. Por lo tanto, deberíamos saber que cuando se convocan elecciones se puede votar o no votar. Si votamos ya sabemos a lo que nos arriesgamos. Por otro lado, habría que actuar con acciones diferentes a las que ahora se llevan a cabo, algunas de las que se me ocurren son inconfesables, lo siento.
Las sesiones parlamentarias de estos días se convertirán, como en tantas ocasiones, en un puro trámite, en un episodio rutinario por el que hay que pasar cada año. Será un acto para encubrir toda la mierda que nos rodea. El PP no será castigado como se merece. Algunos verán las retransmisiones o los resúmenes, aunque cada vez les interesa menos, lo que puede alimentar la indiferencia o la rebeldía. Prefiero pensar que sea este último sentimiento el que vaya tomando forma.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.