Recomiendo:
0

Reseña de "Argentina contra Franco. El gran desafío a la impunidad de la dictadura" de Mario Amorós

El fascismo español en el banquillo de los acusados por crímenes de lesa humanidad

Fuentes: Mundo Obrero

Reseña de Mario Amorós, Argentina contra Franco. El gran desafío a la impunidad de la dictadura, Madrid, Akal, 2014, 127 páginas

Otro libro imprescindible del joven historiador Mario Amorós [MA]. Su presentación es innecesaria: recordemos entre muchos otros libros, trabajos y artículos su Allende. La biografía. El libro que comentamos, ¡el último por el momento!, lo ha publicado en la colección «A fondo» dirigida por Pascual Serrano.

Todo comenzó en Argentina, en Buenos Aires, el 14 de abril de 2010, a los 79 años de proclamación de la II República Española, la República que declinó el uso de la guerra en sus relaciones exteriores. Es la causa nº 4591/10, se tramita ante el Juzgado Nacional de lo Criminal y Correccional Federal nº 1 de Argentina. La justicia argentina proporciona la posibilidad, señala MA, «de avanzar hacia una sentencia judicial que deje constancia de la magnitud gigantesca, lacerante, casi indescriptible en sus contextos exactos, del terror franquista» (p. 102).

Apoya la iniciativa, entre muchos otros nombres conocidos, el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel («Nos llama a atención que la Justicia española trate de impedir la investigación de los crímenes del franquismo»). No la apoya, en cambio, otro Nobel de la Paz muy distinto, Barack Obama. Tampoco Herr Kissinger por supuesto.

Las últimas noticias sobre el «gran tema» (¡la justicia argentina, de hecho, ha sentado al general golpisita Francisco Franco y al fascismo español en el banquillo de los acusados!), el único proceso judicial por los crímenes del franquismo (se han sumado hasta el momento 300 personas; más de cien organizaciones sociales y políticas la respaldan: los consulados argentinos de todo el mundo están a disposición de quien desee agregar su denuncia: ¡anímense!), único proceso judicial, decía, abierto en el mundo en aplicación de la jurisdicción universal para perseguir los crímenes contra la humanidad (desaparecidos, asesinados, fusilamientos, torturados, exilio, prisión política, trabajo esclavo, robo de bebés, depurados, muertos por sicarios en otros países … hubo de todo en la viña del fascismo y nacional-catolicismo español), un proceso dirigido por la jueza argentina María Servini de Cubría desde hace cuatro años (¿por qué alguien no se apunta en cualquier otro lugar del mundo? ¡nos daría más fuerza!), las últimas noticias sobre el «gran tema», como decía, en el momento en que escribo esta aproximación:

El ex inspector-torturador de la policía, de la Brigada Político- Social, la DINA del franquismo, Juan Antonio González Pacheco, Billy el Niño se hacía llamar, uno de los personajes más salvajes y siniestros del libro y con más poder represivo, no será extraditado a Argentina. La extradición fue solicitada el pasado 18 de septiembre de 2013. En el proceso judicial abierto contra el franquismo, se la acusa de catorce delitos de torturas (aunque probablemente fue responsable de centenares). El 5 de diciembre de 2013, el día previo a la Constitución (¡que ironías de la Historia!) comparecieron, ocultándose, ante la Audiencia Nacional.

La AN, uno de los brazos más fieles y neofranquistas del Estado, ha rechazado la petición. Su consideración, su «reflexión»: los hechos, que no se ponen en cuestión de entrada, no pueden ser calificados como de lesa humanidad. ¿Por qué? Porque no era un ataque sistemático y organizado contra un grupo determinado de la población.

¿No era eso? ¿No había un grupo de la población española, la ciudadanía antifranquista, que era atacado sistemáticamente por el Estado policial del fascismo español? Aclaración de AN: «Por más que los hechos constituyan delitos de tortura a detenidos por un grupo determinado, aislado y concreto de funcionarios policiales», no puede considerarse un ataque sistematizado.

A ver, a ver, con calma. Se acepta, en principio, que hubieron torturas, se admite que hubo detenidos políticos. Pero sólo intervino un grupo determinado (¿cómo si no? ¿todo el estado en pleno y al unísono, sin ninguna fisura, trabajando en materias criminal-asesinas?), aislado (¿aislado, cómo aislado?, ¿porque no se conocían sus nombres, porque actuaban en las cloacas del Estado?) y concreto (¿podría ser inconcreto?, ¿es concebible una «inconcreción» así?) de funcionarios policiales. ¿Cuándo podrían ser calificados los hechos de delitos de lesa humanidad? ¿Cuándo una intervención de un Estado puede ser ejecutada por un grupo no determinado, no concreto y no aislado de policías, torturadores, guardia civiles y afines? ¿Los crímenes del nazismo no fueron de lesa humanidad? ¿Lo fueron entonces? ¿Y no fueron ejecutados por un grupo determinado, aislado y concreto de asesinos, fanáticos, policías, ayudantes y grupos afines?

No hubo un ataque sistematizado según la Audiencia Nacional. ¿No fue sistematizado? ¿Qué fue entonces? ¿Cómo se organizó entonces? ¿Cuándo lo sería? De tal forma, el tribunal español-muy-rancio-español rechaza la consideración de genocidio (que no tiene plazo de prescripción). Los casos de tortura tienen un plazo de prescripción de 10 años. Ya han cumplido: los casos recogidos abarcan el período febrero de 1971-septiembre de 1975. Tranquilos, tranquilos, a otra cosa. A seguir tranquilamente en paz y con alguna condecoración probablemente. ¡Todo atado y bien atado, incluso 40 años después!

El 25 de abril de 2014 la AN rechazó también la extradición del ex guardia civil Jesús Muñecas Aguilar, otro joya de la corona franquista (participó en el golpe militar del 23F), por torturas en el franquismo: el delito estaría prescrito (la acusación es sobre torturas de 1968) y tampoco podría ser considerado genocidio por las falsas razones anteriormente apuntadas. Ha sido pedida también la extradición de Celo Galván Abascal y de José Ignacio Giralte González. Los delitos que en la causa se les atribuyen son sancionables con penas que oscilan entre 8 y 25 años según la justicia argentina.

Hay otros nombres célebres. Don Martín Villa, el de Sogecable y demás corporaciones esquimaldoras, entre otros.

Volvamos al libro de Amorós. Argentina contra Franco, que se abre con una cita de Josep Fontana -«Lo peor fue, sin embargo, que no solo se acordó la amnistía sino que se decretó el olvido»-, está estructurado en una presentación, tres capítulos, un epílogo, unas notas y dos apéndices: un documento inédito: «La policía denuncia», un texto de 1977, y «Documentos reproducidos», entre ellos la nota de la BPS sobre Willy Meyer de enero de 1972, la orden de ingreso en prisión de Jesús Rodríguez en enero de 1974 y un dibujo, imprescindible, duro, magnífico a un tiempo, de Roser Rius en la prisión de Yeserías en el otoño de 1974.

Los capítulos: I. Proceso a una dictadura criminal (está pendiente señala Amorós en él una investigación histórica sobre huella nazi en los orígenes de la BPS). II. El infierno del Sol (Willy Mayer, que fue torturado allí, gracias a su condición de eurodiputado pudo visitar el edificio en 2013) y III. Hacia el fin de la impunidad.

Se recogen en el volumen, no se los pierdan, lean con la máxima atención por favor, se les grabará en la cerebro y en la consciencia, el testimonio, magníficamente recogido por MA, de diez militantes antifranquistas que fueron detenidos por la BPS y torturados en la Dirección General de Seguridad, en la puerta del Sol de Madrid, entre 1956 y 1977. Sus nombres, referentes, deben ser referentes de todos nosotros: Felisa Echegoyen, Willy Meyer, Victoriano Díez-Cardiel, José María Galante, Jesús Rodríguez, Paco Lobatón, Roser Rius (fue torturada por Billy el Niño, le destrozó los pies), Alfredo Rodríguez, Julia Hidalgo y Manuel Blanco Chivite, condenado a muerte, a quien llegaron a golpear con estufa de butano.

Alfredo Rodríguez ha concretado la perspectiva que les mueve, la finalidad de la querella: «Quienes estuvimos presos en los años sesenta nos encontramos con que nuestros represores y los asesinos de quienes murieron en muchos casos aún están vivos y el régimen actual está buscando recovecos jurídicos ara intentar cubrir a esta gentuza. Deseamos que sean extraditados a Argentina y que allí tengan lo que nosotros no tuvimos. Derecho a un abogado, a un juicio justo, a que nadie les ponga la mano encima.» Paco Lobatón ha añadido más que oportunamente: «La orden internacional de búsqueda y captura de los torturadores restara el principio de la justicia universal». No es hora de venganzas añejas, no es eso, «sino en la grandiosa hora del fin de la impunidad».

De la desmemoria organizada, de la infamia diseñada y planificada con todo esmero y cuidado y, a veces, con aires de modernidad, dice mucho el siguiente «olvido»:

El edificio de las torturas, la actual sede de la presidencia de la Comunidad de Madrid, fue rehabilitado, señala MA, a finales del siglo pasado. Ruiz Gallardón, el actual ministro privatizador de Injusticias, uno de los políticos (le viene de familia) de peor currículo del actual gobierno, presidía entonces la Comunidad de Madrid. ¡Todo un político profesional, para un barrido y para un cosido, todo de derecha-derecha!. A la altura de su progenitor o incluso superándolo. Pues bien, se editó un libro sobre la historia del edificio, publicado por la propia institución, en la que don Alberto o quien escribiera en su nombre, apuntaba sin sonrojarse: «Podemos decir con orgullo que este edificio ha constituido históricamente una realidad importante para la vida cotidiana de los madrileños. Primero como Real Casa de Correos, más tarde como Ministerio de la Gobernación y Dirección General de Seguridad y hoy sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, esta casa ha sido espectadora -y en ocasiones escenario a la vez- de grandes avatares que mercaron los pasos vivos de la Historia, como aquel dos de mayo de 1808 en el que los españoles se alzaron por la libertad.» En este tono tan abyecto.

¿Alguna referencia? Ni una. Don Alberto se olvidó de un detalle, que la institución había sido centro de torturas durante el fascismo español. No queda bien recordar estas cosas. En el libro al que hacíamos referencia, señala MA, sólo Antonio Bonet hacía una mínima referencia a esta función siniestra-más-que-siniestra.

Por qué la España democrática ha sido incapaz de investigar y juzgar los crímenes del franquismo, se pregunta Mario Amorós en el epílogo. Les adelanto brevemente su razonable respuesta: porque no es tan democrática la España de hoy, porque hay mucho que ocultar (y muchos intereses anexos) y porque la transición no fue modélica, mirada como se quiera mirar, y como nos han enseñado, entre otros, Vicenç Navarro, Juan Carlos Monedero, Carlos Taibo, Paco Fernández Buey y Manuel Sacristán.

Estamos, efectivamente, ante un gran desafío con la impunidad de la dictadura fascista. ¡Apoyemos con todas nuestras fuerzas! ¡Nos va nuestra dignidad y la de nuestros familiares en ello!

Conviene finalizar con las palabras del luchador antifranquista Jesús Rodríguez recogidas por Mario Amorós: «Si no lo logramos, cuando nosotros estemos muertos, podrán atreverse a decir que aquello no pasó nunca. Antes de morir tenemos que cumplir esta misión, tenemos la obligación moral de hacerlo.»

Todos tenemos esa obligación. Para que no habite el olvido donde el olvido no puede habitar.

PS: Una nota personal. Siendo un honor para mí, ¿tiene algún sentido que yo, entre miles de personas más, siga siendo nieto de un trabajador industrial delincuente, cuyo delito fue defender la II República española de una rebelión militar de marchamo fascista? Bien mirado (es decir, mirando mal) lo tiene desde luego.