Activista, divulgador cultural, conferenciante, cineclubista, periodista comprometido con la prensa alternativa,… Pepe Gutiérrez Álvarez es el vicepresidente de la Fundación Andreu Nin de Cataluña y miembro del consejo editorial de Viento Sur. Entre sus principales libros: Memorias de un bolchevique andaluz, Conocer a Trotsky y su obra, Retratos poumistas, La vejez: problemas y alternativas, Rosa Luxemburg. Cartas de amor y revolución, El cine y el 36, etc.
Nos centramos en esta entrevista en su último libro, Revolucionarias, publicado por El Viejo Topo.
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Enhorabuena por tu nuevo libro, un libro de hermoso título: Revolucionarias. ¿En quiénes has pensando con ese término? ¿En luchadoras, en políticas, filósofas, científicas tal vez?
Este trabajo representó un desgajamiento de un proyecto más amplio que me ocupó los años ochenta y sobre el que nunca he dejado de trabajar. En su primera parte la idea era realizar un “diccionario biográfico del socialismo”, siguiendo las línea trazadas en Francia por el gran Jean Maitron. Ese proyecto se mostró pronto editorialmente inviable por lo que se me planteó la idea de ir por partes. La editorial Hacer editó en1982 una primera parte: “Desde su orígenes hasta Marx y Engels”. Un segundo abarcada “Libertarias, libertarios” que estuvo anunciado por Ediciones Libertarias,en principio con un prólogo del entonces todavía “anarquista” Fernando Savater. Pero esta editorial entró en crisis, y otras como Hacer y Anthropos no se atrevieron. Entonces esta historia se había convertido –como se dice en cine- en “veneno para la taquilla”. Más tarde apareció en Internet. Hacer se atrevió a publicar en 1986 una edición muy defectuosa. El proyecto, que había sido bien recibido por el movimiento feminista de entonces, fue luego olvidado. Algo tuvo que ver que la prologuista inicial Mª Aurelia Capmany enfermara, y la nueva candidata, una parlamentaria del PSC relacionada con Hacer, escribió un prólogo que rechacé tajantemente ya aseguraba que la democracia parlamentaria asumiría la tarea que guió a las protagonistas.
El subtítulo: “Mujeres entre el feminismo y el socialismo.” ¿Por qué ese entre? ¿No eran propiamente ni feministas ni socialistas, o eran todas más bien feministas y socialistas?
Desde 1848 con Flora Tristán, las mujeres que sitúan la emancipación de las mujeres como parte del proyecto socialista se encuentran en medio de dicha conflictividad. Lo habitual era que los líderes revolucionarios entendieran que el socialismo conllevaba de por sí la equiparación de ellos, un criterio del que las feministas más lúcidas desconfiaban. Se encontraban pues en ambos terrenos pero con serias contradicciones como se verá en el curso de la revolución rusa, la más avanzada en el terreno jurídico y programático que sufre empero el peso de las tradiciones machistas. Así, el propio Lenin se quejaba de que obreros comunistas dispuestos a morir por la causa luego maltrataban a su compañera en el hogar. Con la victoria de burocracia en la URSS, pero también en la izquierda tradicional –socialdemócrata, comunista-, dicha contradicción se hace más evidente. Esto explica que el enorme impulso que llegó a alcanzar el movimiento de mujeres con Clara Zetkin, o más tarde con “Mujeres libres” en la CNT, la dimensión feminista se mantiene como subalterna…
¿No es un tanto extraño, contradictorio puede pensar alguien, que un hombre como Pepe Gutiérrez escriba sobre mujeres revolucionarias? ¿No son las mujeres más sensibles que nosotros para estos temas?
Recuerdo que hace años Josep Vincent Marqués escribió un ensayo en el que se preguntaba sobre sí los hombres podían ser feministas en sentido integral, y la respuesta era que no. Sin embargo, esto no ha impedido la existencia de una voluntad manifiesta en el caso de Engels, de August Bebel o de Richard Pankhurts –el “patriarca” de la familia que lideró el sufragismo británico de principios del siglo XX-, realizaran verdaderas contribuciones. Es obvio que las mujeres ocupan el escenario, que el trabajo de estudio e investigación ha avanzado sobre todo gracias a ellas, pero eso no contradice la importancia de un trabajo autocrítico como pretende ser este trabajo situado en el terreno de la divulgación.
¿Autocrítico? ¿Por qué autocrítico? ¿De qué tienes que autocriticarte?
Tal como he explicado en detalle en algunos de las “Memorias” del bolchevique, y en el que prepara Renacimiento, “Retratos en rojo y negro”, no puedo por menos que considerarme como un niño mimado por las mujeres de la familia. Pude estudiar, al menos en parte, cuando mis tres hermanas apenas sí aprendieron lo más básico. Desde que empecé a trabajar gané más que las mujeres, principio de un largo etcétera de privilegios. No fue hasta mitad de los años setenta que comencé a situarme ante la cuestión femenina, y a pesar de todas las rectificaciones sigo gozando de privilegios “naturales”. La opresión femenina como la de los trabajadores parte de un principio de subestimación, con la gravedad de que, como ya descubrió Flora Tristán, las mujeres han sido en no poca medida “la proletaria de los hombres”.
Autocrítica significa reconocimiento de esta realidad, la voluntad de asumir cambios que llevaran mucho tiempo, y que fueron anunciados por algunas de las mujeres tratadas en la obra.
¿A qué idiomas ha sido traducido tu libro? ¿Qué tal ha sido recibido?
El libro se tradujo al alemán. Luego conoció dos hermosas ediciones en italiano. Esta última figura citada en la bibliografía de varias obras generales académicas sobre la historia del feminismo. Sobre su recepción creo que es bastante explícita la presentación de Julia Cámara que actúa también como un aval, aparte de realizar una reflexión propia que va más allá del horizonte didáctico de la obra.
Nos presentas brevemente a Julia Cámara.
Julia es militante en Anticapitalistas Ha estudiado Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid, es compañera de formación política, está integrada también en la revista Viento Sur y ha publicado numerosos artículos sobre la liberación de la mujer. Pienso que su prólogo se sitúa en un escalón analítico superior al propio del libro, orientado como ya he explicado de ser un escalón introductorio. Hubo otras candidatas como Teresa Rodríguez y Ester Vivas, pero en esta ocasión Julia pudo gozar de un mayor respiro.
Escribes en la presentación, en sus compases finales: “No hay que decir que el objetivo sigue siendo el mismo: contribuir al mayor conocimiento de una historia: la de las mujeres “subversivas” que trataron de caminar con dos pies…” ¿La historia de estas mujeres sigue siendo desconocida entre nosotros o estamos mejor que hace años cuando apenas nadie había oído hablar de Mary Wollstonecraft por ejemplo?
Obviamente las últimas décadas han sido especialmente importantes en el reconocimiento de estas mujeres pioneros, y el libro ha sido actualizado tanto en referencia a la ampliación bibliográfica como a las filmográficas. Sin embargo, creo que dicha divulgación se sitúa por lo general en un ático mientras que en la planta baja se ignora lo fundamental. Una reconocida investigadora en el curso de la presentación de la edición originaria, me achacó en un debate que el libro parecía un poco al “Hola”. Sin perder la calma le respondí que ojalá compitiera con esta revista en las peluquerías y en la sala de los dentistas. En el medio extrauniversitario, son muy pocas y pocos que están al día de las siluetas tratadas.
¿Están entonces al día en el mundo universitario? ¿De verdad de la buena?
Sigo el ambiente universitario desde mi laboratorio de divulgador, y por lo tanto mi opinión no puede ser muy rigurosa. Sin embargo, creo que se percibe una renovación especial en este terreno, con una “revolución” en lo que se refiere a las aportaciones. Aunque todavía no tenemos la suficiente perspectiva, creo que nos encontramos con una “revolución” en el terreno de análisis intelectual. Algo que a mí me parece que se hace evidente en las revistas de pensamiento más avanzado…
Hablando de Wollstonecraft. Afirmas en el capítulo que le dedicas que aunque sus orígenes se remontan cuanto menos a la Grecia clásica, se puede decir que el feminismo tal como lo entendemos hoy se remonta al largo proceso de la revolución democrática inglesa. Aunque no fuera con nuestra mirada, ¿hay autoras que puedan considerarse feministas en la Antigüedad clásica?
Creo que existen inicios de sensibilidades feministas en la Antigüedad clásica, incluso en la Biblia. Sobre esto la lectura de la obra magna de Simone de Beauvoir resulta apasionante. Sin embargo, el feminismo es una de las variantes críticas de las revoluciones democráticas. No es por casualidad que las primeras feministas se mostrasen tan sensibles a la emancipación de los esclavos como a las luchas obreras. Con todo creo que estamos asistiendo a una fase que significa un salto cualitativo y cuantitativo sin antecedentes.
¿Y por qué piensas que estamos asistiendo a una fase que significa un salto cualitativo y cuantitativo sin antecedentes? ¿Quiénes protagonizan este “gran salto adelante”?
Este gran salto se da en todos los terrenos, incluyendo los más prosaicos. Cualquiera que esté en relación con las nuevas generaciones, incluyendo la menos politizada, puede percibir cambios en la relación, el inicio de una conciencia crítica entre las muchachas y el estupor de los muchachos. Se perciben los debates públicos en la creciente presencia femenina así como en una mayor presencia en las intervenciones. Desde aquellos tiempos en los que una mujer en una agrupación militante era la excepción al ahora, media un abismo. Esto no contradice el hecho de que este desarrollo resulte irregular, y quede muchísimo por trabajar. En la presentación local del libro la mayoría de los asistentes y de las intervenciones fueron femeninas, eso no había sido para nada lo habitual.
Hablabas hace un momento de El segundo sexo de Simone de Beauvoir. No le has dedicado ningún capítulo. ¿No fue propiamente una revolucionaria?
He tenido que establecer una criba, falta Simone y otras muchas. También tiene que ver el que hecho que la conexión militante y orgánica con las izquierdas se hace dominante al menos desde el siglo XX. Simone la he trabajado mucho más en su aportación sobre la vejez en un lejano libro mío sobre esta cuestión. Ahora con el trabajo de Samir Nair que creo refleja en alguna medida la creciente consideración que se está dando sobre ella, como se está haciendo sobre otras socialistas feministas, sobre todo británicas. Esto me ha llevado a descubrir, por ejemplo, que el testimonio de Dora Russell sobre la revolución rusa era mucho más rico que el Bertrand, demasiado atrincherado en sus propios criterios.
Como se discute a veces (antes lo hemos hecho tú y yo) sobre si algunos hombres pueden ser considerados feministas, te pregunto sobre Condorcet. ¿Lo fue? El hablaba, a finales del XVIII, tú lo citas, que las mujeres poseen en común con el hombre “la cualidad de seres razonables y sensibles”. No todos los filósofos ilustrados de aquella época decían lo mismo.
Por supuesto, además lo cita Mary Wollstonecraft en su polémica con Rousseau. Esta sensibilidad es incuestionable como lo era en William Godwin considerado como el principal protoanarquista de entre los siglos XVII y XIX. Sin embargo, como muestra la propia historia de Mary y de su hija, Mary Shelley, a la hora de la verdad suelen ser muy pocos los hombres que no hacen prevalecer sus privilegios. Este tema lo traté en una serie de artículos sobre Marx, Lenin, Trotsky para el “Combate”, y suscitó una polémica en la internacional y una fuerte reacción de las compañeras feministas que tendían a subrayar la importancia de la autonomía del feminismo.
¿Y qué significa exactamente esa afirmación sobre la autonomía del feminismo? ¿Que el movimiento decide por sí mismo, a su aire y sin controles externos, sobre sus finalidades, procedimientos, focos de interés, alianzas y estrategias?
En realidad este concepto se da en todos los movimientos, por ejemplo en el de LGTB o el de los pensionistas, que no pueden ser como lo fueron antaño, “correas de transmisión” de ningún partido. Otra cosa es que la autonomía se oriente en trabajar por la mayor unidad posible. Desde este punto de vista se dan ejemplos magníficos como por ejemplo de los pensionistas que se esfuerzan en subrayar su dimensión femenina. Las coincidencias tácticas y estratégicas tienen que darse como consecuencia de un tratamiento de tú a tú…
¿Se puede afirmar, como creo que sugieres, que la Revolución francesa fue, además de muchas más cosas, una revolución feminista?
Lo fue en el sentido de que numerosas mujeres, paradójicamente en su mayoría girondinas, tuvieron claro que los derechos del Hombre eran incompletos sino constaban los de la mujer. En 1789, la frustración resulta más evidente que en el 1776 norteamericano.
Hablas de girondinas. ¿Y qué pasó entonces con las jacobinas?
El caso de Olimpes de Gouges es sin duda es más revelador. De cualquier estudio se desprende que fue la tendencia donde coincidieron más mujeres en equiparar los derechos de la mujer junto con los del hombre. Hace tiempo que no me meto en este terreno, pero parece evidente que las jacobinas ponían más por delante la revolución, sin detenerse en la cuestión de género. La voluntad de síntesis que se fue dando ulteriormente puede caracterizarse como la de un matrimonio mal avenido por la predominancia masculina, algo que resulta obvio dando un repaso cuadros dirigentes en los que las mujeres eran excepciones.
Tomemos un descanso si te parece. Continuamos en breve.
De acuerdo, cuando quieras.
Fuente: El Viejo Topo, marzo de 2020