Alguien me explicaba ayer algunos símbolos del fascismo italiano de la era Mussolini y, por esa obsesa necesidad por tachar el independentismo catalán aunque no venga al caso, acabó comparando dichos símbolos fascistas con el movimiento independentista de Cataluña y de forma maliciosa me preguntó en público si no estaba de acuerdo con la igualación. […]
Alguien me explicaba ayer algunos símbolos del fascismo italiano de la era Mussolini y, por esa obsesa necesidad por tachar el independentismo catalán aunque no venga al caso, acabó comparando dichos símbolos fascistas con el movimiento independentista de Cataluña y de forma maliciosa me preguntó en público si no estaba de acuerdo con la igualación.
Su sorpresa vino porque le apoyé. Pero añadí que en el fondo todos los nacionalismos tienen rasgos fascistas, incluido el nacionalismo español y que ahí era donde discrepábamos: no en el carácter malicioso de los organizadores del procés, sino en la diferente visión sobre el otro bando. En ese momento algunos se sintieron muy ofendidos porque no entendieron que el hecho de colgar en masa la bandera española en sus balcones como necesidad de exaltación contra el enemigo que quiere destruir la patria es un símbolo fascista.
La conversación fue larga y se expusieron muchos argumentos y se desarrollaron mucho más de lo que aquí procede. El colmo fue cuando intentaron justificarme que el movimiento catalán era más fascista porque eran los herederos de Franco quienes lo alentaban, lo cual también apoye, pero me quedé estupefacto cuando tuve que recordar que no hay mayores herederos de Franco que el gobierno actual y la aristocracia que le rodea (léase Gürtel, Púnica, etc).
El caso es que entendí con terror que el problema actual de España, como de tantos países europeos y de EEUU es que mucha gente (vecinos, amigos, familiares) ha asumido como normales en su vida elementos propios del fascismo de forma inconsciente. Muchos españoles quieren hoy fuera a los inmigrantes, quieren un estado más policial que los proteja, usan frecuentes símbolos nacionalistas (españoles y catalanes) con un sentido fascista de disolución del individuo en la masa patriótica, defienden su partido y a los suyos en un sentimiento de la masa unida a pesar de que sean muy reprobables sus actos…
Entonces recordé que hace unos 8 años afirmé que nos acercábamos irremediablemente hacia 1933 y los ascensos del fascismo europeo y comprendí aterrorizado, ayer tarde, que estábamos ya a escasos meses del momento decisivo en el que un hecho crucial, un acto cualquiera, derivará en la justificación por parte de algún gobierno de elevar varios niveles el grado de fascismo ya latente y la masa que hoy no se reconoce en estas líneas acabará apoyando barbaridades olvidadas.
Más vale que esta población formada por amigos, familiares y vecinos se pare unos minutos a pensar sobre el asunto antes de que sea demasiado tarde y no valgan las lamentaciones. Pues la población alemana no era consciente a principios del s.XX de que el odio al judío y a todo el no perteneciente a su raza acabaría dando lugar a lo que todos conocemos.
David Cotilla Vaca. Profesor de Enseñanzas Secundarias. Lengua Castellana y Literatura
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.